La reina María Lionza, diosa del amor y la fortuna, es una de las figuras más controversiales de la espiritualidad venezolana. Patrona del culto espiritista y sincrético más popular del país, es motivo de grandes pug- nas entre sus seguidores. Desde los que la veneran como La Doña, aspecto sombrío y degradado que representa el lado oscuro de la diosa; hasta los que ven en ella a una Madre Cósmica y la elevan a una dimensión trascendental y celestial en la que es entendida como la potencia creado- ra del mundo y sus múltiples manifestaciones: una especie de Shakti oriental, aspecto femenino de la divinidad. Todos reflejan en la reina sus propias visiones y vuelos mentales. Además de esto, podríamos decir que en ella convergen tres momentos o manifestaciones históricas: mito, leyenda y realidad.
EL MITO. Como mito, María Lionza se manifiesta en Yara, la antigua diosa de los indios arawacos, especie de Ochún africana, diosa de las aguas dulces, de la fertilidad, de la provisión. Es la llamada princesa de las aguas.
LA LEYENDA. De este modo la encontramos como María de la Onza, completamente desnuda, mostrando sus atributos divinos tal como se expresa la madre naturaleza en señal de pureza e inocencia. Está montada en una danta, animal sagrado para los indios del Sur, tótem de evolución y símbolo del poder de la voluntad. En lo alto, sostiene con sus manos un hueso sacro en señal de fertilidad. Es hija del gran cacique Caquetío, pero también se dice hija de dos razas, la india y la blanca. Sus ca- bellos sueltos y enmarañados representan, como en la Kali Hindú, la fuerza desatada de lo femenino, su anticonvencionalismo y sensualidad.
LA REALIDAD. Estudios recientes revelan que en el Yaracuy de la época colonial, vivió una hacen- dada rica y temida, una especie de Chica Da Silva, Protectora de los indios, que tenía poderes sobre naturales, un gran carisma y una resolución poco común para las mujeres de su época. Estamos ha blando de María de Alonso, descendiente de españoles y dueña de las serranías de Sorte. Figura que el tiempo inclemente borraría de la historia pero que quedaría como arquetipo espiritual de la mujer venezolana. Otros sostienen que este personaje engendró a la María Lionza que hoy conocemos, cuyo padre fue el cacique Yaracuy,, que luchó por el pueblo indigena, que nació con grandes dones espirituales y que finalmente se manifestó en el imaginario de aquellos caquetios expropiados de sus creencias chamánicas, por una religión extranjera. En resumen, una reina-espíritu (crisol de razas) que contiene en si cinco misterios doña, madre cósmica, mito, leyenda y realidad, o quizás, una diosa sincrética y pagana que la historia (el hombre) moldea a su imagen y semejanza.
La sala Delta Amacuro de la 20ª Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven) acogió un conversatorio sobre la religiosidad a partir del libro “María Lionza, divinidad sin fronteras. Genealogía del mito y el culto”, de la antropóloga Daisy Barreto, egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV), y publicado por primera vez por Ediciones Dabánatà en 2020.
17 julio, 2024 • Texto: Filven.
Acompañada por Gaudí Márquez, también antropólogo y profesor universitario, Barreto abrió el conversatorio con una interrogante: “¿Sabes a cuál fecha se remontan los primeros registros sobre el culto a María Lionza?”. A partir de este momento, mantuvo un diálogo diáfano con el público asistente a través de una dinámica de preguntas y respuestas.
Barreto destacó la necesidad de despojarse de los patrones etnofóbicos que han mantenido a la divinidad indígena relegada a la subestimación cultural o, incluso, a la apropiación cultural indebida y el usufructo de su culto, hecho a través de personas inescrupulosas y embaucadoras que se aprovechan de los creyentes de distintas maneras, especialmente la monetaria.
Barreto define el culto a María Lionza como una religión originaria y propia del pueblo venezolano, una devoción de resistencia ante el dominio colonial y una espiritualidad que nos permite vivir una relación auténtica de contacto con la naturaleza, tanto en su contexto cosmogónico como el de la práctica ritual. De esta manera, se preserva la ancestralidad de la devoción a deidades protectoras de la naturaleza, propia de los pueblos originarios de esta tierra antes de la llegada de los españoles, en un culto que se mezcla con diversos elementos, incluidos los del conquistador, para transformarse en la manifestación actual que conocemos hoy, y que, según relata la autora, “ha trascendido las fronteras, incluso hay devotos de la Reina en Italia y Suiza”.
“Hay que ser realmente humildes y no estar prejuiciados, quitar toda esa cosa sucia y horrible con la cual utilizan a María Lionza para aquí y para allá, para lo comercial, para esto y para lo otro, para poder entrar en una espiritualidad que se acerca, se aproxima, y tiene que serlo porque viene de esa filiación a la espiritualidad indígena”, relató la antropóloga.
En ese sentido, aclaró que “esa espiritualidad indígena es la que nosotros (los antropólogos) valoramos en esta religiosidad en Venezuela, que se consigue desde el Apure, en el sur, hasta el norte y de este a oeste. En toda esta extensión conseguimos a los devotos de María Lionza por todas las familias populares de Venezuela”.
Barreto aseguró que el Ministerio del Poder Popular para la Cultura está trabajando para elevar el estatus del culto a María Lionza e introducir el debate para que sea de una vez aceptada como una religión con su culto y practicantes. Asimismo, aseguró que la Fundación Editorial El perro y la rana se encuentra trabajando para lograr una edición en físico de esta importante investigación, una buena noticia para todos los creyentes de esta imagen.
Kanaima es el Espíritu vengador de la sangre de los indios amazónicos derramada durante los distintos combates. Para el pueblo Pemón, Kanaime o también llamado Canaima / Kanaima, es un Dios teogámico que, según las creencias, se transformaba en jaguar cuando se proponía castigar a los malvados. Según la cosmogonía de los Achaguas provenían del jaguar, y los Guaraúnos, aún hoy día, piensan que tienen el poder de transformarse en tigres o jaguares y cuando son atacados en la selva por esta fiera creen que hay un indígena oculto bajo su piel.
KANAIMA
Los hombres habían sido creados por los espíritus del bien y poseían el fruto de los árboles, la sombra de las montañas sagradas y los productos de la caza y de la pesca. Y el maíz y la yuca germinaban tras la estación de las lluvias bajo la tierra de sus conucos.
Pero cada año, cuando descendían las aguas del gran Orinoco, sobre él y sus afluentes aparecían las piraguas caribes, que atacaban a las tribus asentadas en los valles regados por el viejo padre de los ríos.
Las gentes consideraban a los caribes como a espíritus del mal, con sus rojas cabelleras teñidas de onoto y manteca de tortuga, sobre las que a la luz del sol brillaban vistosas coronas de plumas. Sus cuerpos eran ágiles y esbeltos e iban adornados con collares y brazaletes de hueso. Orgullosos conquistadores, atacaban los poblados y golpeaban a sus habitantes con la maza de guerra, la pesada macana que tenía incrustada una piedra cortante.
-¡Ana cariná róte! -gritaban los caribes-. Sólo nosotros somos gente. Los demás son nuestros esclavos. Y ante su presencia todos se preparaban a defenderse, llenos de terror, y tensaban rápidamente sus arcos.
Silbaban las flechas y se elevaban las plegarias para invocar a los espíritus protectores de cada tribu; pero casi siempre triunfaban los caribes en aquellas terribles batallas, en las que se lanzaban fieramente sobre los atacados, bebían la sangre de los moribundos y arrancaban el corazón de los que aún estaban vivos.
Después del combate remataban a los niños, a los ancianos y a los bravos guerreros que se les habían enfrentado, cuyas cabezas conservaban como trofeos de su victoria y cuyos miembros eran devorados en festines rituales, al final de cada guerra, para que su valor no se perdiese y fuese a aumentar el de los vencedores.
Sólo salvaban la vida las mujeres y los muchachos de la tribu derrotada, los cuales eran conducidos a las piraguas, que remontaban luego el río cargadas de esclavos. Aquellas eran repartidas entre los más valerosos caciques, que poseían muchas mujeres, según las hazañas que habían realizado en la guerra. Los jóvenes servían como esclavos al vencedor eran regalados a los vecinos más poderosos, como prenda de amistad y alianza.
¿Cuál era el origen de estos crueles caribes que todo lo destruían a su paso, que mataban y esclavizaban a los pue- blos, que flechaban a los prisioneros vivos y hacían flautas con los huesos de sus víctimas?
El prestigio fabuloso y terrible de su poder y de su fuerza, su sistema ritual de venganza, que era practicada siempre por el pariente más cercano a la víctima, hizo que los demás pueblos les atribuyesen extrañas procedencias.
Los sálivas decían que el espíritu Puru, compadecido en cierta ocasión de que las gentes que vivían en las márgenes del Orinoco fuesen continuamente atacadas por una enorme serpiente, envió a su hijo a la tierra para que la matase.
El hijo de Puru se enfrentó con la serpiente, logró esquivar sus acometidas y, después de un duro y terrible combate, la mató.
Entonces, el buen espíritu maldijo al animal, diciéndole: -Habitarás para siempre en un sitio lleno de tinieblas y jamás entrarás en mis dominios.
La serpiente muerta quedó tendida y olvidada en un apar- tado lugar; pero cuando se fue descomponiendo empezaron a nacer gusanos en sus entrañas y los gusanos se transfor- maron luego en hombres y en mujeres y salieron del cuerpo de la serpiente convertidos en parejas caribes, que se exten- dieron por el mundo y fueron los ascendientes de aquella raza devastadora.
Este era para los sálivas el origen de los caribes, aunque los achaguas creían que provenían directamente del jaguar, y los guaraúnos, aún hoy día, piensan que tienen el poder de transformarse en tigres, y cuando son atacados en la selva por esta fiera creen que hay un caribe oculto bajo su piel.
En sus incursiones por las tierras que invadian, los cari- bes difundieron también sus mitos, y con el paso del tiempo quedó entre los descendientes de aquellos bravos guerreros: arekunas, kamarakotos, taurepanes, maquiritare, el mito de Kanaima, vengador de las tribus vencidas.
¿Quién es Kanaima?
Por toda la geografía de la tierra venezolana, extendidos desde el Coquivacoa al Río Negro, entre el mar Caribe y la sierra Pacarima, los espíritus de la fiebre, de las convulsio- nes y del dolor de cabeza, los que llegan con el agua de los inviernos o la sequía de los veranos, son invocados en los sonoros lenguajes primarios con nombres diversos; son conju- rados y temidos; se los exorciza y se los ve salir entre la espuma del Orinoco o reír con espantable risa que suena como los truenos por detrás del Auyan-tepui o del gigantesco Roraima.
Pero independiente de todos ellos, como una gran nube oscura, está Kanaima, el espíritu de la venganza, que no es la fiebre, pero que puede ocasionarla; que no es el dolor, pero que puede provocarlo; que es para los indios, en la montaña, en el llano o en el río, en cada tribu y según el momento, siempre distinto, aterrador y difuso, algo que ame- naza a todas las gentes y a cada individuo, pues una tribu entera o cualquiera de sus miembros debe pagar la deuda de sangre contraída por sus antepasados.
Kanaima se distorsiona, se agranda o se empequeñece, se limita a un árbol o a una piedra o se extiende a representar al espíritu ofendido de toda una raza vencida hace innume- rables lunas, cuyos muertos, tendidos bajo el fango, piden venganza sobre los descendientes de sus matadores.
Y allá en lo más profundo de la selva, adonde aún no ha llegado nadie, aislados seres que provienen de las razas de- rrotadas, acechan el momento del desquite, envidiosos de los conucos y de las flechas de los arekunas, de los kamarakotos, de los taurepanes, de los maquiritare, de todas las gentes de sangre caribe...
Por eso, cuando los indios se internan en la selva o se extravian por alguna trocha, cuando la oscuridad se va ce rrando sobre el ramaje y los árboles parecen fantasmas del bosque, Kanaima está esperando oculto tras un tronco y co- loca al paso del hombre perdido los bejucos enredados que lo hacen tropezar y caer.
Ya en el suelo siente el indio cómo Kanaima le golpea todo el cuerpo y le infunde luego su mágico soplido en la cabeza y en los pies para que se enferme, dejándolo aletarga- do y moribundo.
El que ha visto a Kanaima y ha escuchado su grito de sové, sové, va luego a morir a su chinchorro sin decir a su familia ni a las gentes de su tribu por quién ha sido atacado.
Sólo cuenta que sufrió la acometida de un tigre en la selva, pues si dijese la verdad, la venganza de Kanaima podría ser aún más terrible.
Este Kanaima, vengador de las tribus vencidas, se trans- forma a veces en zorra, en tigre, en venado o en cualquier otro animal, en virtud de las plantas mágicas mu rán, y después de matar a su víctima enloquece y vaga por el bosque durante algún tiempo, como una especie de mons- truo separado de las gentes y de las bestias.
En su locura, el animal Kanaima sigue el rastro del muer- to y lo busca bajo las piedras, entre los viejos troncos o allí donde esté enterrado, pues cree que el cadáver es su camaza de kachirí.
Por eso, muchas veces las sepulturas de los indios son rondadas por las zorras y los tigres o por el espantoso aouineripué, de enormes ojos brillantes, que escarba con una varita los sepulcros y bebe el líquido de la muerte como si fuera el jugo fermentado del maíz.
Algunos indios que se han atrevido a dormir en la choza abandonada de sus parientes muertos, han podido ver en las noches sin luna el resplandor de los ojos del aouineripué y han escuchado su silbato llamando a sus compañeros, los otros animales Kanaima, y han contemplado luego con horror la danza de los Kanaimaton alrededor de las tumbas, tan semejante a los bailes rituales de los indios en sus fiestas sagradas.
Kanaima es otras veces un hombre que, según la tradición, debe vengar la muerte de un miembro de su tribu.
En cuanto queda encargado de ello, sufre una extraña transformación. Es abandonado por su propia sombra y en su lugar encarna el espíritu del muerto. Poseído por él, siente el indio una fuerza desconocida que le enciende la mirada, le endurece los músculos y lo convierte, aun por encima de su deseo, en el mismo Kanaima, la venganza, haciéndole huir de las gentes de su tribu, a las cuales abandona para internarse en la selva como una fiera irritada cuya presencia todos deben evitar, pues quien lo viera podría convertirse también en Kanaima o ser alcanzado por la venganza del muerto, el cual se apodera de la mente y de los sentidos del vengador, dirigiendo sus pasos a través del bosque y haciéndolo penetrar incluso en las ciudades de los civilizados para hallar a su víctima.
Ningún obstáculo detiene al hombre Kanaima en su obsesiva búsqueda. Finalmente, cuando descubre al deudor de sangre, lo ataca con armas envenenadas o se abalanza sobre él, destrozándolo y descuartizándolo aún vivo..
Después de tres soles de haber cumplido su espantosa misión, el vengador es abandonado por la sombra del muerto, que desde ese instante reposará tranquila en el lugar donde habitan las de sus antepasados. El indio vuelve a su cuerpo, recuperando su propio espíritu; siente su corazón liberado de odio y desea de nuevo la compañía de los demás, el brillo del fuego y la presencia de la mujer.
Entonces arroja lejos de sí la venganza, para lo cual dis- para una flecha y lame la punta de su lanza, a fin de que no siga cometiendo muertes, que ahora serían injustificadas. Ya es en este momento un hombre como los otros y puede regresar entre los suyos.
Existe otro Kanaima cuya venganza se solicita y se paga. Kanaima que suele haber en casi todas las tribus y que es un indio que conoce el nombre, el color y los terribles efectos de las plantas que produce la selva. Sabe cuáles son las que matan en el acto, las que envenenan poco a poco, las que hacen adelgazar lentamente hasta dejar sólo la piel sobre de las mujeres, esparciendo oscuras manchas por su cuello, sus pier- nas y sus manos, como si el onoto o achiote se hubiera des- teñido y derramado por todo el cuerpo. Conoce también el uso de los venenos que provocan llagas, tumores, verrugas, y los que hacen caer el cabello, las cejas y las pestañas. Y guarda oculta como un tesoro su terrible sabiduría, dejándola a veces como herencia a sus propios hijos.
Cuando alguien es ultrajado por un miembro de su misma tribu o de un poblado vecino, para vengar la ofensa por me- dios extraordinarios y destruir a su enemigo acude a este Kanaima de oficio, que entre algunas tribus se llama camajayero.
Prepara, pues, cuidadosamente los regalos que ha de ofrecerle, y en secreto, sin que su propia familia sospeche su intención, atraviesa la selva por extraviados caminos y va a buscar al Kanaima de un poblado diferente al suyo, con el cual concierta la venganza.
Kanaima, entonces, elige un compañero y se embarca en su curiara, llevando una bolsa llena de plantas venenosas y unas pequeñas cerbatanas hechas de tibias de ave. Sólo viaja de noche, cuando los ríos se pierden en un túnel de boscaje y el canalete se desliza por la negrura del agua como un rumor más entre los ruidos de la selva. Durante el día esconde su embarcación, ocultándola entre la maleza y los bejucos de la orilla. Y así cada jornada, hasta que llega la última noche de su recorrido y distingue un resplandor de fogatas en el poblado en donde vive la victima.
Mientras todos duermen, Kanaima sale de su canoa y pisa la tierra solamente con el talón o la punta del pie para que su rumbo no sea conocido. Seguido por su acompañante se acerca luego con sigilo a los ranchos y lanza su terrible e inconfundible silbido, que alterna con otro de su compañero.
Entonces se desvanecen los demás ruidos de la noche y tiem- blan las gentes dentro de sus chinchorros, aterradas, esperan do entre las sombras con una angustia que el tiempo alarga, la luz del amanecer.
Por fin llega el día y los alimentos de toda la tribu son escondidos debajo de las tinajas, de las taparas y de las totu- mas, para resguardarlos del aire envenenado que Kanaima produce mágicamente esparciendo las sustancias de las plan- tas dañinas.
Y en cuanto el sol desaparece comienza de nuevo el terror a lo inesperado: a los ojos de fuego que pueden brillar en la oscuridad; a la sombra que se agiganta entre las sombras; al graznido del ave misteriosa que vuela por primera vez sobre los ranchos...
Vuelve a escucharse el silbido y los ojos de las gentes se agrandan y los oídos se aguzan y todo el cuerpo se tensa. Hasta que al fin, al cabo de pocas o muchas noches, algún indio se enferma y, tendido en su chinchorro, se entrega a la venganza que ya se cumplió, no sólo en su cuerpo que- brantado, sino también en su espíritu poseído, pues Kanaima le invade los sentidos y la mente, ensombreciéndole la vista y la voluntad y extendiéndole por el cuerpo el calor de la fiebre.
Aquella noche, aunque ya no se oyen los silbidos lúgubres, nadie duerme. Se apagan todos los fogones del poblado y en medio de la oscuridad entra el piache en el rancho del enfer mo y empieza a sorber por las narices una infusión de tabaco verde hasta quedar embriagado y como adormecido.
A medida que se le van borrando las cosas que lo rodean, nota una fuerza en su interior que lo empuja hacia arriba, y dando entonces un enorme brinco desaparece entre la tupida enramada de palmas que forman el techo de la churuata.
Después de un rato de completo silencio aparece de nuevo y se sienta en su banco tallado en figura de animal, desde el que golpea el suelo con las varitas y rollos de hojas que lleva en la mano, al mismo tiempo que canta rítmica y lentamente. En seguida se siente envuelto en un circulo de brillante resplandor, a cuya luz distingue a Kanaima sentado sobre el pecho de su víctima. Y con extrañas palabras que sólo él comprende, le pide que abandone a su presa.
Después de unos momentos de angustia, en los que sólo se escucha el rumor del viento por entre los árboles del bosque, Kanaima pronuncia su fallo, que es entendido única mente por el piache, el cual lo transmite a las gentes. Si con su conjuro ha logrado aplacar al espíritu de la venganza, el indio curará en el término de dos días. De lo contrario, morirá.
Aterradora realidad escondida en la selva, Kanaima es un peligro más que añadir al de las bestias feroces y al de la potencia arrolladora de la Naturaleza contra el hombre. Y los kamarakotos, los arekunas y los demás descendientes de los bravos caribes sufren hoy día en su carne el ataque de seres misteriosos envueltos en piel de tigre.
Muchos días, cuando los indios de la región de Kavanayén, en la Gran Sabana, tienen que cruzar el bosque para cazar o pescar en las quebradas, buscar miel silvestre, talar árboles viajar a otros poblados, hallan tendido sobre las trochas medio oculto entre los bejucos el cadáver descuartizado de algún compañero.
Cuando esto ocurre, los indios quedan sobrecogidos, sin- tendo a su alrededor la presencia de Kanaima. Se espesa el ey se nublan los ojos bajo la sombra de las palmeras, que aire de pronto parecen hostiles y desconocidas, y hasta el mismo silencio se vuelve amenazante.
El hombre muerto, con los miembros rotos y las vísceras abiertas, es el reto de Kanaima. La sangre derramada y socia de barro grita la violencia, y los indios retroceden para no pisarla, tratando de imaginar el ataque e intentando descu brir por las huellas qué garras, qué macanas o afiladas ha- chas fueron empleadas para cometerlo, porque el horror de la verdad sería menos espantoso que esta ignorancia y esta ausencia de rastro que todo lo envuelve, que penetra hasta los rincones más apartados de la selva.
Algunas veces, las víctimas de la venganza están todavía vivas, pero se niegan a explicar nada, y dicen solamente: -Kanaima me aporreó.
Así, ahora y mañana, Kanaima destruye la vida de los indios.
Cierta vez, una joven de Kavanayén encontró a su marido tendido en el chinchorro, con el cráneo aplastado y arrojando sangre por la boca. Y cuando quiso averiguar lo que ocurría, el hombre con- testó: -Fui atacado por Kanaima y no quiero que su venganza caiga sobre ti ni sobre nuestra hija. Sólo a mi padre o a mi madre puedo explicarles cómo me hirió.
Las palabras del indio entraron como carbones encendidos en los oídos de la mujer, que se llenó de temor y salió del rancho para avisar a las gentes del lugar.
-Kanaima ronda en el bosque, cerca de nosotros -les dijo-, y mi marido está escupiendo sangre, porque el mal espíritu se ha introducido dentro de él.
Al oir aquello, todos quisieron saber cómo Kanaima había herido al indio y se lo preguntaron a la mujer, pero ella no pudo aclararles nada y solamente les transmitió el deseo de su marido.
Entonces enviaron a un muchacho para que avisara a los padres del enfermo, que vivían en otro poblado, a una jornada de camino.
En cuanto recibieron al mensajero, los padres atravesaron el valle y se internaron en el bosque, separando con sus hachas la maleza y los bejucos, para vencer la reciedumbre de las ramas cruzadas y de la hierba altísima que por todas par tes los rodeaba.
Pero la espesura de las matas les cortaba el paso y se cerró la noche antes de que pudieran ver a su hijo, por lo que tu- vieron que quedarse a dormir en la selva.
Mientras tanto, en la choza del indio enfermo, su mujer y su hermana se asomaban por turno a la entrada del rancho, esperando ver aparecer a los padres en los umbrales del bosque y temiendo cada sombra, cada extraño rumor, los silbidos de las aves nocturnas y el chapoteo de los caimanes en el caño cercano.
El indio se movía constantemente en su chinchorro, sus- pendido entre los troncos de la churuata, con la piel quemada por la fiebre y la mente encendida de horribles visiones. De vez en cuando decía en voz alta:
-Nunca te hice ningún mal, Kanaima; ¿por qué te ven gas asi de mi?
Las mujeres le habían aplicado todos los remedios que co- nocían, sin conseguir ahuyentar a los malos espíritus de su lado, y al fin, atemorizadas por la presencia de la muerte y cansadas de luchar, se sentaron en el suelo del rancho con la vista fija en la fogata prendida bajo el chinchorro del indio que agonizaba.
La luz de las brasas proyectaba una danza de sombras contra las hojas de palmera del techo. De la oscuridad de la selva no llegaba ningún rumor.
Y de pronto se encendieron unas llamas ante la entrada del rancho y empezaron a caer junto al chinchorro del enfermo pequeños palos, fibras retorcidas de bejuco, piedras, barro... Al poco rato se murió el indio sin hablar nada más, y en seguida se apagó la lumbre del bosque y las mujeres oyeron espantadas unos pasos que se alejaban huyendo...
Puede también no ser Kanaima animal ni hombre y estar oculto bajo las peñas, entre las lagunas, en los picudos sa lientes de las quebradas, en la roca que se desprende del ce- rro, en el aroma mortal de la planta venenosa, en el roce de la araña mona, en la rama que cruje y en la luz que se en- ciende en la oscuridad; en el apagamiento repentino del sol tras la enramada del bosque, en el fango que se hunde bajo los pies, en el puente de troncos sobre el que se resbala al cruzar una torrentera.
Rómulo Gallegos lo vio como el mal espíritu de la selva, el que produce en la noche los rumores desconocidos y los silencios aterradores; el que deja caer los árboles sobre las caravanas de balateros; quien embrujó la mente fantástica de Marcos Vargas para arrebatárselo a la ciudad, hundirlo en la espesura de los troncos y perderlo entre la maleza y los be jucos...
Pero, además, Kanaima no está sólo en los árboles y en las rocas, en los ríos ni en las montañas, sino por encima de las cosas que rodean al hombre, como algo contra lo que na die se puede prevenir.
Este Kanaima es la venganza terrible de Tupán, el espíritu superior a los otros, que castiga a las gentes por medio del espíritu malo Yuruparí.
Yurupari cabalga sobre un extraño ser con alas, que silba como Irés el grillo y que tiene una enorme cabeza en forma de totuma, brazos tan largos que casi le llegan al suelo, cola de oso hormiguero, boca de oreja a oreja y grandes colmillos.
Guiado por el grillo, que es su compañero y espía, este monstruo arrebata a los indios que se hallan solos en la selva, los destroza y se los come, y apaga la vida de los enfermos que han dejado de ser protegidos por el irritado Tupán.
Durante la noche se aproxima a los poblados y entre las sombras apalea a los indios con su macana o los estrangula con la cuerda kanaimé de la venganza.
Kanaima no es un mito perdido en el tiempo. El paso de las lunas lo ha dejado presente e intacto entre las gentes y por el otro lado de los cerros que nunca han sido escalados. Envuelto en las sombras, conocido e ignorado, está detenido en los linderos de la más extraordinaria fantasía y la más cruel y brutal de las realidades.
Este es Kanaima, el mito caribe del remordimiento, del miedo a los fantasmas de las tribus vencidas, que alcanza desde la ligera sombra de una rama a la venganza de un dios. Tan tenebroso como la selva, tan largo como los ríos, tan grande como las montañas y ante cuyo solo nombre muchos indios han muerto.
Un día como hoy, pero en 1980, nace en San Felipe, estado Yaracuy, nuestro hermano en el culto marialioncero, el destacado artista plástico Dixon Calvetti.
Además de su desempeño como artista contemporáneo, fue un destacado docente e investigador que vivió en su ciudad natal hasta el año 2018 cuando se traslada a la ciudad de Buenos Aires, Argentina, al popular barrio de La Boca, donde vivió y desarrolló una importante labor educativa-comunitaria hasta el momento de su fallecimiento el día 16 de julio de 2023.
"Desde sus inicios, se interesó y ahondó en temáticas como la religiosidad popular, destacando principalmente el sincretismo religioso de Yaracuy, la situación política-cultural venezolana y más recientemente, los procesos migratorios. Contextos desde donde su obra se ha situado para explorar la simbología, el imaginario y el sincretismo popular reciente ya no sólo de Venezuela, sino también de Latinoamérica. De allí que el culto a María Lionza se configure como eje central de toda su investigación, y que con ello se le sitúe como uno de los artistas contemporáneos venezolanos referentes en el diálogo del arte con el ritual y la espiritualidad popular y uno de los principales exponentes de los cruces entre religiosidad, devoción intrínseca familiar, hibridez y resignificación estética particular."
La cita anterior, que refleja su legado, tanto en materia académica como en la historia del culto venezolano a la Diosa María Lionza, es tomada de un extenso artículo que mostramos en este post.
Destacamos también la labor junto a otra artista plástico y hermana del culto: Patricia Proaño, quienes en 2010 fundan el Colectivo Tres Potenciasjunto a Michelina Farruto, Juan Carlos Urrutia, Juan Carlos Velásquez, proyecto de exploración e indagación colectiva que le llevará a profundizar sobre la experimentación de nuevos medios artísticos y el sincretismo marialioncero.
Querido Dixon, que la Diosa te tenga en su palacio junto a todos los grandes que la acompañan...
DIXON CALVETTI: HACIA UNA ÉTICA Y ESTÉTICA DEL ARTISTA MÉDIUM
Dixon Calvetti, Velación del artista. Monumento Natural Cerro María Lionza, Montaña de Sorte, Yaracuy, Venezuela, 2006. Cortesía del artista
Por:Ender Rodríguez•25.07.2023
Para artishock Revista de Arte Contemporáneo
El ser humano primigenio siempre estuvo inquieto por la duda, el descubrimiento de sus orígenes y el de todas las cosas. Lo fundamental siempre fue la pregunta. Imaginar y desarrollar los caminos del acertijo, ha sido vital por milenios. María Manuela de Cora nos deslumbra con su imagen de la búsqueda y el saber ancestral desde un hermoso resumen donde dibuja con palabras la esencia de los relatos sagrados. Nos dice de Cora:
“Cuando apareció la imaginación humana, la historia del planeta jalonada de oscuros cataclismos de fuego y de hielo se convirtió en leyenda: las rocas representaron el origen del hombre, los árboles guardaron bajo su corteza la sombra de los muertos, y las aguas ocultaron bajo de sí una legión de espíritus. Desde entonces, desde que el hombre llenó de extrañas imágenes los huecos de su ignorancia, los mitos invadieron el mundo, se deslizaron entre las cosas, dándoles un sentido poético, un alma que antes no tenían, y empezaron a relatar en mil formas distintas, con muecas espantables o risueñas, las catástrofes de la naturaleza y las hazañas de los pueblos” (De Cora, 1993, p. 19).
Existían miles de dudas y desconciertos sobre cómo se había iniciado el mundo tal como se conocía, o si unos dioses o diosas tuvieron que someter a otros para engendrar un momento inicial. O quizás, por el contrario, se pusieron de acuerdo los poderosos y grandes espíritus para crear los seres, los astros o la materia. En algunas mitologías los dioses y las diosas copulaban con los humanos, se mezclaban entre dulzura, amor o alrededor de traiciones, asesinatos y dramas sumamente fantásticos. De ese modo, uno podrá notar que han existido todo tipo de relatos extraordinarios y míticos en el imaginario ancestral. Muchos mitos son, por supuesto, anticientíficos o atemporales, pero muy interesantes, surreales y sumamente creativos.
En un mito yanomami, por ejemplo, había dos hombres, y uno de ellos, ante la inexistencia de otros seres, logra copular en el pie del otro hombre, engendrando la primera mujer de ese pueblo aborigen. Este relato mitológico está registrado por el antropólogo Jacques Lizot en su obra El hombre de la pantorrilla preñada, publicado por la Fundación la Salle de Ciencias Naturales (Caracas, 1975).
En muchas narraciones primigenias los humanos podemos ser astros y, de repente, ser terrenales en cosa de segundos. Eso tiene su sentido. Podemos decir con Morin-Kern que, ineludiblemente, “somos hijos del cosmos”. La ciencia lo ha demostrado: tenemos en nuestro cuerpo parte de los mismos elementos del espacio sideral. Con las galaxias seguimos estando emparentados, al igual que con los seres del agua y de todos los elementos. La humanidad es una sola familia, eso también se ha demostrado ampliamente. Nuestra cuna primera fue África, después de miles de años de hominización.
Entre varios pueblos indígenas venezolanos han existido, milenariamente, semejanzas que nos hacen crear líneas de unión entre culturas. Algunos mitos de creación de los cerros sagrados de las comunidades Ye´kuana (Maquiritare), Pemón, Hibi (Guahibo) y Piaroa tienen una gran similitud, los cuales están ligados a un gran árbol gigante (el gran árbol de la vida y árbol del mundo) que al ser cortado se convierte en cerro Marahuaka, Roraima o el Autana, ubicado, según el mito y su diferenciación, en el Amazonas o la Gran Sabana del Estado Bolívar de Venezuela.
Así mismo ocurre con otros pueblos donde los lugares sagrados están identificados por árboles, manantiales, cerros o espacios naturales diversos, sobre todo agua, que es la sangre de una parte del origen y de todo bautismo sacral. El agua y la montaña, como casa de divinidad y las nacientes, y la figura central de María Lionza, como Diosa Indígena, es esencial cuando hablamos del Sorte. Esta temática compleja se desarrollará más adelante con amplitud para conectar y comprender el engranaje ensayístico donde sobresale el artista Dixon Calvetti (Venezuela, 1980-2023).
El estructuralismo de Levi Strauss nos explica la unidad y similitud universal (a pesar de la diversidad y pluralismo) en todas las culturas primigenias humanas hacia 1955 (influido por Saussure y también por diversos antropólogos y lingüistas). Antes que el propio Strauss, James George Frazer había tratado estos planteamientos en su obra La Rama Dorada (The Golden Bough), editado por primera vez en 1890, en dos volúmenes que luego se ampliarían espectacularmente.
La visión “occidentalista” o eurocéntrica de la época observó con recelo los reveladores hallazgos de Frazer. En la mentalidad del momento, se suponía que la cultura “blanca europea” era única y, además, una “raza pura” no conectada para nada con las culturas africanas, indígenas o asiáticas. De allí también la graciosa y absurda frase sobre la supuesta y refinada “raza superior de sangre azul”.
En muchas culturas han existido figuras religiosas, sagradas, espirituales, mágicas, secretas, sobrenaturales; maestros, sabios y maestras que han sido guía para interpretar lo divino, lo filosófico. Hablamos de piaches, curanderos, mohanes, palabreros, chamanes, reyes-divinos, sacerdotes, sacerdotisas, mujeres médicas y matronas de plantas y saberes, ancianos y ancianas o líderes femeninas que fueron llamadas “brujas” por ser hierbateras o iluminadas en conocimiento. De allí que se manejará, por otra parte, el término “Médium” para entender lo que se planteará en este ensayo.
El Médium, o la Médium, vendría a ser, según diversas fuentes, un ser humano-vehículo, un puente o “necesario medio” para permitir la comunicación con los entes sobrenaturales, los muertos y espíritus con los que se desea entablan una relación directa y única. Se habla de espiritismo, animismo y otras terminologías, incluso se habla de Mediumnidad como puerta que se abre ante “el otro mundo”, el de los espíritus y el desconcertante más allá.
Una canción popular de salsa brava de Héctor Lavoe llamada Rompe Saragüey dice al inicio: “Con los santos no se juega, con los santos no se juega, date un baño, tienes que hacerte una limpieza, con Rompe Saragüey”. Diríamos, entonces, que con las almas o espíritus en general, tampoco se juega.
Este contexto es para referirme al valioso artista venezolano Dixon Calvetti como el principal exponente de estos cruces entre religiosidad, devoción intrínseca familiar, hibridez y resignificación estética particular, investigación sistematizada y reflexiones alrededor de un “arte del diálogo” y “de lo crítico”. Calvetti estructura, estudia, analiza con sagacidad, metaforiza y replantea sus líneas discursivas, artísticas y espirituales como “practicante del culto”, es decir, que es parte esencial del contexto espiritualista del Sorte.
Calvetti, como médium y artista, proviene de familias de origen Marialioncero*. El hace las veces de conector entre experiencias, incluso fuera del espectro esotérico, espiritista o religioso, para cruzarse/enriquecer/ampliar senderos hacia el “campo del arte” y fuera de éste. Tales cruces y diálogos se establecen de diversas maneras (para dinamizarlo-conflictuarlo) hasta, inclusive, asumir formas lúdicas; y, en otros casos, con cierta ironía, dependiendo de cada planteamiento o pieza a desarrollar.
Las oraciones, video-oraciones y video-instalaciones del artista pueden estar hechas para la cámara y en diversos lugares como, por ejemplo, en un auténtico altar marialioncero. Agradece a las santas ánimas, santos pintores u otras figuras espirituales por los favores recibidos.
En uno de sus videos, hace como que “lee el tabaco” con la propiedad de un médium. También podría jugar a la extrañeza o molestia del público al leer/ver las frases de su pensamiento como “generador de palabras” al estilo cinematográfico. Dixon, a veces, ficciona desdoblarse y que bajen espíritus a través de él, o sobre la lectura del tabaco. Su madre, tía y abuela, su comunidad de San Felipe y la Montaña de Sorte, han sido su influjo y hábitat.
En su situación contextual genuina no necesita “estar en implicancia” ni en “in-vivencia” o hacerse el “otro cultural”; es decir, estos,términos, usados por el preclaro sociólogo venezolano Alejandro Moreno, acá no son necesarios. Dixon está “más que implicado” desde niño. También debemos decir que tampoco debe “in-culturarse” o estar en “in-culturación”, como lo plantean los jesuitas para un agente o “hermano externo” que desea entrar “en esa otra cultura” como “apoyo exterior” solidario (como otredad).
Así entonces, Calvetti completa el ciclo de lo holístico al lograr detonar ese necesario diálogo y entrecruzamiento que implica unir todos los bordes sueltos: arte contemporáneo (pieza en físico y acción-performances, neo-rituales, entre otros), cultura popular religiosa, Sorte y María Lionza, sincretismo y tabú, “rituales paganos”, “cambios y paralelismo de códigos”.
Y lo hace justo cuando todo lo cercano a lo espiritualista o que pareciese “santero” se cataloga como “pensamiento marginal y periférico”. Hablamos de la necesidad de “contaminar” las formas de pensamiento hermético, romper paradigmas rígidos y los “purismos” inútiles, clasismo, “neo-racismos” y otras situaciones a superar.
En el texto Del Médium Espiritista al Médium Artista. El Culto a María Lionza como Práctica Artística, Dixon plantea lo siguiente:
“…Un médium artista resulta, entonces, en una especie de doble conector, puesto que el arte y la religión ya son, en sí, estrategias de mediación. Mi objetivo en esta investigación es revelar esos cruces simbólicos. En este contexto, me interesa pensar mi práctica artística desde el culto y no el culto desde el arte, desde una mirada del etnógrafo artista como sujeto y objeto de estudio. En este caso, tomo como base la idea de Pierre Bourdieu en el artículo «La objetivación participante» (2001), que aporta una comprensión del propio universo analizado que se construye con el grupo social donde me inserto.
Cuando se intenta dar una definición acerca del culto a María Lionza, es de vital importancia tener en cuenta las investigaciones llevadas a cabo por Gilberto Antolínez (1995), por sus invalorables aportes a los estudios sobre la identidad cultural en Venezuela y América Latina. Las video-oraciones son expresadas como proceso de mediación e intercambio simbólico a través del performance ritual, de acuerdo con Diana Taylor (2001), sobre una definición de performance como estudio y análisis, que determina la transmisión de una memoria en términos de archivo del cuerpo…” (Consultado el 10-06-2023; disponible en https://revistas.usfq.edu.ec/index.php/posts/article/view/1842 ).
El Mito de María Lionza o María de la Onza es una tradición que el Estado Venezolano, desde el año 2014, ha propuesto que sea declarado “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad” a través de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). María Lionza es la madre de la Naturaleza, cuidadora, dadora, erótica, provocadora, protectora y guerrera, quien con toda furia ataca a los destructores de su montaña. Ella es la mítica mujer del monte y Diosa simbolizada como Reina desnuda, sentada sobre una Danta Salvaje.
María Lionza está hermanada a la creación silvestre, a veces dialogando con la Serpiente de las Aguas Sagradas como alto espíritu femenino del contexto espiritual-funcional quien, a su vez, se conecta o se globalizaría en conjunto con el término “Madre Tierra”, muy similar al de “Pachamama” de los Andes de Suramérica; y aunque pareciese que hablamos de otras latitudes, se trata de la misma terminología cuando encontramos el término “Gaia”, del mito griego, como la Diosa de la Tierra.
Canta el inigualable salsero panameño Rubén Blades sobre la Diosa-Reina María Lionza en su obra maestra que lleva el mismo nombre, lo siguiente: “María Lionza hazme un milagrito y un ramo e´ flores te vo´a llevar… fue por el río Guanaguanare que Coromoto la vio brillar…(Coro) esa es la Reina que el pueblo adora, esa es la Diosa más popular (Coro), flores para su altar Doña María le vo´a llevar (Coro), con tabaco y aguardiente la ceremonia ya va a empezar…”
Los elementos simbólicos, códigos y estructuras usadas por Calvetti, propios de los rituales de Sorte, resultan muy interesantes y reveladores, como por ejemplo dibujos de astros y líneas curvas en talco, así como serpentinas que forman símbolos de infinito al cruzarse, velas y humo de tabaco, ofrendas para el altar, globos plásticos de colores y demás elementos que, de hecho, son instalaciones estéticas por sí solas.Los elementos varían segúnel ritual a realizar, sea para evolución de la persona, porvenir, abrir caminos, protección, amor, salud, dinero, trabajo u otro.
Al preguntarle a Dixon sobre sus orígenes familiares y conexión espiritual en su entorno inmediato, me comentó lo siguiente:
“Crecí y fui criado en un grupo familiar cuyas creencias religiosas se debaten y confluyen desde el espiritismo Marialioncero, así como el catolicismo y Evangélicos pentecostales. Al mismo tiempo, los testimonios de fe y vivencias de cada contexto religioso me han llevado a indagar sobre temas como lo Espiritual y la Espiritualidad como fenómeno religioso y artístico.
Dentro de mi memoria y recuerdos infantiles siempre estuve rodeado de la figura femenina, la presencia de lo femenino siempre estuvo muy presente en mi infancia, de hecho, fui criado por mi abuela materna y mi tía. Mi madre, digamos que siempre estuvo un poco ausente, debido a su espíritu nómada. A estas referencias se suman mis dos hermanas, que también forman parte de estas historias familiares, teniendo en cuenta una cosmogonía femenina cuyas imágenes arquetípicas se quedaron fijadas consciente e inconscientemente en mi memoria. Tengo tres madres por así decirlo.
¿Quién es María Lionza? Quizás no desde el punto de vista académico o sustentado por algún autor erudito que pueda citar, pero en mi caso, cuando me veo desnudo de alma y espíritu veo a la diosa representada en cada una de mis tres madres; sus arquetipos y esencias están impregnadas de este Ser subacuático y mítico que representa su cosmovisión más originaria. En este caso, son sensaciones desde la memoria y el recuerdo de alguna imagen, elemento o espacio que lo traigo al presente con otros códigos y lenguajes visuales. Por ejemplo: el olor a tabaco, el olor a chimó del altar, el rosario de mi abuela, la vela prendida, el agua bendita, los recuerditos de últimas noches acumulados en las gavetas, el círculo de oraciones al que me llevaban de niño, entre otras experiencias que puedo resignificar desde el arte.
Para mí las representaciones simbólicas de las tres potencias venezolanas son a través de mis tres madres, este sería el núcleo primario de mi relación con la reina madre… La práctica del culto a María Lionza siempre conlleva a experticias extremas, sobre todo la incorporación de espíritus en algunas celebraciones, como el día de la resistencia indígena, Semana Santa o el día de la madre, entre otras. Son conmemoraciones donde los médiums realizan sus prácticas y despliegan todas sus facultades espirituales por muchas razones.
De niño tengo el recuerdo de ir con mi tía y algunas vecinas a algunos ríos de Yaracuy, en especial con su amiga y madrina espiritual, Ramona Aldana, con la que siempre tuvo una amistad alimentada por compartir el culto en sus distintas formas. Una vez, en uno de estos viajes a la montaña, se estaban haciendo lo que se conoce como operaciones espirituales, las cuales se realizan cuando los médicos académicos no encuentran la cura que pueda sanar definitivamente a la persona en sus malestares. Recuerdo que había oráculos hechos con talco en el piso, como de costumbre, y chozas hechas con elementos de la zona que servían de consultorios para los pacientes, acondicionadas con los elementos propios del culto.
Mi tía me decía que me quedara por fuera, mientras ella y su amiga Ramona entraban a estas chozas para consultas, pero recuerdo con cierta intermitencia que me pude asomar por las hendiduras de los bambús de la choza y presencié una operación espiritual. Una materia que incorporaba un espíritu -no sé cuál obviamente- hizo presencia, mientras había una persona acostada en la tierra; esta materia penetró su estómago con un bisturí y vi como lo revolvió o hizo un movimiento parecido.
Esta imagen se quedó en mi memoria para toda la vida y fue una impresión muy fuerte para ese momento. De allí en adelante todas las cosas y manifestaciones que vengo observando han sido de gran diversidad. Pero el culto no solo es la incorporación de los espíritus y los médiums, el culto a María Lionza posee muchas caras y se manifiesta de muchas formas.
En el llamado baile de la candela también pude presenciar, a lo largo de los viajes a la montaña, los trances múltiples, es decir, en la madrugada del 12 de octubre este baile espiritual en homenaje a María Lionza se intensifica con la participación de muchas materias o médiums, alrededor de entre cincuenta o más, que danzan caminando en brasas ardiendo. Dependiendo de la convocatoria, el número de materias para esta celebración puede variar.
En este contexto de cantidades y de cierta confusión de todo tipo se pueden ver los plataneros, así se les dice en el campo espiritual a las materias que fingen estar en trance y que no necesariamente están incorporando nada, por lo que hay muchas maneras de saber si esto es así…”
Importantes críticos de arte en Venezuela han valorado, seguido las investigaciones, la obra, acciones y muestras de Calvetti por años. Félix Suazo, por ejemplo, al referirse a la primera muestra individual de este artista llamada Reinvención de lo sagrado (2009), lo define como “multifocal y aglutinante”.
Comenta además que Dixon entrecruza realidades y contextos como el de la diosa María Lionza, el santo Lino Valles, el pintor Armando Reverón y toda una legión de artistas, críticos y curadores, a quienes da las “gracias por los favores recibidos”, con una reverencia no exenta de ironía (Consultado el 10-06-2023; disponible en http://resistenciaartstica.blogspot.com/ ).
Cuando se destaca el juego de lo irónico y sarcástico tiene que ver con una especie de similitudes y rompecabezas, así como transposición de códigos que Calvetti arma, cabalgando entre los elementos del campo del arte mismo (y las prácticas de creación) y su codificación llevados a la sociedad misma.
En el mundo espiritual existen algunas Cortes Espirituales fundamentales, digamos, como la africana e indígena. Veremos que Dixon, en algunos casos, replantea esto al nombrar a los “fulanos creyentes del arte” y “plataneros del arte”, haciendo alusión al fraude en el mundo del Sorte, aunque podría llevarse exactamente al “mundo del arte” como elementos de “campos de poder” y “cortes de poder y posible alienación”.
Importantes críticos de arte en Venezuela han valorado, seguido las investigaciones, la obra, acciones y muestras de Calvetti por años. Félix Suazo, por ejemplo, al referirse a la primera muestra individual de este artista llamada Reinvención de lo sagrado (2009), lo define como “multifocal y aglutinante”.
Comenta además que Dixon entrecruza realidades y contextos como el de la diosa María Lionza, el santo Lino Valles, el pintor Armando Reverón y toda una legión de artistas, críticos y curadores, a quienes da las “gracias por los favores recibidos”, con una reverencia no exenta de ironía (Consultado el 10-06-2023; disponible en http://resistenciaartstica.blogspot.com/ ).
Cuando se destaca el juego de lo irónico y sarcástico tiene que ver con una especie de similitudes y rompecabezas, así como transposición de códigos que Calvetti arma, cabalgando entre los elementos del campo del arte mismo (y las prácticas de creación) y su codificación llevados a la sociedad misma.
En el mundo espiritual existen algunas Cortes Espirituales fundamentales, digamos, como la africana e indígena. Veremos que Dixon, en algunos casos, replantea esto al nombrar a los “fulanos creyentes del arte” y “plataneros del arte”, haciendo alusión al fraude en el mundo del Sorte, aunque podría llevarse exactamente al “mundo del arte” como elementos de “campos de poder” y “cortes de poder y posible alienación”.
Se podría hablar de curadores o “críticos del fraude” y hasta de varios ministros de Cultura del engaño (“Plataneros del gobierno”), y llevarlo también al campo de ciertos galeristas de arte (en el sector privado, por ejemplo). Es un paralelismo y una transposición de figuras simbólicas que se deja allí asentada. Cuando se habla de “plataneros” en cuanto a los rituales espiritistas de Sorte, se alude a figuras de la trampa.
Para nadie es un secreto que, desde hace muchos años, alrededor de la Montaña -no podremos decir en qué proporción ni se manejan números exactos-, existen grupos de personas fraudulentas que se disfrazan de “médium” o “piaches” para sacar provecho económico y, en algunos casos, abusar de todo tipo de personas (incluida la violación).
Esta situación la han denunciado los auténticos y verdaderos practicantes honestos del Sorte, razón por la que ha habido enfrentamientos. En distintos momentos, han logrado sacar de la Montaña a estafadores, pero ésta no es una tarea sencilla. Todos estos casos, por otra parte, se conectan también a la aculturación, degradación cultural y pérdida de ciertos sistemas de valores, ética y sistemas de vida en las muchas comunidades indígenas desde hace décadas.
Nos comenta Calvetti a propósito de su tesis, titulada María Lionza: Una mujer que se esmera por su apariencia (2007):
“En mi caso, la ‘etnografía’ es casi una parodia… una apropiación de este método. No tengo la intención de comprobar nada científicamente, por lo menos no desde la rigurosidad que implica (la etnografía) como ciencia. La metodología del ‘trabajo de campo’ es un jugar a hacer, jugar a ser productor de mi propio mundo cultural” .
En este comentario, Calvetti se refiere a su figura no purista ni científica de etnógrafo riguroso. Él va más allá del ritual espiritual, permitiéndose otras maneras de generar escenarios de reflexión y criticidad, u otros análisis comparativos alrededor del arte contemporáneo, además de ser “problematizador”.
En el texto Contra-punteo: dialogicidad desde el territorio del arte, que hace referencia al “Ánima de la Yaguara”, el milagroso espíritu de Maximiliano González, la crítica de arte Carmen Hernández nos dice que Calvetti “exorciza el campo del arte dominado por los espíritus fatuos de la mercantilización y recupera esa memoria animista arraigada en el imaginario latinoamericano que representa valores históricos y de hermandad no institucionalizados” (Consultado el 10-06-2023; disponible en https://artishockrevista.com/2022/03/11/contra-punteo-dixon-calvetti/ ).
En su video-performance Día de la Resistencia Artística (2010), Calvetti fuma tabaco y hace las veces de un adivinador desde una construcción visual o parafernalia engañosa adrede. A través de subtítulos muestra sus formas de pensamiento. Sobre esta acción ante la cámara, nos comenta Dixon:
“Para dar estas ‘informaciones’ me apropio del logotipo del canal de televisión CNN en español sustituyendo el texto de este para que diga CNN en yaracuyano, una forma de parodiar la manipulación mediática como elemento de poder. En el montaje de este trabajo se encuentra la canción de Héctor Lavoe titulada ‘Rompe Saraguey’, que justamente dice que con los santos no se juega.
En este contexto de carácter lúdico, el audio genera una contradicción a la acción que se realiza. La intención es provocar líneas de tensión entre el hipnotismo de la televisión como medio de dominación masiva y lo onírico de las prácticas rituales realizadas por los espiritistas del culto a María Lionza”.
El uso del tabaco como manejo ritualista y de curación, o con el carácter de sanar, es algo impresionante en las culturas originarias. El tabaco es americano y está muy relacionado con los ritos aborígenes, campesinos, y también con el consumo del labrador. Nos dice el cantautor español Joaquín Sabina, de modo juguetón, que lo único que hay que agradecerle a Colón es haber traído el tabaco a Europa.
Las diferentes obras de Calvetti, desde video-oraciones, video-performances, instalaciones, videoinstalaciones, pinturas con chimó (pasta de tabaco), trajes, nos abren inmensas posibilidades de reinterpretación y resignificación, con sus apropiaciones, crítica y otras formas de burla, parodia e ironía de temas conexos y absolutamente actuales: arte, sociedad, neo-rituales, mundo, medios de información, centros de poder, mercados del arte…
Entre los lenguajes marialeonceros, uno podría también preguntarse sobre la materia plástica del arte y la materia espiritual del artista Dixon, el Médium ante la pintura o la escultura y el Médium espiritista que también es materia plástica ¿Podría ser todo materia? Tales interrogantes siempre serán una incógnita. De hecho, si analizamos mejor, el mismo Dixon deja abiertos los senderos del pensamiento en sus piezas para generar reflexión crítica no acabada. El análisis queda servido, esa es la invitación.
En otras obras, Dixon hace jocosas y satíricas comparaciones entre una Reina Diosa María Lionza y las Reinas de Belleza de la TV, como el video que incluye a la Mujer Maravilla (Wonder Woman) de los años ochenta (Tecnology Trasformation: Wonder Woman, 2018).
Calvettti realiza una apropiación muy interesante que pudiera generar polémica, donde toma de una pintura sobre María Lionza de 1946, del autor oficial de la dictadura Gomecista, Pedro Centeno Vallenilla, para llevarla al plano real, con modelos humanos reales, como performance y videoinstalación, aunque con una gran diferencia.
En la obra de Vallenilla, María Lionza desnuda y erótica es de color piel clara y de un tono sutil amarillento (tratando de mostrar una estética muy cuidada), y algunos de los hombres desnudos y postrados a sus pies son de color variado, de color moreno a cuerpos más bien de piel clara.
En el trabajo de apropiación y reinterpretación de Dixon, todos los cuerpos humanos son bastante morenos, casi a nivel del hermoso color de la “negritud” afrovenezolana, a la cual todavía se le hace cierto bulling al referirse a ello como “lo negro” o las personas como el “negro bembón”, o “la negra”. Cuando la crisis económica o cualquier otra cosa tiende a empeorar, en Venezuela se dice: “El futuro luce muy negro”.
Volviendo al tema de los rituales y las solicitudes espirituales, en la obra de Calvetti podríamos pensar también en el petitorio, la ofrenda y la puesta del altar a María Lionza para pedirle, de repente, favores para fortalecer un amor o potenciar la fuerza sexual. Desde el monte, María Lionza surge poderosa, erótica, dominante y siempre hermosa, como una Deidad Morena reveladora e indomable ¿O temeraria quizás?
Podemos decir que la figura mítica de María Lionza encarna, además de lo espiritual, un sentimiento de orientación ambiental que nos conduce al campo del activismo ecológico. Esa vital conexión con espiritualidades o, mejor aún, con individualidades vivas socio-ambientalistas y protectoras del ambiente en forma de líderes, es más que real y resulta una autenticación del espíritu protector hacia la naturaleza como compromiso en plena contemporaneidad, aunque enfrentada al asesinato masivo, encubierto en muchos países. En Latinoamérica, el martirio sufrido por defender a la Madre Tierra es impresionante.
Todas las culturas son cambiantes y dinámicas. Si hablamos de culturas aborígenes, muchas han perdido gravemente parte de sus valores y estructura ancestral o, en otros casos, se ha degenerado parte de sus sistemas de creencia ancestral, de sus sistemas de vida incluso. Se han multiplicado sus poblaciones y en muchas situaciones los problemas y amenazas crecen exponencialmente, porque en sus territorios milenarios se encuentran los minerales y la esencia lucrativa de las sociedades extractivistas del capital o “socialistamente capitalistas”, en el caso de Venezuela (es decir, depredadoras todas, no importa el nombre ideológico y de moda que usen).
Dixon Calvetti, de la serie «Crónicas de lo imaginado», 2021, chimó sobre papel, 18 x 25,5 cm | 26 x 29 cm. Foto: @manoel_quiroga
El artista, investigador y gestor Dixon Calvetti nos plantea diálogos críticos y entrecruces alrededor del mundo del arte, las realidades sociales y la espiritualidad. Calvetti deja planteado ante nosotros un necesario y vital llamado de atención en medio de sus propias narrativas, acciones y performances diversos. Lanza una propuesta híbrida, ética y estética, para dar un vuelco a “ciertos valores” desde paralelismos y sincretismos fascinantes.
Sus diversas piezas, impresionantes pinturas con chimó, instalaciones, trajes simbólicos, acciones, su arte conceptual y sus muestras individuales han recorrido varios países. Dixon también ha elaborado textos de investigación donde él mismo teoriza y defiende conceptualmente y con densidad su trabajo, proceso y recorrido.
El arte no es solo para la catarsis liberadora, para sublimarse o suspirar, puede ser también una forma de reflexión y un artefacto para estallar nuevos pensamientos y criticidades, además de fortalecer un nuevo sentido de la vida desde adentro hacia afuera, o ambos a la vez. La función del arte es incomodar.
Queda mucho por hacer en esta era de la Inteligencia Artificial y de cierto post-humanismo sumado a la “idiotización internauta” (Umberto Eco), acelerada desde la selfiemanía actual de redes hasta el consumo superfluo, sin pensar en el mañana. La transformación necesaria resulta ser una línea a seguir, antes de que sea tarde.
*Que rinde culto a María Lionza
Referencias
ANTOLINEZ, Gilberto. “Los ciclos de los dioses”. Ediciones La Oruga Luminosa. Colecciones Voces Secuestradas. San Felipe, 1995.
CORA, María Manuela De. “Kuimare: Mitos aborígenes de Venezuela”. Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas, 1992.
RODRÍGUEZ, Ender. “Cantos del Origen, aproximación a las culturas indígenas y a la postmodernidad”. Nadie Nos Edita Editores – CONAC. San Cristóbal, 2001.
RODRÍGUEZ, Ender (07-06-2023). Entrevista personal a Dixon Calvetti. Vía WhatsApp y email.