lunes, 24 de agosto de 2020

La ruta de Sorte (II) MARÍA LIONZA BELLA Y CAUTIVADORA




La ruta de Sorte (II)
MARÍA LIONZA
BELLA Y CAUTIVADORA


Carlos Grillet - ÉLITE 24/11/1972
Como un cintillo de velas encendidas alrededor de la cabeza, los ojos desorbitados y la mirada extraviado entre caprichosos haces de luz que se filtran en la montaña de Sorte, en el propio templo de María Lionza,  el hermano José, en función de médium, invoca a su Reina con gritos que parecen dirigidos a más allá del cielo, más lejos del infierno:
- Madre mía, asísteme en el trance de curar con mis labios esta llaga. Préstame tu sabiduría y bondad para hacer que desaparezcan los males de este hermano.

Y besando sobre el pie del enfermo  la erisipela purulenta, el hermano José después de haber ingerido muchos sorbos de licor de yerbas,  abstraído en el éxtasis de su creencia, succionó el pús, lo tragó, lamió las costras y tragó de nuevo sin arrugar el rostro, más bien con una muestra de satisfacción en las comisuras.



El enfermo es un funcionario policial que ha venido desde Valencia a Sorte,  auxiliado por dos amigos para poder subir al templo,  con una infección avanzada derivada de un callo en el pie derecho. Fallaron los antibióticos y el diagnóstico médico no había tenido el acierto de detener la corrupción de la piel, hasta que dos días antes de viajar al nicho sortiano, el Hermano José aplicó las primeras curas a base de cocimiento de montes y conchas de verduras. Algo hizo que el paciente confiara en la curación definitiva y, por lo tanto, realizó el sacrificio de subir la montaña, en medio de dolores pero repleto de espíritu de esperanza.

- La Reina me ha ordenado que tome agua de quebrada,  dos botellas de ron y la esperma caliente de dos velas; - dice José al retornar al conglomerado humano, del cual pareció estar apartado unos minutos, mientras conversaba con la deidad yaracuyana.

Insiste el sacerdote o médium en regresar a los dominios de la diosa y realiza una mixtificación extraña, donde María Lionza marcha al lado del Negro Felipe y el cacique Guaicaipuro. A la sazón bajo las piedras del templo los peregrinos absortos esperan su turno para ofrecer su material a los espíritus de la Corte Indígena, o de la Corte Médica -presidida por el Dr. José Gregorio Hernández- y hasta de la Corte Negra, cuyos integrantes son espíritus traviesos "que sólo distraen cambiando las señales del camino, escondiendo los bastimentos de los creyentes y burlándose de los martirios y penas que les llevan al cerro de la suerte". 

No es fácil explicar la multiplicación del espíritu de la diosa o del Negro Felipe que está presente conjuntamente en la materia de distintas personas.
Al conjuro de invocaciones diversas, varios creyentes actúan y transmiten las órdenes de los espíritus, mientras los tabacos se consumen, las barajas revelan íntimas situaciones y los animales, gatos y sapos, cumplen cometido mefistofelico.



Estos seres que adoran a la Reina, de igual manera la presentan como una santa o mujer excepcional, esperan sus favores divinos para la curación de enfermedades y para dejar sin efecto maleficios para crear discordias entre amantes o esposos. Los asistentes de Sorte poco saben del origen de María Lionza, perdido en los testimonios verbales y apenas asentado en algunos documentos que desvirtúan la relación mitológica indígena.

De tal manera, María Lionza se encuentra en las documentaciones como mujer española, existente hace 250 años en los mismos sitios donde hoy le rinden culto a la diosa yaracuyana. según dichos documentos esta región geográfica se denominaba con el nombre de la dueña de las extensiones cultivadas en los aledaños de Chivacoa. 

Era el nombre de esta dama María Alonso, conocida también como María de la Onza, en virtud de su afición por acaparar onzas de oro. Algunos investigadores estiman que María Alonso creó intencionalmente los elementos y leyendas, dulces y terroríficas, para atraer súbditos y alejar a ambiciosos y malintencionados.

De acuerdo a estas evidencias María Alonso murió dejando una inmensa fortuna que dio lugar al fomento de la imaginación popular de varias concejas, casi todas relacionadas con el tesoro de la terrateniente que desde el más allá estaría dispuesta a prestarlo a personas necesitadas, a cambio de sacrificios, de ofrendas, y, en algunos casos, de pacto goehteano, transfiriendo la dicha de la vida por la entrega del alma a los designios de la protectora. Pero esto no pasa de ser sólo una versión.

Otros curiosos de la procedencia del Mito aseguran que la Reina fue en efecto hija de españoles, que vivía en Yaritagua. De grandes y profundos ojos negros, bella y cautivadora, huyó un día a las montañas y logró domesticar a una onza que siempre la acompañaría.

Rebuscando en la vinculación indígena se le podría asociar a la existencia de una preciosa princesa taquería que se internó en la selva, macana en mano, a pelear con sus hermanos contra los conquistadores. Más, entre algunos creyentes se la imaginan enamorando a los jefes españoles para hacerlos entrar en la montaña hasta llevarlos a la perdición.

En la bibliografía criolla sobre el culto a María Lionza se encuentran detallados estudios -de amplio contenido psicológico- realizados por Hermán Garmendia para describir su "Diosa del amor y la fortuna". Tal vez este trabajo se cuenta entre los mas dias lectivos a pesar de contener todas las manifestaciones idealistas que las brujas y los incautos han regado y pregonando a los cuatro vientos. 

El notable Ramón Díaz Sánchez supone a María Lionza "mujer de carne y hueso" vinculada a las regiones nativas con problemas típicos dentro de época determinada que si la biografía se hubiera quedado contenida en tales límites su significación hubiera alcanzado tanta trascendencia. Sería el aura de poesía popular, urdida en su torno, la circunstancia que hace pervivir al personaje.

Según Manuel Rodríguez Cárdenas, el fenómeno de credulidad de María Lionza aumenta a partir de 1920, cuando un habitante de Yaracuy de nombre Jesús Mercedes Guedes intentó crear una religión con el mito de la Reina, secta que denominó "Atlante", rey fabuloso de Mauritania condenado por Atlas a sostener el peso del Universo. A este personaje se atribuye el especial dialecto que utilizan los creyentes en los ritos de la Diosa. Sin embargo sus relaciones con la deidad no sirvieron para impedirle persecuciones del régimen de turno que sospechaba vinculación política en los mensajes de la nueva secta. 

Ida Gramcko la concibe como hembra voluptuosa, ninfómana Insaciable:

"Mi cuerpo es para el trono y para el sexo,

para amar a los hombres sin medida
pues amo a Nicanor y te lo expreso 
que ello no me hace mal ni me intimida, 
 y a Antonio y a Facundo, lo confieso,
 y a todo el que venga y me lo pida".

Difieren de este criterio los yaracuyanos -folklorista y poeta- Gilberto Antolínez y José Parra, quienes la enseñan como reina del agro, rodeada de animales, especialmente serpientes, guardianes zoológicos de María Lionza. "Sus gatos son los tigres jaguares, sus cabras, los venados su caballo, la Danta Herrada".

También Otero Silva y Centeno Vallenilla, escritores, dedicaron su tiempo alguna vez a la investigación y divulgación del misterio sortiano. Cómo los periodistas Oscar Llanes y Marconi villamizar que penetraron las creencias y las supersticiones para moldear una imagen auténtica de esta reina que en templo imaginariamente fabuloso, da la impresión de no tener de devotos ricos, sino miserables y angustiados que apenas pueden ofrecerle frutas y tortas, tabacos y velas canciones y llantos. Aunque es fácil encontrar en los caminos de sorte algún pobre hombre mal vestido, o una mujer arrastrando niños, pero cuidadosamente abrazando una botella de champagne que ofrecerá a la diosa Reina o Madre, "porque a ella no gusta otra bebida".


Maria Lionza la involucran en ritos de curación de enfermedades manifestaciones diversas e invocaciones de su condición de reina de las aguas y protectora de los bosques.


Sólo el Negro Felipe toma ron y cucuy durante los ritos. Esto es lo que sienten los crédulos. Lo cierto es que el champagne también lo beberá el intermediario o banco.

(Continuará)



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