Caracas
es otra sin María Lionza
Edward
Sarmiento/esarmiento@diariolavoz.net
La Diosa abandonó,
momentáneamente, su lugar en la Autopista del Este. Muchos creen en ella.
Muchos no. Pero todos, absolutamente todos, están de acuerdo en que la capital
no puede vivir sin ese pedestal de magia que envuelve los misterios más
importantes de la cultura nacional El que Rubén Blades le haya dedicado una
canción no hace sino corroborar la importancia que para la capital de la
república tiene la estatua de María Lionza. Que se haya derrumbado, por
negligencia, por vieja, por deteriorada, por falta de mantenimiento, no hizo
sino aflorar el sentimiento de un culto que, la mayoría de las veces oculto,
vive intensamente en la sociedad venezolana.
María Lionza, reina de los
venezolanos, es, a su vez, la reina preferida de los espiritistas, gente que
dice comunicarse con el alma de los que ya murieron. De allí ese halo
misterioso de reina divina. De allí su influencia en el pueblo venezolano. De
allí la curiosidad que despierta en todos. Al momento que se resquebrajó, llamó
la atención de todos. Unió, si se quiere, a todos los venezolanos, aunque fuera
por un momento; unos por sus creencias, otros por el arte, muchos por la
política que sacude al país en estos tiempos.
Todos, y es lo verdaderamente
relevante, estuvieron de acuerdo que el ícono no sólo no merecía esa suerte,
sino que la ciudad perdía parte de su encanto sin esa mujer cabalgando su
danta, imponente. Eliminar a María Lionza sería equivalente a eliminar el Hotel
Humboldt, o eliminar el Hospital Universitario de Caracas, cerrar el Estadio
Universitario o derrumbar El Nuevo Circo. El hecho es que, por cultura, por
arte, por magia, sucedió algo que nadie quería. Es evidente que nadie deseaba
ver a la diosa mágica en ese estado, al punto que hoy se encuentra en un taller
"de cirugía", pasando por restauraciones obligadas, con todos los
ojos de Venezuela encima de sus restauradores.
Apenas caída sobre su cintura,
la realidad estalló en la cara de los venezolanos. Había que hacer algo. Había
que evitar que el ícono se perdiera. Había que unificar criterios para que
Caracas no perdiera parte de su encanto. Hasta fracturada, con mensaje o no, la
diosa ha dejado un legado. Ha reclamado la unión de todos. Quizás esa fractura
sí dio un mensaje, el de la unificación de los venezolanos, obligó a la
discusión, obligó a la toma de discusiones y forzó al esfuerzo de todos por una
única causa. Y mientras esté en el taller de restauración, Caracas tendrá un
vacío.
La autopista "Francisco Fajardo" no es la misma sin ese
pedestal. Pasa Rubén Blades y no se lo cree. La capital no es la misma sin la
diosa, a pesar que su ubicación "sui generis" también es tema de
debate. Se dice que fue colocada allí para evitar que sus seguidores le
hicieran ofrendas (y se las hacen) y convirtieran su pedestal en un altar (que
lo es, de todos modos). Hoy, la reina pasa por un tiempo de restauración, largo
tiempo de restauración. De seguro, cuando regrese, todos irán a verla. Ahora
mismo, ya es ganancia que el dilema que se vive en torno su efigie, haya
provocado un tema de unión entre los venezolanos, un tema de coincidencia entre
las partes más contrarias.
Aunque unos hayan querido hacer algo y otros no los
hayan dejado, todos querían hacer de su restauración un símbolo de restauración
de la paz y del encuentro entre hermanos.
Diosa de Sorte
La montaña de Sorte,
ubicada cerca de Chivacoa, en el estado Yaracuy, es uno de los lugares más
visitados por los peregrinos durante la Semana Santa. Los devotos acuden allí
con el fin de hacerle peticiones a María Lionza, las cuales pueden ir desde la
cura de enfermedades y la solución de problemas de amor, hasta la obtención de
riqueza o poder. Los creyentes eligen un rincón en el bosque o un recodo en el río
para construir un altar desde donde invocarla. Usualmente lo decoran con
fotografías, figuras y estatuillas, vasos con ron o aguardiente, tabacos,
cigarrillos en cruz, flores y frutos.
María Lionza, considerada en el mundo del
espiritismo la reina de las cuarenta legiones, formadas por diez mil espíritus
cada una, es quien preside el altar. Junto a ella se coloca a Guaicaipuro,
cacique que luchó valientemente contra los conquistadores españoles en el valle
de Caracas y líder de la Corte Indígena; y a Negro Primero, el único negro con
rango de oficial en el ejército de Simón Bolívar, quien dirige la Corte Negra.
Se le suele representar como una bella señora vestida con un manto azul, plumas
de colores y joyas, sentada sobre grandes boas o dantas y acompañada de pumas,
jaguares o chivos. La leyenda señala que María Lionza manifiesta su presencia a
través de una mariposa azul.
Nace una leyenda
El culto a María Lionza se
remonta al siglo XV, antes de la llegada de los españoles a Venezuela. Para ese
entonces, los indígenas que habitaban el territorio que actualmente conforma el
estado Yaracuy, veneraban a Yara, diosa de la naturaleza y del amor. La
tradición popular la describe como una hermosa mujer de ojos verdes, pestañas
largas, amplias caderas y cabello liso adornado por tres flores abiertas. Se
dice que olía a orquídeas y era de sonrisa dulce y voz suave. Cuentan que tenía
la capacidad de comunicarse con los animales. Según la leyenda, Yara era una
princesa indígena que fue raptada por una enorme anaconda que se enamoró de
ella. Cuando los espíritus de la montaña se enteraron de lo sucedido,
decidieron castigar a la serpiente haciendo que se hinchara hasta que reventara
y muriera. Luego nombraron a Yara dueña de las lagunas, ríos y cascadas, madre
protectora de la naturaleza y reina del amor. De hecho, hay quienes afirman que
el vocablo Yaracuy significa "lugar de Yara".
La leyenda de Yara
sobrevivió a la conquista española, sufriendo algunas modificaciones. Así fue
como tomó el nombre católico de Nuestra Señora María de la Onza del Prado de
Talavera de Nivar; denominación que con el paso del tiempo se convertiría en
María de la Onza o María Lionza. En 1953, por mandato del general Marcos Pérez
Jiménez, se erigió en la autopista Francisco Fajardo, cerca de la entrada de la
Universidad Central de Venezuela, una estatua de María Lionza montada sobre una
danta, obra del escultor Alejandro Colina.
El culto a María Lionza se ha
nutrido de la cultura europea, asiática y africana, conformando un ritual que
entremezcla a santos con personajes de la cultura popular venezolana y héroes
históricos. Muchos adeptos El número de adeptos aumenta cada día más. Los
fieles provienen de todas las capas sociales y los centros espirituales existen
tanto en zonas rurales como urbanas. Es un culto utilitario, sincrético y
pragmático que se nutre continuamente de nuevos aportes en beneficio de sus
fieles. Si se establece una diferenciación entre religión y culto, la religión
implica ritos establecidos, templos, jerarquía sacerdotal, catequismos y una
mitología bien definida, en tanto el culto toma en cuenta oraciones y
sacrificios religiosos dirigidos en una sola dirección, es decir, a una
determinada divinidad.
Se puede corroborar, en consecuencia, que en el culto de
María Lionza el panteón es variable, los ritos son individualizados y no se ha
logrado la prescripción de los de iniciación, la calificación de los dirigentes
de centros espirituales, los nombres de los espíritus invocados y las técnicas
del ritual.
Revisado
el 30/072004
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