domingo, 15 de enero de 2017

Orígenes del mito y culto a María Lionza




Por: Yolanda Josefina Salas Dávila


¿Quién que transita por los predios de Sorte no se pregunta sobre los antecedentes históricos y culturales de esta geografía mítica poblada de seres encantados, lagunas y cuevas sagradas?

Una revisión de la toponimia de la región arroja información significativa. En 1782, el nombre de Nuestra Señora María de la Onza del Prado de Talavera aparece en el informe del obispo Mariano Martí designando una de las parroquias de Nirgua. Y en el informe de Hablaos, del año de 1778, se señala a la serranía de María Alonzo como límite divisorio entre Yaracuy y Lara. Luego, a comienzos del siglo XIX, en el documento Estadística de la Provincia de Barquisimeto 1833-34 aparece el topónimo María Alonso, designando un cerro alto, que es el mismo que en los mapas de este siglo aparece como montaña de María Lionza, en cuya margen derecha está ubicado el cerro de Sorte. Se sabe que en la ladera de esta montaña se fundó en 1694, en el lugar de Chivacoa, una encomienda de indios Caquetíos y Chipas. Y del censo realizado por el obispo Martí en el año de 1782, nos enteramos que predominaban los descendientes de Caquetíos por encima de la población blanca, negra y mulata. El mismo obispo reseña además la renuencia de los indígenas a ser adoctrinados y sometidos a “pueblo de misión”. Otros documentos de la época reportan el uso ceremonial de cuevas y de otros lugares sagrados en las montañas cercanas al pueblo de Chivacoa.
¿Qué nos cuenta el mito?
Gilberto Antolinez no solo se ocupó de historiar la filiación cultural del sistema de creencias asociado a la mítica figura María Lionza, vinculándolo con concepciones indígenas prehispánicas, conservadas en la memoria de una población mestiza de origen predominantemente
indígena, sino que la misma reconstrucción y recreación literaria de la leyenda que él ofreciera se convirtió en un mito fundacional de identidad nacional, que resalta las raíces culturales y étnicas sobre las que debía fundarse la nación.
Una versión resumida del mito contada por Antolinez y publicada en 1945 narra la historia de una hermosa doncella encantada de los Nívar que Antolinez escuchó de
mozo. Sucedió que un piache de los indios Jirajara-Nívar presagió que vendría al mundo una doncella, hija de cacique, de ojos de color de agua, que de verse espejados, harían surgir una monstruosa serpiente que causaría la ruina de los Nívar. Poco antes de la invasión española, llegó el tiempo que la profecía se cumpliera. Nació la doncella de pupilas color aguamarina y jade. Para superar el descontento de sus tributarios, que pedían a la doncella como ofrenda para ser sacrificada al genio
dueño tutelar de la laguna, el jefe decidió recluirla en un lugar secreto bajo la guardia de 22 jóvenes guerreros, que debían impedir que la doncella viese su rostro reflejado en lámina espejada o agua alguna.
Llegó el día nefasto que los jóvenes guerreros cayeron en un sueño profundo causado por el vaho de la sierpe de las aguas que clamaba por su víctima propiciatoria.
La doncella caminó a tientas, cegada por la luz, hasta la laguna sagrada, donde, por primera vez, vio reflejado su rostro, pero de las pupilas se asomaban un par de abismos que conducían al inframundo. Y de pronto, de los abismos, empezó a surgir un movimiento en remolino y el rostro reflejado de la doncella tomó forma de serpiente y de las espirales crecía un cuerpo que terminaba en cola batiente. La anaconda, “dueña del agua”, estaba allí. Un grito de la doncella se oyó retumbar en toda la falda de la Sierra Nívar, hasta que ella se sumergió en las aguas y desapareció en el preciso lugar donde sus ojos se vieron reflejados.
La laguna desbordaba sus aguas a medida que el Dueño del Agua ocupaba su lugar, los Nívar tuvieron que huir de la terrible inundación causada por la furia del monstruo, dejando atrás sus casas, templos y sembradíos.
Tanto creció la serpiente que estalló, un gran coletazo la desmadejó: la cola quedó inerte en Sorte, cerca de Chivacoa y la cabeza en Tacarigua, donde hoy en día está el altar mayor de la catedral de Valencia.

Bibliografía
Barreto, Daisy. 1998. María Lionza. Genealogía de un mito. Caracas.
Tesis Doctoral. Universidad Central de Venezuela.


Publicado originalmente en:
http://www.venezuelatuya.com/religion/

http://www.elmaisanco.com.ve Biodiversidad Elmaisanco-La Marroquina, Vol. 2 Nº 1, Pag. 6 

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