viernes, 11 de septiembre de 2009

MARÍA LIONZA Y LA VIRGEN DE COROMOTO

Hoy 11 de septiembre, día de la patrona de Venezuela, quiero dejar parte de mi tesis de grado, en donde pude dejar algo de las historia del mito y del culto a nuestra Diosa aborigen, y la relación que pude encontrar entre Ella y la Virgen de Coromoto. Para su reflexión...

Versión de Elisio Jiménez Sierra. * Jiménez Sierra en su libro titulado “La Venus Venezolana” (1971), refiere que en el actual estado Yaracuy existió un culto indígena a una diosa, el cual fue sustituido por la devoción a “Nuestra Señora María de la Onza del Prado de la Talavera de Nívar. Pero, de acuerdo a lo reseñado por Drenikoff (1985: 16,17) y Manara (1995:17,18) el Obispo Martí en su Relación y Testimonio Integro de la Visita General de este Obispado de Caracas y Venezuela, realizada en la ciudad de Nirgua, el 27 de noviembre de 1781, en la página 505b, informa de una iglesia de nombre “Santa María de la Victoria del Prado de Talavera” bendecida el 25 de enero de 1628, con dos altares, uno dedicado a Nuestra Señora de la Victoria y otro a Nuestra Señora del Carmen; por lo que queda claro que no existió ninguna con el nombre de Ntra. Sra. María de la Onza, que se debió a una equivocación al leer esos archivos y quedó el apelativo erróneo. De acuerdo a esta versión, la advocación de la mencionada Virgen fue introducida por los españoles, bajo la figura de la Divina Pastora, en el que el lobo que acecha a las ovejas es el animal que sustituyó a la danta que acompañaba a María de la Onza. (Jiménez, 1971: 23,24). Este autor recrea a la diosa de la siguiente manera: 
La Venus Venezolana, adorada bajo diferentes nombres en las diversas tribus del territorio nacional... Es María Lionza señora de los valles fértiles que se extienden de San Felipe a Terepaima (...) Su presencia inefable colma de vagas aspiraciones el corazón y suscita en el ánimo de sus fieles una exaltación apasionada, casi fanática. La llamemos María Lionza, Fátima, Coromoto (...), la Divina Madre que es la Universal, la Única, esta en un plano espiritual tan alto que admite de buen grado, de las personas de mente sencilla, ritos y obsequios a la usanza aborigen (...). Pero de los más civilizados, de los más dotados espiritual y socialmente, Ella espera una expresión mucho más valiosa: la oración, el amor, las buenas acciones... No es María Lionza una divinidad extranjera. Fue antaño y lo es hogaño pastora de nuestras tribus, a cuyos vencidos caciques se les apareció en Guanaguanare, para consolarlos y reconfortarlos, en el abatimiento de la perdida grandeza. (Jiménez Sierra, 1971: 36, 72-73). 

La vinculación que se establece entre la creencia indígena en una diosa y la figura de la Virgen católica es la característica más importante de este relato. Quizá, es el primer autor en relacionar las dos creencias; explica, además, como los misioneros se encargaron de ocultar la creencia indígena bajo el manto de María la madre de Cristo. El detalle de la aparición en el río Guanaguanare en el estado Portuguesa (donde el indio Coromoto contempló a la Virgen y actual patrona de Venezuela) es reseñado en la canción del panameño Rubén Blades, el cual al igual que Jiménez Sierra y muchos de los creyentes, asocia a María Lionza y no a la Virgen Cristiana. Muchas de estas versiones recurren directa o indirectamente a las versiones hechas por parte de Gilberto Antolinez: Destaca la similitud o la recurrencia en ubicar a María Lionza como diosa relacionada a las aguas, a la naturaleza y protectora de los animales, quienes la acompañan. No se puede pasar por alto el hecho de que los distintos recopiladores en cierta forma son autores, pues, al formar su discurso (subjetivamente), imprimen el relato con los nexos que les unen a la elaboración del mismo (nexos emotivo-religiosos, nacionalistas, indigenistas, y otros.). Señala Barreto Daisy (1987, 28) “hay un autor detrás de cada versión, hay una conciencia individual que se separa de la oralidad pero sigue expresándose mitopopéyicamente”.
(...)


Según Barreto (1998), el mito de María Lionza no es un relato que viene transmitido fielmente por la tradición oral, sino que es un relato transmitido por la tradición escrita y con añadidos del recopilador. Así, y de acuerdo a Barreto, todos los relatos suman aspectos que regeneran y actualizan a la imagen de la Reina: es india, española, coronada como reina laica, asimilable a la virgen católica, el culto las aglutina no las excluye, muestra una y otra.
(...)


El Culto a María Lionza Aunque para muchos su culto se dio a conocer fuera de Yaracuy hacia los años 50 cuando -durante el mandato del General Marcos Pérez Jiménez- Alejandro Colina construyó, en 1953 específicamente, la famosa escultura de María Lionza sobre una danta, icono universal de la diosa, ubicada en la autopista Francisco Fajardo de Caracas. Durante esa década, a la diosa se le asimilan elementos del catolicismo, como forma de mantenerla y actualizarla, ya no será la “doña” que hace los pactos a cambio del alma, sino una especie de virgen laica que brinda protección y cuidado a sus hijos, es ella el regazo y consuelo de los oprimidos. Esto se asocia –siguiendo a Barreto- al proceso de evangelización del pueblo que realizó la Iglesia Católica, y a la exaltación que ésta hace del culto Mariano cuando en 1952 es entronizada la Virgen de Coromoto como patrona de Venezuela que con grandes celebraciones es llevada (la diminuta medalla, en donde se dice que dejó huella la propia Virgen) a Caracas. Precisamente un día doce de octubre culminan los actos religiosos que en días previos realizó la comunión colectiva de 30.000 mujeres y 25.000 niños (El Nacional 01-04-89. p. 6/30). Destaca el artículo que “La Virgen Misionera” y su “apoteósico paso” fue por todo el territorio nacional, y en palabras del arzobispo coadjutor de Caracas la misma “ha realizado el milagro de renovar la fe católica en el pueblo”. El gobierno manifestando su relación con la Iglesia alentaba a participar en las celebraciones católicas y así acercarse más a las masas populares, aprovechándose para fortalecer una imagen de unión nacional. Ya para la década de 1960 se justifica la persistencia del culto aborigen bajo el manto de la Virgen. No es por casualidad que a finales de dicha década la Virgen de Coromoto aparezca en los altares del culto y que los adeptos consideren que se trata de la misma entidad; recordemos que existen fieles que creen que la mujer aparecida al cacique de los Cospes fue en realidad María Lionza. Para Ponce (1978) en su tesis de grado, la Virgen es una “sustituta” impuesta por la iglesia en los lugares de culto a la Reina. Esta autora se basa en estudios hechos por la antropóloga Clarac para afirmar que no hay distinción entre ambas creencias y por este motivo se integra la imagen católica. 

Pude comprobar la confusión que existe entre la Virgen María y la diosa india: en algunos lugares sagrados demasiado públicos como por ejemplo en el altar situado a orillas de la carretera Panamericana, en el estado Yaracuy, entre Valencia y Nirgua, los choferes de taxis, autobuses y camiones de carga se han parado durante muchos años para prenderle velas a María Lionza y beber de la fuente bendita. Un día la iglesia hizo instalar en lugar de la diosa, una estatua de la Virgen María. Pues bien, los fieles siguen parándose en este lugar y prenden sus velas a la estatua actual. (Ponce. 1978: 28)

La iglesia, apoyada por las élites, lleva a cabo su función evangelizadora tratando entonces de acabar o disminuir las creencias populares, y es en apoyo a esa labor que tal vez se desarrolle por parte del Gobierno la represión de lo que ha sido considerado como brujería. (...) 


Fuente: * Caso: Manejo político-mediático de la fractura de la efigie de María Lionza como presagio de la derrota del Presidente de la República en el proceso refrendario de agosto de 2004 - TRABAJO DE GRADO PARA OPTAR POR EL TÍTULO DE SOCIÓLOGO QUE OTORGA LA UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA - Noviembre 2007. Por: Eloy Marchán

Otro trabajo que también relaciona a nuestra Deidad matriarcal con la Virgen de Coromoto: 


Vigencia Arquetipal de María Lionza 


 Por: ELIZABETH PAZOS

Psicóloga clínica Para algunos folkloristas la Virgen de Coromoto es María Lionza, quien se manifestó a los indios y sólo los frailes dijeron más tarde que se había aparecido la Virgen María. Por efectos del sincretismo religioso y del mestizaje cultural que se da en el pueblo venezolano, la Virgen de Coromoto y la Divina Pastora tienen mucha semejanza con esa María Lionza. (Maldonado Bourgoin, Alejandro Colina, El Escultor Radical, p. 68). Para el momento en el cual este ensayo fue escrito, Venezuela no había pasado por acontecimientos de tanta violencia que provocaron la peregrinación de la Virgen de Coromoto por todo su territorio a petición de un imaginario colectivo que busca refugio en el mensaje de sus diosas. María Lionza no había emergido como símbolo de ese otro país que pretende utilizar su imagen como forma de instalarse en el corazón de su identidad, haciendo una especie de contrapartida de la Patrona de Venezuela. Es imposible negar o dejar de ver la politización actual que se vuelca sobre ambas imágenes, politización que sirve para dar rostro a un sentimiento que no hace sino intentar contener la imaginería psíquica que se vuelca con violencia hacia fuera y que desea recobrar espacios apoyándose no sólo en manifestaciones políticas sino en lo sobrenatural y ultraterreno. Por ello se agrede las imágenes marianas y se pretende incendiar iglesias: con ello se rechaza no a la espiritualidad que en sí mismo representan, sino a la clase social y pseudo-política que se ha identificado con ella, que la ha erigido como su estandarte, que la considera como de su propiedad: por ello le inscriben graffitis en la espalda a la Inmaculada Concepción de María y le acribillan las sienes con spray rojo, bajándola del pedestal y bailando con ella a un ritmo frenético y descabellado, especie de misa negra que sirve de catarsis a un grupo humano que se erige en representante del pueblo que vive aún el trauma colectivo de haber sido esclavo. 


 Por otro lado, no podemos olvidar la tradición existente en Venezuela de bailar a sus santos, tal como ocurre con el San Benito en el estado Zulia, del cual se dice que hay que bailarlo estando bien borracho, es decir, disminuyendo el nivel de conciencia, dejándose llevar por sus instintos. Sin pretender excusar los actos vandálicos como el robo de las imágenes o su agresión, podemos intentar comprender el significado que tales conductas implican: pensamos que se trata de una manera de reapropiarse de las imágenes, de volver a hacerlas suyas, de expresar la relación amor odio que se establece con algo que se ama pero que al mismo tiempo nos somete a leyes arbitrarias, tal y como habría ocurrido al formar parte las imágenes marianas de un espacio desacralizado como el de la Plaza Altamira. Allí un grupo de militares disidentes se ha instalado desde hace un año y han fortalecido su territorio al cual han designado como Territorio Liberado con imágenes marianas a fin de darle legitimidad religiosa a sus propuestas. Se comenta que una de las imágenes que fue hurtada de la Virgen de Coromoto se la llevaron y le tienen unos cachos puestos, según comentario hecho a quien esto escribe por una de las personas presentes en Plaza Altamira un día después de los ataques a las vírgenes. Recordemos que los cachos son atributos demoníacos adjudicados por la religión cristiana a los cultos y antiguas religiones llamadas paganas. Aluden al dios adorado por los egipcios bajo la forma del carnero, al galés llamado Cernunnos por los romanos, en el norte de Europa conocido como Neck o Nick: su representación más antigua se halla en la cueva de Trois Frères y data del Paleolítico Superior. Representa la figura de un hombre envuelto en una piel de ciervo que lleva en su cabeza las astas del animal. Una situación similar a la ocurrida en Plaza Altamira fue narrada por el monje catalán Ramón Pané, uno de los primeros cronistas de la conquista venido a estas tierras con Colón por designación de la Reina Isabel, de quien era su confesor. El hecho se dio a finales del 1496, ha sido descrito por Gruzinski como el primer conflicto americano entre los indígenas y las imágenes cristianas que los españoles habían dejado a su cuidado: Salidos aquellos del adoratorio, tiraron las imágenes al suelo y las cubrieron de tierra y después orinaron encima diciendo: ahora serán buenos y grandes tus frutos. (La Guerra de las Imágenes, p. 22). El comentario de Gruzinski valdría la pena ser incluido por si alguien encuentra alguna de sus anotaciones asimilables al caso de Venezuela actual: Ese sacrilegio fue castigado por el hermano de Colón, que hizo quemar vivos a los culpables. La brutalidad de la represión española ejercida por laicos probaba la inviolabilidad de un dominio que mezcló inextricablemente la política y la religión: el respeto a las imágenes de los blancos es tan intangible como la sumisión debida a los colonizadores. Pero la profanación había sido acompañada por un ritual de fertilidad que manifiestamente atribuía a las imágenes una eficacia parecida a la de ciertos zemíes. En ese sentido, el sacrilegio mostró la cercanía que los indígenas presintieron entre las imágenes de los cristianos y los zemíes locales, y hasta el partido que, según imaginaron, podrían sacar de él. Comenzó la larga lista de destrucciones, de apropiaciones, de desviaciones y de equívocos con que está tejida la historia cultural de la América Latina (Ibíd, p. 23). 


 Algunos sectores de la iglesia venezolana pareciera olvidar el manejo que en la Edad Media se le daba a la necesidad de expresiones de desenfreno popular. En efecto, en días especiales se celebraban fiestas en las catedrales como la de Los locos, La procesión de La Zorra, el En-tierro del Carnaval, la Diablería de Chamont. En la Fiesta de los locos existía una Madre Loca y se mostraba un estandarte en el que dos hermanos se divertían mostrando las nalgas al público. Leamos cómo Witkowski describe una escena de la Procesión de la Zorra inscrita en uno de las columnas de la NotreDame de Estrasburgo: (…) vemos un cerdito, por-tador de un acetre, seguido de asnos revestidos con hábitos sacerdotales y de monos provistos de diversos atributos de la religión, así como una zorra encerrada en una urna. (cita de Fulcanelli, El Misterio de las Catedrales, p. 50). En estas fiestas se invertían los valores sagrados y se permitía la burla, el desenfreno y la irreverencia, haciendo gala de sutiles recursos diplomáticos por parte del clero, quienes al admitir la necesidad de desacralización de los símbolos religiosos, permitían la transgresión aceptándola y acogiéndola en su seno, con lo que se garantizaban a sí mismos la permanencia y adhesión de los fieles: luego de ese desaforado carnaval, el pueblo acosado por las pestes, la amenaza de las guerras y la sumisión a cortes arbitrarias e iglesias inquisitoriales, volvía a sus labores habituales habiendo purgado a través del baile y la pantomima sus necesidades de expresión más viscerales y contradictorias, cargadas de amor odio, sumisión anarquía. Su represión sólo conduciría a la destrucción de aquello que la misma iglesia desea preservar: la institución eclesiástica, su autoridad, pero sobre todo atentaría contra toda posibilidad de mantener un diálogo abierto con la masa, para quien la catedral fungía no sólo de refugio espiritual, sino de hospital, centro de regocijo y de crisol de ideas, tendencias y fe populares que funcionaba como una totalidad, que no alejaba de sí misma asqueada las expresiones populares que de no ser toleradas y admitidas se expresarían a través de la violencia y la anarquía. En Venezuela se invita por medios televisivos privados a una oración a oficiarse en la Plaza Altamira como forma de purgar culpas y reconciliarse con la divinidad cuyo honor ha sido mancillado. El evento tiene un nombre emblemático: Con mi madre no te metas. 


No sabemos qué opinan las autoridades eclesiásticas de este nombre, pero las implicaciones violentas que conlleva están muy alejadas de la idea de reconciliación y revisión profunda de los significados que podrían tener los ataques a las imágenes. Partiendo de la idea de que tanto las imágenes marianas como la de María Lionza son expresión de una misma necesidad espiritual, de protección y contención religiosa, podemos pasar a intentar develar los significantes subyacentes a la iconografía de ambas imágenes, los cuales nos hablan de estados de conciencia diferentes contenidos en su iconografía: Por un lado, tenemos la imagen de la Virgen de Coromoto, quien denotando una gran serenidad se aposenta en un trono, símbolo del poder temporal. Sus pies se apoyan en el mundo, al cual domina y preside. Es hija de una unión legítima, como corresponde a quien dará albergue al Hijo del Padre. Ha sido comprobada su pureza virginal aún después de haber sido madre. Cualquier atentado contra esta idea es inmediatamente sofocado, como es el caso reflejado en el Evangelio Apócrifo del llamado Juan El Menor. En él se describe cómo una de las comadronas que socorren a María en el momento del parto, duda de su doncellez. Su incredulidad es tal que pretende comprobar por sí misma la virginidad de María. Introduce su dedo o pretende hacerlo en el cuerpo sagrado sólo para sentir que su mano entera comienza a evaporarse, fulminada por un rayo. Es así como aún en los Apócrifos se defiende la pureza física de la Madre de Dios. María lleva en su regazo nada más y nada menos que al hijo del Padre, por lo que su aparente sencillez no hace sino detentar un poder indiscutible, que se enseñorea sobre lo visible y lo invisible, delimitando espacios y al mismo tiempo controlando la rebeldía implícita representada en la figura de la serpiente que intuimos enroscada y dominada, más no eliminada: es el símbolo de la oscuridad, del mal, del desamparo y del pecado, recuerdo de las religiones precristianas que adoraban la diosa en su forma de serpiente. 


Todo en la Virgen de Coromoto denota la fuerza que emana de una conciencia controlada, de un conocer los límites y sus consecuencias: para la humanidad es un ente civilizatorio y ordenador por excelencia. De alguna manera se siente sus vínculos con Palas Atenea, en cuanto que es capaz de mediar entre Zeus y la raza de los hombres, esto es, entre Dios y su grey. Sus virtudes políticas no se hacen desear, es la gran estratega y como tal defiende a sus devotos. Su imagen se corresponde con las grandes diosas o Diosas Madre cuyos orígenes se remontan a la época del Paleolítico, emparentando con las diosas generadoras de vida, con la virgen que luego será una de las diosas embarazadas, dando origen desde hace más de 20.000 años a múltiples diosas similares ubicables en todo el mundo occidental. María Lionza en cambio, según el mito carece de orígenes comprobables. Ni siquiera tiene fecha de nacimiento, de sus padres se dice que… Anda sola por el bosque, acompañada por una danta cuyos atributos físicos hacen pensar en la lujuria del trópico, de sus hombres y sus mujeres enzarzados en perpetuas orgías, tanto carnales como espirituales, sino, veamos cómo se expresa su culto: a través de la posesión. No siente vergüenza de su cuerpo, no conoce ni el pudor ni el recato, antes bien se alza encima de un animal extraño y lo monta como Lilith primera mujer de Adán lo montó a él. María Lionza no se somete a varón alguno y declara su independencia levantando una pelvis en señal de autonomía. Todo en ella denota la anarquía producto de la ausencia de límites, es una diosa pagana, tanto por formar parte del mundo natural como por el hecho de no corresponderse con la imagen de una virgen del occidente cristianizado: es una diosa que llama al desacato, que se expresa a través del ritual inmediato, que presta su cuerpo para que las fuerzas sobrenaturales se expresen a voluntad. A sus pies reptan serpientes, no dominadas sino compartiendo espacios: es la convivencia entre la conciencia y la inconsciencia, es la sombra de la virgen, aún siendo ella misma una diosa lunar. 


Y es que María Lionza conserva la dualidad que la teología cristiana olvidó y sofocó luego de la Edad Media, su imagen colinda con los límites que se expresan a través de las gárgolas y monstruos representados en las catedrales francesas cuyos diseños repiten el mismo esquema astrológico inscrito en los cielos e identificados con la constelación de la Virgen. Posee un lado claro y otro oscuro, es una especie de Khali, la diosa negra del panteón hindú. Atrás van quedando las consejas que dieron origen al mito, enriqueciéndose o empobreciéndose según la mirada de aquel que quiere ver en ella una diosa de la luz o de la oscuridad. Por ello el expediente de 1665 hace constar cómo el tribunal del Santo Oficio de la provincia de Venezuela según relata Carlos Edsel González apresó y sometió a juicio a cuatro indígenas menores de edad que le rendían culto a María Lionza en una lejana cueva de la jurisdicción de Barquisimeto: eran acusados de tener pacto con el diablo. Parece que la Reina se apiadó de ellos, porque murieron de viruela antes de escuchar su sentencia. No es casual que la iglesia haya depurado las imágenes suprimiendo el Mal en su representación: es un intento que se corresponde con un nivel de conciencia, hacia el cual se evoluciona una vez que se han ganado espacios psíquicos, ya que en la medida en que el hombre se enseñorea más de los espacios, prescinde del mal y sólo quiere ver a su alrededor el bien. Este proceso no es en sí ni bueno ni malo, es algo que pareciera tener una secuencia, de la misma manera como los arquetipos tienen vida propia y aparecen y desaparecen con formas nuevas o con ligeras variantes. El problema realmente radica en la constelación o fijación que una fuerza determinada puede provocar en la conciencia, ya que le impide la soltura necesaria para evolucionar hacia estados más depurados, menos arcaicos y primitivos. Es por ello que el diálogo entre la Virgen de Coromoto y María Lionza surge en este momento y no en otro: en él podríamos leer la manifestación de un pueblo que no sabe si lanzarse enloquecido a las calles, a tomar por sus propias manos aquello que legítimamente le pertenece y que le ha sido negado o acogerse a reglas del juego civilizadas y correr el riesgo de intentar cambiarlo todo para que todo siga igual. El desorden, la manipulación y el malestar social que impregna al país se expresa a través de la descomposición de los pseudo-líderes que vociferan poderes transitorios, de los De Gouveia que salen a matar a mansalva porque todo está mal y él se siente perseguido. (...)

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