Por: Hermano Rafael Narváez
Africanías
Año 1 - N. 3
Estimados hermanos, será un agrado escribirles sobre los atributos de lo máximo dentro del campo espiritual venezolano, nuestra Santa Madrecita, La Reina María Lionza, diosa de las serranías de Yaracuy.
Cuenta la leyenda que un día una india hija de caciques caquetíos, huyendo de las tropelías españolas, se internó en las montañas de Sorte y formó sus dominios, donde permanece todavía, firme, erecta, dando. amor, bondad y seguridad.
Según información de algunas personas de edad muy avanzada a quienes sus antecesores legaron la historia de la Reina, refieren la que más representa el sentimiento de todos aquellos que creemos en los poderes de esas entidades de luz que viven en la montaña de Sorte.
Refiere G. Antolínez que los indios Jirajara Nívar supieron por medio de su piache la noticia de que con el tiempo nacería una niña hija de un cacique, que con el color del agua en sus ojos botaría una enorme serpiente, genio de las aguas, que cau saría la ruina y la desaparición de los Nivar. Poco antes de la invasión española un cacique Nivar tuvo una hija con las pupilas de un vivo y hermoso color verde, color agua marina, color jade, color de culebra verde verdegay.
Grande fue la estupefacción del cacique. Sus tributarios le exigieron que se les entregase la niña para ser sacrificada al genio, al dueño tutelar de la laguna, la enorme serpiente anaconda que vive en las aguas. Mas el jefe jamás se decidió. Como. pudo se libro de los descontentos que desde aquel día comenzaron a disentir dentro de la hasta entonces bien unida tribu Nivar. El jefe decidió recluir a la niña en un lugar secreto bajo la guarda de veintidós jóvenes guerreros.
Allí fue creciendo en gracia y hermosura, ganándose la simpatía de todos pues sus maravillosos ojos ex halaban destellos encantados; tenían una belleza fatal al destacarse en el marco canela de su cara india.
A nadie más que a su madre y a sus veintidós guardianes vio la moza de los ojos fatales. Llegó a la pubertad, y su confinamiento se hizo más severo aún, al ser sometida a las ceremonias de la purificación que alejan, de la adolescente que pasa a mujer, la influencia de los malignos espíritus serpientes. Le es taba prohibido desde su nacimiento tener cualquier lámina brillante que pudiera hacer la función de un espejo, asomarse a corrientes de agua o a vasijas, salir a plena luz si la lluvia había formado charcos de agua so bre el suelo.
Mas un mal día un extraño sueño acometió a los veintidós guardianes, producido por el vaho de la sierpe anaconda de las aguas, que clamaba por su víctima anual: por la doncella consagrada que en la linfa encantada de la laguneta lanzaban los hechizos de la tribu. La Niña de los Ojos de Agua salió a tientas, pues sus ojos no se acostumbraban. muy bien a la luz libre, hasta que logró sentarse en el borde mismo del la charca sagrada. Estaba el agua. quieta, con una hierática quietud re buscada, con una quietud en que ni una ocela abría su círculo mudo sobre el agua verde. La doncella miró. Veía su cara por primera vez, su gloriosa cara redonda y armoniosa, su boca tentadora, su barbilla soberbia. Pero, jay, dolor! en vez de pupilas sólo notaba dos cuévanos pro fundos, un par de abismos por donde se asomaba el misterio del otro mundo de los dioses y los muertos.
La niña quedó fija. Nada podía apartarla de contemplar aquellos dos abismos encantados de sus ojos en el reflejo ácueo. Mas de pronto, por ellos empezó a surgir un movimiento, un barbotar ebullescente de las aguas, un creciente movimiento en remolino. El doble vértice se agrandaba, crecía, mientras los pe ces huían atemorizados del sitio cada vez más amplio del reflejo. Este fue tomando forma. rostro de la niña en la linfa espumeante fue adquiriendo dintorno de serpiente: primero los dos ojos metálicos de brillo. fijo adamantino, impresionante; luego, el cuerpo creciendo en espirales, una sobre otra; y finalmente, el extremo afilado de la cuada, batiendo espumas contra el agua hirviente, tonante, levantando cabrilleos de luz que llenaban el cielo del pálidos reflejos. El monstruo, in tacto, inquietante, estaba allí. La anaconda, "dueño del agua". La doncella dio un grito que retumbó en todas las faldas de la Sierra Nivar, y se sumergió en las aguas, en el sitio preciso en que estuvo el pavoroso reflejo de sus ojos. Al grito despertaron los veintidós guardianes, los cuales buscaron a la amada Ojos de Agua; mas en vano. Locos de terror y temiendo un cataclismo mágico, llegaron hasta la la guna, mas, en vez del cuerpo de la niña adorada, encontraron al Dueño del Agua, soberbio, espumeante, airado en su reino, batiendo la cola en el agua subiente. La laguna extendía su contorno en espiral marcada por el moverse de la cola del monstruo, iba rellenando la concavidad en donde se había formado con los siglos, hasta desbordarse como la copa rebosante de un ebrio.
Los Nivar huían de la inundación temible. Casas, templos, sembrados, todo era arrasado por el dragón inmisericorde de las aguas. Este asomaba su horrible cabeza verde gay sobre las lomas y abría sus fauces, cerro abajo, hasta ir a espumear más lejos, hasta la selva de Sorte hacia el noroeste, y hasta las aguas del Tacarigua hacia el nordeste.
Tanto creció 5 que su poder vital se escapó de su cuerpo distendido por el ansia de crecimiento exagerado. Y la sierpe estalló dando un gran coletazo, vibró, se desmadejó y quedó inerte, con la cola en Sorte, cerca de Chivacoa, y la horrible cabeza en Tacarigua, donde hoy está el altar mayor de la catedral de Valencia". He aquí la leyenda mestiza de los lugareños de Nirgua.
Aura Teresa Miranda, en 1946, apuntaba para el servicio de Investigación Folklórica Nacional lo siguiente:
Según informaciones de algunas personas que lo cuentan, en el río Tocuyo, yendo una vez unos hombres a pescar, se fueron retirando cada vez más de la población, en busca de pesca y cogieron quebrada arriba. Ya estando situados bien, empezaron a pescar de nuevo. cuando avistaron una mujer muy hermosa con un niño tirado por el hombro, que con el sol hacía brillar muy bonito. Esta mujer estaba lavando, pero uno de los que pescaban descubrió que era María Lionza, porque a él se la habían pintado así como aquélla.
Los hombres viendo su hermosura, se dirigieron al sitio donde ella estaba lavando. Pero en cuanto los vio, les botó el jabón con el agua que tenía en la batea, sobre los ojos y desapareció de repente."
Leyenda del compromiso que con María Lionza tenía un hacendado y como se libró de él "Por los lados de Guarico vive un señor hacendado que tiene muchas fincas y posee mucho ganado. Este señor, según cuentan algunas personas, hizo negocio con María Lionza y este compromiso era llevarle bebidas muy buenas todos los jueves santos y llevarle en pago dinero, pero el señor siempre que iba a pagarle, aunque llevara plata nunca salía completo en la cuenta, porque siempre le faltaba medio.
Este señor, ya no pudo resistir, y le ofreció a San Rafael que con tal que le saliera completa la plata en la nueva cuenta, él le haría una fiesta todos los años a este santo.
Cuando volvió, a casa de María Lionza, la cuenta le salió completa; entonces esta mujer lo corrió y lo sacó a empujones ofendiéndolo con malas palabras. Desde entonces este señor venera la imagen de San Rafael y le hace fiestas todos los años".
En dicho servicio también hemos encontrado las notas que seguidamente copiamos: "Acerca de la leyenda de María Lionza dice el Sr. Rafael Núñez, oriundo de Chirgua, de veintiocho años de edad, que le oyó contar a los viejos de su pueblo que cuando las revoluciones de los caudillos de esos pueblos, cuando eran derrotados se escondían por las montañas para encontrarse con sus superiores, los cuales les daban más dinero, para comprar armas y seguir las revueltas. Pero cuando caían prisioneros y les preguntaban quién les había dado dinero para dichas armas, respondían: que ese dinero se los había dado María Lionza, que era una bruja que existía en la montaña con quien hacían pacto de entregarle el alma al morir a cambio del dinero entregado".
Manuel María Vadell, de trece años de edad, natura de Puerto Cabello, dice que ha oído contar a muchos viejos que la peña que se encuentra en El Palito, donde se ahoga mucha gente, que se ahogan porque allí está la cueva de María La Onza, que empieza en Barquisimeto y dicen que es como un subterráneo o un túnel.
Magdalena Pérez de Salinas asegura que su papá y otros viejos de su pueblo dicen que para entrar en habla con María Leona, ya en los dominios de ella, tenían que pasar muchas pruebas, a que era sometida la persona que iba a pedirle dinero y otras cosas. Las pruebas eran: animales bravos, culebras, toros bravos, lo vendaban y lo tiraban a un pozo muy hondo; en la profundidad hablaba con María Leona, a la cual le prometía al entregarle el dinero un alma, casi siempre antes de llegar de regreso a su casa la persona encontraba muerta a la dueña del alma ofrecida.
Catalina Pérez, natural de Guama, dice existir en las montañas del Yaracuy María La Onza, donde vivía, fue una parte encantada que era un palacio muy bonito, que llamaban el Palacio Encantado de María Leonza, donde tenía que pasar primero por una parte peligrosa, que eran culebras, toros y mucho viento que los palos se mecían para caerse, que daba miedo pasar porque parecía un ventarrón fuerte y el que no tenía miedo y pasaba por estas cosas extrañas, ella lo recibía sentándolos en rollos de culebras que les servían de sillas. Ahí la persona hablaba con la mujer y le pedía riquezas.
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