martes, 5 de octubre de 2021

NOTICIAS SOBRE EL MITO DE MARIA LIONZA



Francisco Tamayo 

Revista Nacional de Cultura 

Año XX - N 128

Mayo-Junio - 1958


DAMOS a continuación cuatro versiones referentes a este bello mito del folklore venezolano. La versión del Dr. Víctor Güerere agrega una nueva localización del culto de esta deidad aborigen que parece estar emparentada, si es que no se identifica completamente, con la Pacha Mama de los altos Andes peruano-bolivianos. 

En efecto, hasta ahora le conocíamos dos asientos o focos a dicho culto, uno en Lara y otro en Yaracuy; ahora se agrega el de Agua Blanca, en Portuguesa. Así vemos cómo se van ampliando los conocimientos referentes a esta apasionante vivencia de nuestro pueblo.


En Chivacoa, Yaracuy, se le rinde culto a María Lionza; en este culto actúa como sacerdotisa una señora pequeña y delgada llamada Rosa. Esta señora, cuyos servicios se solicitan previamente por los interesados, se traslada, seguida de los peregrinos, al cerro denominado Cerro de María Lionza, situado no lejos de Chivacoa, en cuya cima existe una cueva que es la morada de la "Reina María Lionza"; Rosa y su acompañamiento de devotos de la "Reina" recorren a pie la distancia que hay entre Chivacoa y la cueva; estos devotos provenientes de distintas regiones del país acuden allí para rendirle culto a María Lionza, solicitar sus favores o pagarle promesas.

Una vez ya en el santuario de María Lionza, Rosa por medio del hipnotismo, esto es, hipnotizando a alguna persona para que sirva de médium; si no hubiere persona adecuada, la propia Rosa entra en trance, y mediante un simple ayudante que previamente ha escogido entre los fieles, les da normas de actuación, y les provee recetas para resolver sus problemas y para cura sus males.


Uno de estos devotos de María Lionza me dijo en Caracas el 3 de agosto de 1957, que él no ha visto a la "Reina", pero que la concibe como una mujer que mide 1,63 a 1,65 m. de alto, de piel blanca, cara redonda, pelo muy largo, rubio y ondulado, ojos verdes.


En Chivacoa refieren que un guardia nacional que realizaba patrullaje forestal en el cerro citado, en compañía de dos guardias más, todos a caballo, vio a María Lionza cabalgando un caballo blanco, vestida de finas telas blancas; el guardia nacional la siguió hasta una cueva donde penetró seguida por aquél quien encontró grandes serpientes y fieras en el interior de la cueva, ninguna de las cuales lo atacó; permaneció allí extraviado, por largas horas, hasta que los otros guardias, guiados por las huellas, llegaron a la entrada de la cueva y de allí lo llamaron a gritos.

Francisco Tamayo

5-8-57.


LOS DON JUANES Y SUS CORTES


Duaca está surcada de quebradas y nacimientos de agua por el norte, por el noreste y por el sur; de ahí que tal vez, por inconscientes medidas conservacionistas de la imaginación popular, surgiera Don Juan de Guape con su corte de duendes, los cuales tienen como función especifica cuidar los bosques, los nacimientos de agua y los animales.

LEONZA


En Guape y en Guapito hay baños públicos que utilizan las aguas que nacen allí mismo (hoy esas aguas han disminuido notablemente); en consecuencia, hay mucha afluencia de gente. En tiempos pasados no era permitido dar muerte a las culebras que se encontraran en las cercanías de dichas fuentes, pues esto traería el disgusto de Don Juan de Guape y se secaría el agua.


Los duendes tienen muy baja estatura, hablan aniñado y usan enormes sombreros. Cuando es más factible encontrarse con ellos es en las primeras horas de la mañana, "por la mañanita", entre 5 y 7 a. m., o en las últimas de la tarde, pero esto no quiere decir que no aparezcan a cualquier hora del día, y más si la persona anda sola. Del encuentro con uno de ellos, si no se tiene la suficiente presencia de ánimo como para escapar rápidamente, se corre el riesgo de quedar "encantado", pues el duende le quita el alma, y este encantamiento se manifiesta por un estado de perenne éxtasis o atontamiento, que a la larga conduce a un debilitamiento general, con extrema palidez e hinchazón, lo cual sólo es curable mediante "ensalme", si se tiene la buena suerte de encontrar un brujo o bruja competente, que haga una buena "composición".

Tanto Don Juan de Guape como los otros duendes prefieren encantar niños, cuya alma pasaría más fácilmente a formar un nuevo duende.

Estos duendes son muy irritables, cualquier cosa basta para provocar su enojo, el cual se traduce en disminución del caudal de agua o enturbiamiento de la misma; entonces la gente no puede llenar las tinajas ni bañaderas.


La Reina Margarita.-

Esta tiene su "encanto" en las quebradas del Bracito, Barro Negro y Duaquita, al sur del pueblo.


Margarita es una mujer bellísima, de largos cabellos de oro, como también es de oro el peine que usa. Hace muchos años se le apareció a un próspero comerciante duaqueño y le ordenó que mandara pavimentar el fondo de la quebrada, orden que dicho comerciante procuró cumplir, no sin grandes pérdidas de dinero y de su salud mental.

En Perarapa, caserío cercano a Duaca, existe una laguna, hoy también muy disminuida, que también es propiedad de la Reina Margarita.

Caracas, marzo de 1957. Datos de Juana María Delgado, natural de Duaca,


EN POS DE FOSFATOS DIMOS CON EL CULTO DE MARIA LIONZA


Guiados por las informaciones suministradas por reproducciones del texto de Sievers, acerca de la existencia de un gran yacimiento de fosfato en Agua Blanca, sobre la Serranía del Pitiguado, en La Cadena de Portuguesa, nos dimos a localizar las cuevas de Los Jabillos, Guacamayo y Margarita. En la nueva carretera de San Rafael de Onoto a Agua Blanca, tres kilómetros antes de llegar a esta población, nos desviamos a la derecha, acompañados de un baquiano, hacia el sitio denominado La Cascada. Se trata de una bellísima caída de agua, quizás lo más bella que hayamos conocido en Venezuela. Cerca de La Cascada existe un chorro de agua y tomando un camino situado hacia la izquierda de éste, comenzamos la ascensión.

Después de una media hora de ascensión encontramos la boca de la cueva de Los Jabillos. Penetramos en ella y encontramos todo el piso cubierto de guano. Se nos dijo que se ha venido explotando y se explota actualmente dicho guano para el consumo local. Hicimos un recorrido como de cincuenta metros en el interior. Está poblada de murciélagos, con todo el piso de guano y las paredes de roca firme. Existen pocas estalactitas, casi todas destruídas por los visitantes. No vimos estalagmitas.

En el interior y en las cercanías de dicha cueva tampoco vimos los yacimientos de fosfatos de que habla Sievers. Comenzamos la búsqueda de las otras cuevas. Por los relatos que hacen los baquianos existen muy diversas cuevas en toda la zona, y de nuestra propia experiencia podemos afirmar que en las diversas colinas de la serranía del Pitiguado existen cuevas que aún no son conocidas ni han sido exploradas.

Se nos dijo que la cueva del Guacamayo es de difícil acceso y que éste se hacía especialmente difícil por la circunstancia de haber llovido. Desistimos de visitarla y nos dedicamos a localizar la cueva de La Margarita. Varias personas nos señalaron a don Pedro Soterano como la persona que conocía bien la ubicación de dicha cueva. Al llegar a su casa, en las afueras de Agua Blanca, nos encontramos con varios vehículos, casi todos matriculados en otros Estados.

Se nos dijo que don Pedro se encontraba desde el miércoles santo (era viernes santo) junto con un grupo de sesenta "hermanos", por el campo. Pero que no tardaría en regresar. Que tomásemos un camino hacia la izquierda y que con seguridad lo encontraríamos. Decidimos ir en su búsqueda. Avanzando por dicho camino nos tropezamos con Pedro Soterano hijo, y sostuvimos con él, más o menos, la siguiente conversación: 

-Oiga, amigo, a nosotros nos han indicado a su papá como la persona que conoce la vía para ir a una cueva denominada La Margarita, pero ya que lo encontramos a usted quisiéramos nos indicara la ruta que deberíamos seguir para llegar a ella.

-Ustedes están equivocados, por aquí no queda ninguna cueva.

-Nos parece imposible, porque todos nos han dicho que ustedes son los baquianos que llevan a la cueva, -No, debe ser una equivocación. Por aquí lo único que queda es el Palacio del Rey. ¿Quieren ustedes visitarlo?

-¿Un palacio? ¿Y de quién es ese palacio; qué tiene de particular?

-Eso es un secreto. Para podérselo decir se necesitaría que ustedes fuesen "hermanos". Además, yo les veo a ustedes en la cara que no creen, y no se puede llevar allá a personas descreídas, porque todos los que no tienen confianza y van, sufren un percance en el camino. Los espíritus se lo impiden.

 -¿Cuánto tiempo se necesita para llegar a la cueva?

-Al palacio, dirá. Figúrese que nosotros salimos de allí desde las doce y ahora que son las tres es cuando venimos regresando. Pero, ¿son ustedes iniciados? 

-No. Nosotros hemos venido porque nos han dicho que ustedes nos pueden llevar allá. Por eso le estamos pidiendo in formación.

-¿Ustedes traen ofrendas? Todos los que han venido, unos de Barquisimeto, otros de Ciudad Bolívar, y todas estas personas que pasan por el camino y que son hermanos, han traído sus ofrendas al Rey. Casi todos trajeron una caja de brandy. Y es muy particular que nosotros dejamos los litros allá destapados y el año próximo, cuando volvemos, el líquido está allí, pero el espíritu se ha ido. Pero como ustedes no son iniciados, podría dispensárseles la ofrenda.

-Nosotros no trajimos nada porque hemos venido de Ca racas a conocer las cuevas y no sabíamos nada de lo que usted nos dice. Pero si se tarda tanto para llegar allá, no podremos ir, porque ya es muy tarde y nosotros tenemos que seguir mañana temprano para Guanare. Pero díganos, ¿qué hay en esa cueva?

-Eso es un secreto. Además, yo no puedo hablar, por que sólo soy oficial y sólo mi papá, que es el jefe, podría hablar les sobre eso. Ahora, si ustedes quieren, yo los puedo llevar al Palacio de don Toribio que queda por aquí cerca y que podrían conocer ahora mismo.

Nos despedimos y seguimos adelante en solicitud de don Pedro. Nos encontramos con un anciano de aproximadamente sesenta años, mocho del brazo izquierdo, con una escopeta ter ciada sobre los hombros. Le dijimos el objeto de nuestra visito y nos dijo que por ser muy tarde no nos podría acompañar al Palacio, pero que si queríamos, al día siguiente podio llevarnos a la cueva.


Dijo que esa cueva es la morada del Rey Guaicaipuro, de la Reina, de Tamanaco, Tiuna y otros indios. Que es muy grande y consta de varios salones, algunos muy bellos. Que en su interior se oyen muchos ruidos producidos por los espíritus de los indios, los cuales algunas veces se enfurecen, y por eso les llevan ofrendas. Que se encuentran muchas estalactitas y que en el piso hay restos de recipientes indígenas destruidos por el tiempo, ya que, cuando se sacan, se vuelven polvo en las manos. Que ellos acostumbran visitar todos los años, durante los días de Semana Santa, la cueva, y que para esa romería venían muchas personas de Barquisimeto, Ciudad Bolívar, etc. Que él sabia que nosotros íbamos desde Caracas porque ya se lo habían comunicado. Que volviéramos en otra oportunidad, que él con mucho gusto nos acompañaba, y que si queríamos visitar el Palacio de Don Toribio, fuésemos hasta su casa.


Al retornar a la casa de don Pedro, éste nos hizo pasar, junto con unas veinte personas que lo seguían, a una pieza de la casa que forma una especie de santuario. Las personas que formaban la romería no eran campesinos. La pared del fondo. está materialmente cubierta de cuadros de diversos santos, hasta la altura del altar. Entre los santos se encuentra un cuadro de Guaicaipuro y otro de una india a quien llaman la Reina. Ambos gozan de igualdad con respecto a los otros santos. En una de las paredes del santuario, pero separados de los santos, se encuentran tres retratos de Simón Bolívar ornados con guirnaldas de papel. La mesa del altar está llena de paquetes de velas, litros de ron y brandy, agua colonia, jabón, tabaco y diversos paquetes de ofrendas de los visitantes. Frente a la mesa ha sido colocada una baranda en cuya parte superior nos indicó que cada uno de los visitantes prendiese una vela.


Luego de prender su propia vela, se persignó y en actitud sumisa se prosternó ante los santos. Al concluir dijo que podíamos partir, y preguntó si alguno de los presentes tenía alguna ofrenda. Uno tomó un paquete y se lo entregó. Nos dio un paquete de velas y partimos.


Caminamos como veinte minutos y llegamos a una quebrada que brota de la montaña, y la cual es de bastante caudal .Allí nos dijo que para penetrar en el Palacio debíamos pedir permiso a los Guardianes. Como el cauce de la quebrada no per mite el acceso al interior, a un metro de altura en la roca han abierto una oquedad que da a la quebrada en el interior de la roca. Ante esta oquedad se persignó nuevamente y después de rezar encendió una vela. Tomó un frasco de agua colonia del paquete que le habían entregado, lo destapó y roció la quebrada Tomó luego una mulita de ron del mismo paquete y siguió la aspersión. Luego le dijo al hijo que penetrara en la quebrada y que les prendiera una vela a los Guardias. Este se introdujo en la aquedad y nosotros lo seguimos descalzos por el lecho de la quebrada en el interior de la roca. El piso es de una piedra amarilla, el agua cristalina, el calor insoportable. Avanzando unos tres metros por el agua, prendimos las velas. Soterano hijo nos dijo que los espíritus apagaban las velas, lo cual sucedió al poco tiempo debido al enrarecimiento del aire. Subió un poco por una estrecha ranura y en lo alto prendió otra vela, que también se apagó Bañados en sudor salimos a la superficie.


Soterano padre dijo que ya podíamos penetrar en el Palacio, porque los Guardias habían dado permiso. Su hijo nos dijo que en un pequeño pozo que formaba la quebrada había estado hace poco la reina bañándose y conversando con ellos. Ascendimos un poco y llegamos a la boca de una pequeña cueva evidentemente descubierta por ellos y sin ningún interés. Muy cerca de la entrada se encuentra una cruz de madera con una guirnalda de papel. Allí se repitieron los rezos y las aspersiones de agua colonia. Al pie de la cruz estaban unos tabacos y unas monedas y restos de velas que habían sido encendidas. Allí se dejaron velas y nos dijo que podríamos seguir al interior.


Casi gateando penetramos unos cinco metros en un sitie muy oscuro y caluroso. En el confin interior se encendieron las velas que quedaban. Allí nos dijo- estaba la Virgen en la roca, y nos la señaló. Le dijimos que, pese a las luces, no veíamos nada, pero él se obstinó en señalarnos la cara, el cuerpo y las piernas. Evidentemente se trataba de un alucinamiento. Allí había también muchos tabacos. Se dejaron frascos de ron, de agua colonia y velas encendidas. En el piso había también unos cinco bolívares en moneda fraccionaria y unos collares hechos de monedas antiguas de Venezuela que habían sido horadadas. También había cartas. Una de ellas, que leímos, iba dirigida a don Toribio por un devoto, quien le pedía que le ayudara a sacarse un cuadro con seis caballos y que si obtenía la gracia le levanta ría un palacio digno de su memoria. Nadie nos dijo quién había sido don Toribio, ni a qué se debía el culto que le rendían. Agotados por el calor salimos a campo abierto.


Don Pedro Soterano nos dijo que algunas personas habían ido tullidas a ese palacio y que después le bañarse en la quebrada habían sido sanadas.


Así terminó esta excursión realizada el viernes santo, 16 e abril de 1954.

V. Güerere


MARIA LONZA


En el caserío Avispero, Municipio Guarico, Lara, dicen de María Lonza tal como la llaman- lo siguiente:

Es una señora como de 40 años, morena clara, pelo largo, negro y liso, más bien gorda que flaca, alta; es bastante seria, cara redondeada, sus facciones son como las de una mujer de los campos de Lara (no negra), es muy aseada, viste de blanco o morado, la cabeza suele tenerla envuelta en una tela blanca, burda como la del traje.


Vive en el cerro de El Llorón, en cuya cima hay casi siempre neblina o nubes. En este cerro existen bosques ricos en palmeras; la casa de María Lionza está en la parte media de la altura del cerro; se encuentra rodeada de sabanas; antes de la casa hay una gran peña en la cual habita una gran serpiente que sale al encuentro de quienes pretenden visitar a María Lonza, el visitante deberá dejarse besar de la serpiente y debe también dejarse hacer lo que ella quiera; entonces la serpiente regresa a su roca El visitante sigue adelante y llega a la casa de María Lonza, en donde lo recibe una hija de María Lonza, si el visitante es un hombre; o un hijo, si el visitante es mujer. Entonces le ponen de comer al visitante y lo ponen a dormir; a media noche María Lonza se presenta y despierta al visitante dormido. El visitante, quien para el efecto ha llevado una gallina grifa o riza, pan de Tunja, tabaco, perfumes y vino, le ofrenda todo eso y le pide bienestar y riqueza; ella le da un sajumerio" (sahumerio) y una moneda. Esta moneda será inagotable en manos del peticionario, quien dispondrá así de todo el dinero que quiera. Las ofrendas a María Lonza deberán repetirse cada 3 ó 6 meses; algunas personas lo hacen cada 8 días. El sahumerio se aplica a la ropa del visitante, quien deberá quitársela y entregarla a María Lionza para el caso; ella la trata y se la devuelve al adepto, quien en tanto permanece desnudo, en un cuarto oscuro en donde se efectúa todo esto, sin que el oferente haya visto a María Lonza, a causa de la oscuridad. Esto tiene lugar en el mismo cuarto donde él estaba durmiendo. Entre María Lonza y el visitante no existen relaciones sexuales, pero si la hija de María Lionza se enamora de ese hombre, o si el hijo se enamora de la visitante, según el caso, entonces, el uno o la otra deberán quedarse en la casa de María Lonza hasta que la hija o el hijo de María Lonza quieran, y llevar con ellos relaciones sexuales. María Lonza tiene pavos, gallinas grifas y palomas; no le gustan las vacas, ni los cochinos, ni otras clases de gallinas. Después del sahumerio María Lionza se presenta al oferente, y es entonces cuando éste la puede ver.

Uvenza de Yepes, 21 años, natural de Avispero, Guarico, Edo. Lara. 22-11-53.


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