domingo, 9 de abril de 2023

Los caminantes del fuego



El ritual mágico de caminar sobre las brasas, es tan antiguo como universal.

Por: Lic. Carolina Amoretti

En España tan sólo nos queda una localidad donde, cada 24 de junio, y desde hace siglos, los jóvenes más intrépidos del pueblo se atreven a retar al fuego, caminando descalzos sobre los tizones de una colosal hoguera.


Sobre las diez de la noche de esa víspera, un experto prende fuego a una gigantesca pira cuadrada de leña de roble, mercada por el Ayuntamiento de la villa.


El contexto del ritual será el anfiteatro o la plaza anexa a la ermita de la Virgen de la Peña, Santa Patrona a la que se encomiendan los valientes dispuestos a hundir sus pies en las brasas. Dicen en el pueblo, que sólo los jóvenes más devotos de la Virgen de la Peña pueden caminar sobre el fuego sin quemarse. Según la tradición, la imagen de esta Virgen apareció sobre un espino que jamás se secaba y pertenece, por ello y pese a su posterior advocación, al grupo de las Vírgenes del Espino, tan frecuentemente unidas a lugares con presencia templaria. Tras varias horas de llamas, que los responsables de la hoguera -expertos con años de veteranía- se ocupan de que consuman los maderos uniformemente, se empiezan a extender las brasas, en forma uniforme, sobre el suelo. Con exquisito cuidado se inspeccionan los carbones, para evitar que existan piedras u objetos metálicos que pudiesen clavarse en los pies de los pasadores.


Es costumbre que el alcalde de la Villa pase el fuego, como el primero, demostrando así su valor y autoridad para con la comunidad. Cosa muy distinta a lo que hace el Gobernador y Jefe Provincial, que pasan a lomos de alguno de los jóvenes. Ya que en San Pedro Manrique, a diferencia de otros lugares del mundo, es tradición que los pasadores carguen con alguna moza, o familiar, o amigo, para cruzar las brasas, ganando de esta forma más peso, y hundiendo con más fuerza los pies en la alfombra de tizones...


Y es que ahí estriba el secreto, en pisar con mucha fuerza para expulsar el oxígeno bajo la planta de los pies, evitando así la combustión durante las fracciones de segundo en que la piel está en contacto con las brasas. Mientras no te lleves un carbón entre los dedos de los pies, o se clave alguna astilla de madera en la carne, no es probable que el pasador se queme. A menos, claro está, y esta es la clave más importante, que a la hora de echarse a andar sobre las brasas dude. La duda y la inseguridad hacen que descoordine sus movimientos, que se pare, o que no pise con energía, y entonces inevitablemente se quemará. Por eso, el paso sobre el fuego está más relacionado con el autocontrol del pánico, que con un don sobrenatural.


El fuego y los dioses


En la India, los devotos más audaces de los dioses Visnú, Shiva o Kali, no sólo atraviesan sus carnes con alfileres y puñales, sino que entre los rituales más extendidos está el paso del fuego. Un ritual exactamente igual al que se celebra en San Pedro Manrique, sólo que en lugar de encomendarse a una templaria Virgen del Espino, los pasadores se ponen en manos de una antiquísima deidad bramánica. En Malasia, son los chamanes locales los que organizan y supervisan el ritual de caminar descalzos sobre piedras al rojo. ¿Es todo fruto de una coincidencia? ¿Cómo puede repetirse el mismo tipo de ceremonia, en culturas tan lejanas en el espacio y en el tiempo?


Tal vez la respuesta estribe en la intrínseca fascinación que el fuego despierta en todos los seres vivos. Una fascinación totalmente comprensible en tanto está directamente relacionado con dos elementos fundamentales para la vida: la luz y el calor.



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