La Negra Matea, hija y nieta
de esclavos, nacida el 21 de septiembre del año de 1773, al sur de San José de
Tiznado, estado Guarico; era un pequeño pueblo ubicado en pleno corazón de
Venezuela, allí, donde se encontraba el Hato El Totumo, propiedad de Don Juan
Vicente de Bolívar y Ponte, padre de nuestro libertador.
Al igual que el resto de los
esclavos, llevaba el apellido de su dueño. Matea se encargó de los quehaceres
de la hacienda, de cuidar y encargarse de Simoncito, contarle cuentos, leyendas
y divertirlo con algunos juegos de la época.
Matea Bolívar apenas era 10
años mayor que Simón.
La Negra Matea vivió entre
la hacienda El Totumo y la residencia caraqueña de los Bolívar. Desde muy niña
trabajó como aya de los Bolívar más pequeños. Fue ella quien lo llevó en sus
brazos hasta la pila bautismal; y junto con la negra Hipólita, cuidó y dio amor
al niño Simón.
A
finales de 1782 se supo que Doña María de la Concepción estaba encinta, y como
se esperaba, su condición física la amarraba a una triste situación: la madre
no podía regalarle a su criatura ni siquiera unas gotas de su leche. Según los
familiares y allegados, “dos motivos había para tan severa realidad: no tenía
alimento y si lo tuviese estaba tuberculosa y no podía proporcionárselo”. Por
estas razones, como Don Juan Vicente había previsto, se iniciaron los
preparativos de casamiento de la Negra Hipólita con Mateo, un esclavo joven,
bueno y lleno de vigor que había enviudado recientemente. Hipólita quedó
embarazada, pero daría a luz un mes después que su ama, lo que ocasionó la
búsqueda transitoria de una “ama de leche” que ofreciera el primer e ideal alimento
al recién nacido.
Cuando nació Bolívar, su madre
no pudo amamantarlo por fuertes quebrantos de salud, por esto se vio en la
obligación de buscarle una nodriza a su hijo. Primero recurrió a su amiga la
cubana Inés María Mancebo de Miyares, y luego mandó a llamar a la Negra Hipólita,
esclava de la hacienda El Ingenio (acababa de dar a luz), propiedad de los Bolívar ubicada en San
Mateo.
Matea e Hipólita fueron muy
queridas y recordadas por el Libertador en cartas posteriores: Desde el Cuzco,
el 10 de julio de 1825, Bolívar envió a su hermana María Antonia una carta que
revela el sentimiento de gratitud que el Libertador guardó por la Negra Hipólita:
"...Te mando una carta de mi madre Hipólita, para que le des todo lo que
ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha
alimentado mi vida"…
Al morir Doña Maria
Concepción Palacios, en 1792, Matea fue asignada a Maria Antonia Bolívar,
hermana de Simón, de esta manera se encargó de las nuevas generaciones Bolívar.
“Duélmete mi niño/ Mi niño
Simón/ que allá viene el coco/ con un carrerón/ Mira que tu mae/ con sus
hermanitos/ Salió a San Mateo/ Salió tempranito/ Duélmete Simón/ de mi corazón/
Te doy mazamorra/ también papelón/ Tú sí eres inquieto/ Mi niño por Dios/
Arroró mi niño/ arroró mi sooó/ Duélmete mi niño/ mi niño Simón”. Se decía que
así le cantaba a Simón Bolívar en su infancia la negra Matea.
Años después, cuando Simón
regresó de Europa casado con Maria Teresa Rodríguez del Toro, se llevó a la Negra Matea de vuelta a San Mateo. En
esa misma hacienda, lloraron juntos la muerte de Maria Teresa, quien fue
victima de la fiebre amarilla.
Según ella misma relató,
presenció en 1814 el ataque de José
Tomás Boves y el sacrificio del Capitán Antonio Ricaurte en la hacienda de San
Mateo.
Debido a las persecuciones
de los españoles, tuvo que huir con María Antonia a la Habana, donde se quedaron
hasta 1823.
El 28 de Octubre de 1876,
Matea fue invitada a asistir al traslado de los restos de Bolívar desde la
Catedral de Caracas hasta el Panteón Nacional. El mismo Antonio Guzmán Blanco,
el presidente, en ese entonces, de Venezuela la llevó del brazo y al acercarse
al monumento exclamó con dolor: “¡Hijo mió, hijo mió!”.
El 29 de Marzo de 1886,
muere en Caracas y sus restos reposan en la cripta de los Bolívar, en la
capilla de la Santísima Trinidad, en la Catedral de Caracas.
Desde marzo de 2008, el
Despacho del Viceministro para África del Ministerio del Poder Popular para
Relaciones Exteriores a cargo del profesor Reinaldo Bolívar viene desarrollando
una campaña para que los restos de Matea e Hipólita sean trasladados al Panteón
Nacional, junto a el Libertador, campaña que la Fundación Afroamiga respalda
por considerar que estas dos mujeres desempeñaron un papel muy importante en la
vida Simón Bolívar.
A propósito de esta campaña
durante una conferencia que dictó el Viceministro en Altagracia de Orituco,
estado Guárico, en julio de 2008, refirió que “cuando yo les digo a ustedes que
lo enseñaba a caminar, a hablar ¿quién hace eso? Una maestra de preescolar. Por
eso nosotros sostenemos que Matea fue la primera maestra informal del
Libertador Simón Bolívar. Hubo otros grandes, claro,
Rodríguez, Bello, el Padre Sanz, todos los demás, pero Matea fue la primera, la
que le enseñó sus primeros pasos y dice
la leyenda popular que Bolívar se refirió en 1827, cuando regresó a
Caracas, a sus negras porque las llamaba
“mis negras”. Pregunta por Hipólita:
“¿Dónde está Hipólita que me dio de comer? ¿Dónde está Matea que me enseñó mis
primeros pasos?” Y siempre estuvieron con Bolívar en las buenas y en las
malas”.
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