viernes, 13 de enero de 2017

Mito y culto de Maria Lionza




Por: Teresa Brandt
teresabrandt@cantv.net

Enlace en la confraternidad universal de las creencias del colectivo. Imagen de la vida y soberana de los mundos internos y externos; encarna en una trilogía sincrética, junto a las figuras del Negro Felipe y Guaicaipuro

En Venezuela, localizado específicamente en la población de Chivacoa, estado Yaracuy, existe una montaña que forma parte de un monumento natural. Allí, en la Montaña de Sorte, nace un mito que se ha extendido por toda América. Se trata del mito y culto a María Lionza, mejor conocida como la “Reina Maria Lionza”. Comprenderlo para los que no han nacido en este país de exótica flora y fauna y de extraordinarios relatos, quizás no sea tan fácil. Para los que nacimos aquí y en mi caso particular, que nací y vivo muy cerca de donde crece el culto, es parte de mi vida cotidiana.

Explicarlo, escribir o investigar sobre el Mito de María Lionza es tarea harto ardua. No porque no existan bibliografías sobre el tema, sino más bien por los innumerables artículos, investigaciones, programas de televisión, documentales, testimonios y experiencias personales que el escaso conocimiento espiritual no permite comprender, y que, finalmente abarrotan de información al investigador.

No obstante, y para empezar a ordenar las ideas, hablemos del mito. Uno de los autores más respetados es Gilberto Antolinez, reconocido como uno de los pioneros y versados en la historia de María Lionza. Antolinez publicó la versión más antigua del mito en la revista Guarura, en 1939. La versión de Antolinez cuenta “que para el fin de la cosecha, los nirguas del núcleo principal de la tribu, recibieron de su gran piache o moján un doloroso presagio: que a un cacique de la tribu le nacería una niña con los ojos de tan extraño color que, de mirarse en las aguas de la laguna, no podría ver sus pupilas. Además, tan pronto como esta niña de ojos de agua se viese espejada en alguna parte, por el doble hueco de la imagen brotaría una monstruosa anaconda, que causaría la ruina de los nirguas”.

Fue tan grande la aflicción de la tribu que desde entonces, cada vez que a un cacique le nacía una niña, pasaba angustia de muerte hasta que le anunciaban que, como siempre, en las mujeres de su raza, la recién nacida tenía los ojos negros. Para evitar que se cumpliera el horrible presagio, sólo la madre y sus guardianas tenían permitido ver a la niña a quien le estaba prohibido tener cualquier lámina pulida que pudiera servir de espejo. Pero llegó el día en que se cumpliría la profecía. La doncella de los ojos de agua salió en un descuido de sus cuidadores y llegó hasta la orilla de la laguna encantada. Se miró en las aguas profundas y de repente empezó a moverse el agua y a producirse un remolino. Fue transformándose el rostro de la joven en serpiente. Así se convirtió en la anaconda, dueña del agua, quien fue creciendo hasta hacer que las aguas se desbordarán. Se extendió tanto que llegó hasta el valle del Yaracuy (centro occidente de Venezuela) por un lado y por el otro, hasta el lago de Tacarigua (hoy de Valencia).”Tanto creció la sierpe, que finalmente estalló dando un roletazo, vibró; se desmadejó y quedó inerte, la cola en Sorte, cerca de Chivacoa (estado Yaracuy), y la cabeza en Tacarigua (estado Carabobo)”.

Pero ésta no es la única versión que existe sobre el mito. Hermann Garmendia, citado por Manara, señala que “María Lionza fue una dama española que vivió en Barquisimeto (ciudad ubicada al occidente del estado Yaracuy), a mediados del siglo XVIII, y cuyo verdadero nombre era María Alonso” Se basa el cronista en un documento encontrado en las viejas Escribanías del Registro Principal del estado Lara y que data de 1750, donde se asienta un traspaso de una hacienda de cacao destinada como fuente de recursos económicos al convento de San Francisco, en Barquisimeto. Por su parte, Francisco Tamayo coincide con Antolinez en que “María Lionza en su aspecto más antiguo fue una divinidad del ciclo cultural matriarcal libre difundido por los arawak, fortalecido más tarde por el patrón de las divinidades femeninas chibchas de Cundinamarca, tales como Bachué, Furachoque, Chía, Yubecayguaya”.

En cambio, Rodríguez Cárdenas, citado por Manara “no acepta de plano que el mito de María Lionza sea de origen indígena, sino que es fruto de la inventiva del pueblo –“el pueblo indio, el pueblo negro, el pueblo de todos los colores”, descripción muy acertada de nuestra mezcla étnica y cultural. Manara también cita a Juan Pablo Sojo, para quien es evidente que el mito es de origen negroide, y resalta la semejanza entre María Lionza y Yemanyá. Basa su argumento en que el mito cosmogónico de los negros Yorubas del África occidental fue traído a América por los esclavos, quienes en Brasil muy pronto observaron la analogía entre Yemanyá y la Uyara de los indígenas.

Tal como lo señala Barreto, el mito encarna al menos tres diferentes órdenes: un orden mítico-religioso, un orden histórico y otro de ficción e invención del recopilador. Añade la autora, que el mito de María Lionza es “una historia legendaria de múltiples variantes que, al ser registrada por escrito, comienza a sufrir deformaciones, (..) sin embargo, el hecho de pasar por una etapa de composición literaria no significa que el mito de María Lionza pierda su sustancia mítica-sagrada y no sea más que literatura”.

Uno de las explicaciones más aceptadas es que el mito tiene sus orígenes en los grupos prehispánicos caquetíos y Jirajaras, etnias que poblaron el occidente venezolano en lo que hoy corresponde a los estados Falcón, Lara, Yaracuy y Cojedes. El culto a las lagunas, a sus dueños y sus encantos, el uso de las cavernas como lugares consagrados a los rituales y los que relacionan la inundación con el fin y resurgimiento del mundo indígena, son algunos de los elementos propios de los antiguos mitos y cultos indígenas.

La resistencia que tuvieron estas creencias presentes en la esencia religiosa de cultos y prácticas como María Lionza, no es extraña. Los testimonios de los cronistas de la época reflejan que los grupos étnicos mayoritarios al momento de la conquista fueron los caquetíos y los jirajaras. Barreto explica que en el censo levantado en 1776, en ocasión de la visita del Obispo Martí a estas zonas geográficas, las cifras de pobladores era la siguiente:
Indios en el pueblo 800 Indios fuera del pueblo 500 Vecinos españoles en el pueblo 80 Vecinos españoles fuera del pueblo 685

El exceso en cantidad de población de los indígenas y la prohibición de uniones entre éstos y otros grupos étnicos, hizo posible que las creencias de los primeros se mantuvieran más puras. Luego, tras la estabilización de la conquista, se estrechan las relaciones entre los diferentes grupos raciales, dando origen al mestizaje. Esto favoreció que los indígenas transmitieran gran parte de su tradición cultural, la que a su vez, se mezclaría para dar origen entre muchos otros, al culto que hoy conocemos como María Lionza. Tomando las palabras de Marcel Mauss, citado por Barreto, aunque personalmente difiero del concepto de religión dado al culto, el mito fue “sujeto a necesarias y nuevas interpretaciones que fue creando algo así como un mito de ese mito, configurándose como la religión de salvación colectiva que, en los años siguientes, se extiende a toda la geografía del país hasta llegar a ser hoy, la religión más popular de Venezuela, y que traspasando sus fronteras, ha penetrado en los países vecinos.

Del Mito al Culto,... no hay gran trecho

Mito y Culto están íntimamente relacionados. El culto de María Lionza parece ser producto de un proceso lento de acumulación que recoge rituales ancestrales indígenas, africanos y europeos; que se hacen sentir en las primeras décadas del siglo veinte y que dio origen a la deidad que hoy conocemos: la Reina María Lionza.

En su composición interna, el culto obedece a una jerarquización a través de las denominadas cortes: la principal, integrada por la Reina María Lionza, el indio Guaicaipuro y el negro Felipe, en una perfecta trinidad sincrética. A ésta se subordinan las demás cortes, como la india, conformada por los diferentes caciques venezolanos; la médica donde está el Dr. José Gregorio Hernández, famoso medico nombrado “venerable” por el Vaticano y por quien se lucha desde hace años para su canonización, José María Vargas y Luis Razetti; la Vikinga; la africana, constituida por las siete deidades yorubas, Changó, Ochún, Eleguá, Yemayá, Adcitada; entre otras. Asimismo, los espíritus que conforman estas cortes se han sincretizado, al incorporar elementos de otras culturas.

Reconocidos artistas, personajes populares, héroes legendarios como Simón Bolívar son parte de los espíritus con los cuales se puede conversar a través del “cajón” o médium en cualquier sesión espiritista.

El propósito del culto, es la cura física y espiritual de los practicantes y creyentes, además de un fin muy utilitario, como es solicitar prosperidad en los negocios, el trabajo, el amor y las relaciones sociales. El acceso al culto, ya sea como practicante o creyente, se desarrolla de acuerdo a un complejo ceremonial. Esto incluye la iniciación (desarrollo espiritual del banco o sacerdote), las coronaciones (bautismo), o la simple consulta. El tiempo que dure la iniciación va a depender de la capacidad de cada persona o de lo que en el argot del culto de le denomina “luces”, es decir, poder para comunicarse con el mundo de los muertos.

El centro principal de la práctica de este culto es el Monumento Natural María Lionza, conocido también como la Montaña de Sorte y Quibayo, decretado el 18 de marzo de 1960. Está ubicado en la población de Chivacoa, estado Yaracuy; dentro del Macizo de Nirgua. Existen otros lugares para la práctica del Culto como Agua Blanca, en el estado Portuguesa, “además de la gran cantidad de centros existentes en todo el país donde se atiende a una población de miles de personas, que se mueven desde cualquier parte del territorio nacional y también desde Colombia, las Antillas Holandesas, República Dominicana y Trinidad y Tobago” (Acosta y Guanipa).

Las curaciones se realizan tanto en centros urbanos como en los lugares naturales donde se enfoca el culto: Sorte, Quibayo o cualquier otro. Cuanto se trata de trasladarse hasta estos sitios, los pasos del preceremonial consisten en la preparación de la caravana, es decir, grupo de asistentes, organizada por el director del centro espiritual. Al llegar se elige el lugar en donde se realizará la ceremonia, el cual se purifica antes de proceder a la instalación del altar. La limpieza se realiza con pólvora, agua bendita, amoníaco, tabaco e incienso. A continuación se monta el altar con la iconografía de las diferentes cortes, las velas y las ofrendas, que incluyen comidas, bebidas espirituosas, flores, frutas, cigarros, etc. y se elaboran los oráculos magnéticos, especies de símbolos que se dibujan en el suelo y que tienen poderes especiales, conforme al caso o consulta. Terminado esto, se comienza la sesión (ceremonia) que consta de velaciones, consultas o coronaciones, según corresponda.

Al comenzar la ceremonia, hay toques de tambores y se entonan cantos y rezos con el fin de invocar a los espíritus. Al incorporarse (entrar en trance) el médium, se comienza con la sesión de consultas y curas. La comunicación entre el creyente y el espíritu se realiza a través del triángulo: creyente-oficiante (médium)-espíritu; el banco también sirve de enlace entre el creyente y el espíritu. Según las investigaciones de Acosta y Guanipa, este triángulo es guiado por la trilogía universal: padre, hijo y espíritu santo.

El culto de María Lionza se sustenta a través de la narración oral, que “le confiere a la vez continuidad y posibilidad de libre interpretación del mismo por parte de oficiantes y fieles” (Perera). Sin embargo, para que la tradición se sostenga se “mantienen algunos dogmas, aceptados por la casi totalidad de los creyentes que reconocen la existencia de un Dios Todopoderoso de donde dimana toda la fuerza sobrenatural de las divinidades”. El carácter de las prácticas no es incompatible con el catolicismo, inclusive la mayoría de los creyentes y practicantes, dicen ser católicos devotos. En este punto, es importante resaltar la presencia de divinidades católicas en los altares, como por ejemplo, el Sagrado Corazón de Jesús, Santa Bárbara, La Virgen del Cobre y la consecuente participación de los creyentes en ceremonias cristianas como San Juan Bautista o la procesión de la Divina Pastora, extraordinaria expresión de fe que se realiza cada año en Barquisimeto.

Aunque algunos autores han constatado que la práctica del culto corresponde a los sectores más desposeídos de la población, esta aseveración ha sido declarada como falsa por muchos estudiosos del tema. Pollak-Eltz señala la participación en el culto de creyentes de diferentes extracciones de clases y niveles de instrucción. Esta característica fue observada personalmente durante la presente investigación, cuando se visitaron los centros espirituales. Los consultados corresponden a diferentes sectores sociales y profesionales, lo que importa parece ser la necesidad de cura o ayuda espiritual, la cual es común para todos los seres humanos.

Patrimonio Cultural del pueblo venezolano

El mito de María Lionza no pertenece al campo cultural académico, por cuanto es una historia producto del sincretismo de las contribuciones de los indígenas, los negros y los europeos, en los tiempos coloniales; aunque se adscribe al complejo mundo mítico de los aborígenes. No obstante, Daisy Barreto, explica que en los hechos que confluyeron en la transformación de una antigua creencia y leyenda local, para la conformación de un culto nacional a la india María Lionza y los caciques venezolanos, está la búsqueda del reconocimiento de los valores étnicos-culturales de los grupos minoritarios (indígenas), destacando la naturaleza heroica del indio, fue elaborado por los intelectuales de mediados del siglo XX.

Así, a pesar de las limitaciones del momento histórico (época de la dictadura gomecista venezolana: 1908-1935), hubo en las primeras décadas del siglo XX valiosos aportes de intelectuales, entre los que se cuentan escritores, pintores, músicos y estudiosos de nacientes disciplinas que movidos por un sentimiento nacionalista de solidaridad hacia lo indígena y lo autóctono e influenciados por los movimientos intelectuales de países como Perú, México y Ecuador, produjeron tesis muy polémicas, fructíferas y estimulantes sobre el tema indígena (Barreto). La Revolución mexicana y los muralistas de ese país, influyeron en el conocimiento, interpretación y desarrollo del mundo indígena. Por sólo nombrar algunos, se pueden citar: en literatura: Eduardo Blanco, José Rafael Pocaterra, Rómulo Gallegos, Manuel M. Rodríguez; escultura: Alejandro Colina, Eloy Palacios; música Pedro Montesinos, María Luisa Escobar; poesía: José Parra, entre muchos otros.

La escogencia de los temas mitológicos autóctonos por estos renombrados intelectuales le dio otra connotación al tema, pero también por otra parte, surgieron otras corrientes que contaminaron la imagen del indio con ideas racistas, especulaciones, invenciones e interpretaciones negativas.

En la actualidad, existe una industria elaboradora de mensajes ligados con el mundo esotérico que se ha ido masificando de una manera organizada. En este sentido, uno de los principales canales de televisión venezolanos transmite un programa de televisión de alta sintonía; donde existe manifiesta manipulación de los ceremoniales del mito, curaciones, “recetas” y elementos del culto. Además del mercado de productos utilizados para limpiezas, sanaciones, la suerte, el amor, el trabajo, la dominación, etc; unido a la proliferación de las llamadas perfumerías esotéricas.

Sin embargo, mito y el culto de María Lionza traspasan las fronteras de este campo cultural. Como dijera Marcel Mauss: “se ha configurado como la religión de salvación colectiva (...),se extiende a toda la geografía del país hasta llegar a ser hoy, la religión más popular de Venezuela, y que traspasando fronteras ha penetrado en los países vecinos”.

Desde el punto de vista puramente del mito, tampoco puede hablarse de un “pequeño espacio del tejido social rigurosamente delimitado” (González); ya que el mismo corresponde a una mezcla de creencias cuyo soporte lo constituye el vivir religioso de los pobladores prehispánicos, que abarca una geografía desde Cundinamarca (Colombia) hasta la Amazonia.

Aunque el mito tiene su origen en lo que se ha llamado “Campo Cultural de los sectores Dominados”, al transformarse en lo que es ahora, concuerdan en él, las clases sociales popular y no popular. Pollak-Eltz (1966), señaló esta característica en sus trabajos de campo, al notar que los fieles se originan de diferentes extracciones de clases y niveles de instrucción.

Tanto el mito como el culto permanecen en la actualidad en los mismos lugares sagrados de los antiguos aborígenes, es decir, los sitios montañosos y cavernas, particularmente, las montañas de Sorte y Quibayo, en el estado Yaracuy. Dado esta característica, existe una estrecha relación con la naturaleza cuya presencia es determinante en la práctica del culto. No obstante, la existencia de centros en todas las ciudades (grandes o pequeñas) del país lo determina de forma coincidente, con un entorno urbano.

Según Barreto (1997), el mito de María Lionza no es un relato que viene transmitido fielmente por la tradición oral, sino que es un relato transmitido por la tradición escrita y con añadidos del recopilador. No obstante, el núcleo central del sentido del hecho cultural tradicional está realizado con las derivaciones, fragmentos y restos de lenguajes anteriores (época de la conquista), combinados con elementos religiosos propios de la cultura indígena de los pobladores del centro occidente del país.

El análisis etnolingüístico de las diferentes versiones del mito que conforman la estructura mítico-religioso subyacente, se relaciona al vivir religioso de los pobladores indígenas prehispánicos; esta estructura sufre transformaciones en su composición para convertirlo en la actualidad, en un mito criollo. Aunque el estudio del mito desde diferentes teorías culturales, es singulary parece encajar dentro de cada una de ellas; el elemento más extraordinario lo constituye la experiencia del desarrollo o práctica espiritual. Esta se manifiesta en el iniciado a través de la incorporación de espíritus de las diferentes cortes, quienes bajan con el único y especifico objetivo de la ayuda y/o la curación.

Dotado de características tan especiales: el mito, el culto y/o la figura de la Reina, es ahora merecedor del título de “Patrimonio Cultural de Venezuela”, galardón que aunque no la despoja de los prejuicios que propios y extraños le tienen, le gana un honor mas en la lista de los que ya los fieles le han conferido. Mientras tanto, la Reina, permanece ecuánime, libre sobre su danta, como duende celoso que soberano gobierna en las boscosas montañas de Sorte en Yaracuy.

Publicado originalmente en CARIBENET.INFO

Junio 2004

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