ILUSTRACIÓN PELI
Por: FRANKLIN BARAZARTE/ ADRIANA AZZI SEDES
La reina María Lionza, diosa del amor y la fortuna, es una de las figuras más controversiales de la espiritualidad venezolana. Patrona del culto espiritista y sincrético más popular del país, es motivo de grandes pug- nas entre sus seguidores. Desde los que la veneran como La Doña, aspecto sombrío y degradado que representa el lado oscuro de la diosa; hasta los que ven en ella a una Madre Cósmica y la elevan a una dimensión trascendental y celestial en la que es entendida como la potencia creado- ra del mundo y sus múltiples manifestaciones: una especie de Shakti oriental, aspecto femenino de la divinidad. Todos reflejan en la reina sus propias visiones y vuelos mentales. Además de esto, podríamos decir que en ella convergen tres momentos o manifestaciones históricas: mito, leyenda y realidad.
EL MITO. Como mito, María Lionza se manifiesta en Yara, la antigua diosa de los indios arawacos, especie de Ochún africana, diosa de las aguas dulces, de la fertilidad, de la provisión. Es la llamada princesa de las aguas.
LA LEYENDA. De este modo la encontramos como María de la Onza, completamente desnuda, mostrando sus atributos divinos tal como se expresa la madre naturaleza en señal de pureza e inocencia. Está montada en una danta, animal sagrado para los indios del Sur, tótem de evolución y símbolo del poder de la voluntad. En lo alto, sostiene con sus manos un hueso sacro en señal de fertilidad. Es hija del gran cacique Caquetío, pero también se dice hija de dos razas, la india y la blanca. Sus ca- bellos sueltos y enmarañados representan, como en la Kali Hindú, la fuerza desatada de lo femenino, su anticonvencionalismo y sensualidad.
LA REALIDAD. Estudios recientes revelan que en el Yaracuy de la época colonial, vivió una hacen- dada rica y temida, una especie de Chica Da Silva, Protectora de los indios, que tenía poderes sobre naturales, un gran carisma y una resolución poco común para las mujeres de su época. Estamos ha blando de María de Alonso, descendiente de españoles y dueña de las serranías de Sorte. Figura que el tiempo inclemente borraría de la historia pero que quedaría como arquetipo espiritual de la mujer venezolana. Otros sostienen que este personaje engendró a la María Lionza que hoy conocemos, cuyo padre fue el cacique Yaracuy,, que luchó por el pueblo indigena, que nació con grandes dones espirituales y que finalmente se manifestó en el imaginario de aquellos caquetios expropiados de sus creencias chamánicas, por una religión extranjera. En resumen, una reina-espíritu (crisol de razas) que contiene en si cinco misterios doña, madre cósmica, mito, leyenda y realidad, o quizás, una diosa sincrética y pagana que la historia (el hombre) moldea a su imagen y semejanza.
Fuente:
Todo en Domingo (Revista de El Nacional)
17 DE FEBRERO DE 2002
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