domingo, 30 de julio de 2017

UN DÍA COMO HOY, pero en 2004: "El legado de la reina está más vigente que nunca"



Caracas es otra sin María Lionza


Edward Sarmiento/esarmiento@diariolavoz.net

La Diosa abandonó, momentáneamente, su lugar en la Autopista del Este. Muchos creen en ella. Muchos no. Pero todos, absolutamente todos, están de acuerdo en que la capital no puede vivir sin ese pedestal de magia que envuelve los misterios más importantes de la cultura nacional El que Rubén Blades le haya dedicado una canción no hace sino corroborar la importancia que para la capital de la república tiene la estatua de María Lionza. Que se haya derrumbado, por negligencia, por vieja, por deteriorada, por falta de mantenimiento, no hizo sino aflorar el sentimiento de un culto que, la mayoría de las veces oculto, vive intensamente en la sociedad venezolana. 

María Lionza, reina de los venezolanos, es, a su vez, la reina preferida de los espiritistas, gente que dice comunicarse con el alma de los que ya murieron. De allí ese halo misterioso de reina divina. De allí su influencia en el pueblo venezolano. De allí la curiosidad que despierta en todos. Al momento que se resquebrajó, llamó la atención de todos. Unió, si se quiere, a todos los venezolanos, aunque fuera por un momento; unos por sus creencias, otros por el arte, muchos por la política que sacude al país en estos tiempos. 

Todos, y es lo verdaderamente relevante, estuvieron de acuerdo que el ícono no sólo no merecía esa suerte, sino que la ciudad perdía parte de su encanto sin esa mujer cabalgando su danta, imponente. Eliminar a María Lionza sería equivalente a eliminar el Hotel Humboldt, o eliminar el Hospital Universitario de Caracas, cerrar el Estadio Universitario o derrumbar El Nuevo Circo. El hecho es que, por cultura, por arte, por magia, sucedió algo que nadie quería. Es evidente que nadie deseaba ver a la diosa mágica en ese estado, al punto que hoy se encuentra en un taller "de cirugía", pasando por restauraciones obligadas, con todos los ojos de Venezuela encima de sus restauradores. 

Apenas caída sobre su cintura, la realidad estalló en la cara de los venezolanos. Había que hacer algo. Había que evitar que el ícono se perdiera. Había que unificar criterios para que Caracas no perdiera parte de su encanto. Hasta fracturada, con mensaje o no, la diosa ha dejado un legado. Ha reclamado la unión de todos. Quizás esa fractura sí dio un mensaje, el de la unificación de los venezolanos, obligó a la discusión, obligó a la toma de discusiones y forzó al esfuerzo de todos por una única causa. Y mientras esté en el taller de restauración, Caracas tendrá un vacío. 

La autopista "Francisco Fajardo" no es la misma sin ese pedestal. Pasa Rubén Blades y no se lo cree. La capital no es la misma sin la diosa, a pesar que su ubicación "sui generis" también es tema de debate. Se dice que fue colocada allí para evitar que sus seguidores le hicieran ofrendas (y se las hacen) y convirtieran su pedestal en un altar (que lo es, de todos modos). Hoy, la reina pasa por un tiempo de restauración, largo tiempo de restauración. De seguro, cuando regrese, todos irán a verla. Ahora mismo, ya es ganancia que el dilema que se vive en torno su efigie, haya provocado un tema de unión entre los venezolanos, un tema de coincidencia entre las partes más contrarias. 

Aunque unos hayan querido hacer algo y otros no los hayan dejado, todos querían hacer de su restauración un símbolo de restauración de la paz y del encuentro entre hermanos. 

Diosa de Sorte 

La montaña de Sorte, ubicada cerca de Chivacoa, en el estado Yaracuy, es uno de los lugares más visitados por los peregrinos durante la Semana Santa. Los devotos acuden allí con el fin de hacerle peticiones a María Lionza, las cuales pueden ir desde la cura de enfermedades y la solución de problemas de amor, hasta la obtención de riqueza o poder. Los creyentes eligen un rincón en el bosque o un recodo en el río para construir un altar desde donde invocarla. Usualmente lo decoran con fotografías, figuras y estatuillas, vasos con ron o aguardiente, tabacos, cigarrillos en cruz, flores y frutos. 

María Lionza, considerada en el mundo del espiritismo la reina de las cuarenta legiones, formadas por diez mil espíritus cada una, es quien preside el altar. Junto a ella se coloca a Guaicaipuro, cacique que luchó valientemente contra los conquistadores españoles en el valle de Caracas y líder de la Corte Indígena; y a Negro Primero, el único negro con rango de oficial en el ejército de Simón Bolívar, quien dirige la Corte Negra. Se le suele representar como una bella señora vestida con un manto azul, plumas de colores y joyas, sentada sobre grandes boas o dantas y acompañada de pumas, jaguares o chivos. La leyenda señala que María Lionza manifiesta su presencia a través de una mariposa azul. 

Nace una leyenda 

El culto a María Lionza se remonta al siglo XV, antes de la llegada de los españoles a Venezuela. Para ese entonces, los indígenas que habitaban el territorio que actualmente conforma el estado Yaracuy, veneraban a Yara, diosa de la naturaleza y del amor. La tradición popular la describe como una hermosa mujer de ojos verdes, pestañas largas, amplias caderas y cabello liso adornado por tres flores abiertas. Se dice que olía a orquídeas y era de sonrisa dulce y voz suave. Cuentan que tenía la capacidad de comunicarse con los animales. Según la leyenda, Yara era una princesa indígena que fue raptada por una enorme anaconda que se enamoró de ella. Cuando los espíritus de la montaña se enteraron de lo sucedido, decidieron castigar a la serpiente haciendo que se hinchara hasta que reventara y muriera. Luego nombraron a Yara dueña de las lagunas, ríos y cascadas, madre protectora de la naturaleza y reina del amor. De hecho, hay quienes afirman que el vocablo Yaracuy significa "lugar de Yara". 

La leyenda de Yara sobrevivió a la conquista española, sufriendo algunas modificaciones. Así fue como tomó el nombre católico de Nuestra Señora María de la Onza del Prado de Talavera de Nivar; denominación que con el paso del tiempo se convertiría en María de la Onza o María Lionza. En 1953, por mandato del general Marcos Pérez Jiménez, se erigió en la autopista Francisco Fajardo, cerca de la entrada de la Universidad Central de Venezuela, una estatua de María Lionza montada sobre una danta, obra del escultor Alejandro Colina. 

El culto a María Lionza se ha nutrido de la cultura europea, asiática y africana, conformando un ritual que entremezcla a santos con personajes de la cultura popular venezolana y héroes históricos. Muchos adeptos El número de adeptos aumenta cada día más. Los fieles provienen de todas las capas sociales y los centros espirituales existen tanto en zonas rurales como urbanas. Es un culto utilitario, sincrético y pragmático que se nutre continuamente de nuevos aportes en beneficio de sus fieles. Si se establece una diferenciación entre religión y culto, la religión implica ritos establecidos, templos, jerarquía sacerdotal, catequismos y una mitología bien definida, en tanto el culto toma en cuenta oraciones y sacrificios religiosos dirigidos en una sola dirección, es decir, a una determinada divinidad. 

Se puede corroborar, en consecuencia, que en el culto de María Lionza el panteón es variable, los ritos son individualizados y no se ha logrado la prescripción de los de iniciación, la calificación de los dirigentes de centros espirituales, los nombres de los espíritus invocados y las técnicas del ritual.




Revisado el 30/072004

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