jueves, 7 de noviembre de 2002

Veneran a "santa india" María Lionza en Venezuela




En el terraplén que divide la autopista más transitada de Caracas está la estatua de una recia india montada en un tapir, en cuyas patas se enrosca una serpiente. La mujer desnuda levanta su pelvis al cielo.


La estatua de más de nueve metros de altura representa a María Lionza y es venerada por numerosos creyentes que le llevan ofrendas florales, velas y monedas, cruzando a toda velocidad cuatro carriles para automóviles.


"Un visitante frecuente incluso ata una cuerda a la estatua y escala la base. Luego se sube a ella y le coloca flores alrededor de su cuello y de los brazos levantados", relata Nelson Guitriague, de 30 años, que vende dulces caseros cerca de la estatua.


El vendedor dice que él también, cuando necesita la ayuda de María Lionza, cruza la autopista a toda prisa, se persigna ante la estatua y reza.


La fama de la estatua ilustra lo arraigado que está el culto a María Lionza en esta nación predominantemente católica. El ritual, surgido hace 200 años, se ha convertido en parte de la vida cotidiana de esta capital.


La iglesia católica desaprueba la práctica, pero hace mucho tiempo que abandonó sus esfuerzos por impedir la veneración a María Lionza. Sus devotos provienen de todos los estratos sociales, en su mayoría son gente pobre.


Las referencias a María Lionza datan de hace 500 años, pero el culto no surgió en las áreas rurales hasta hace dos siglos y se extendió a Caracas y otras ciudades en el siglo XX.


María Lionza, una hermosa india del estado occidental de Yaracuy, tenía según la leyenda ojos verdes, piel blanca y poderes sobrenaturales.


Algunos dicen que fue hija de un jefe indio. Otros consideran que descendía de una princesa india y un conquistador español. Una versión señala que fue atacada por una anaconda que acechaba en una laguna.


"Mientras que Dios castigó a la serpiente con la muerte, la doncella se volvió guardiana de la laguna y más tarde se convirtió en la protectora de la naturaleza en esta zona de Yaracuy", escribió la antropóloga Angelina Pollak Eltz.


Otra versión dice que María Lionza saltó a una cascada para morir antes que ser esclavizada por los invasores españoles que habían matado a su familia.


"María Lionza aporta a nuestra nación un mito sobre… el significado de Venezuela como un país mestizo", dice Flor Alba Cabrera, antropóloga en el gubernamental Instituto del Patrimonio Cultural. La divinidad reflejaría la gran variedad de culturas indígenas, africanas y españolas, así como los abundantes recursos naturales del país.


La robustez de la estatua simboliza la determinación de María Lionza para proteger a sus devotos, junto con la flora y la fauna de Venezuela.


"La pelvis… representa la maternidad y la procreación, y tiene el doble significado de la fertilidad de las mujeres y de la Tierra", señala Daisy Barreto, científica social en la Universidad Central de Venezuela.


"La serpiente enroscada alrededor de las patas del tapir simboliza la envidia, la crueldad y todos los defectos humanos, que deben ser reprimidos", agrega. "María Lionza y el tapir vencen eso parándose sobre la serpiente".


Esculpida por Alejandro Colina, la estatua fue colocada en su ubicación actual en 1953, por órdenes del dictador, general Marcos Pérez Jiménez, quien era también devoto de María Lionza.


La extensión de este culto es desconocida, pero cada año cientos de millares de personas viajan a las Montañas de Sorte, a 270 kilómetros al oeste de la capital, donde habría estado el hogar de María Lionza. Allí, los devotos realizan ceremonias religiosas y piden la ayuda de María Lionza o le agradecen su intervención.


Muchos emprenden el viaje el 12 de octubre, aniversario del Descubrimiento de América, pero otros rituales menores se celebran a lo largo del año.


En Caracas, algunas personas que buscan consejo o cura visitan el Centro Espiritual Lino Valles, localizado en un barrio pobre de la ciudad. Allí, los médiums dicen trabajar con espíritus de diversos orígenes al amparo de María Lionza.

En el terraplén que divide la autopista más transitada de Caracas está la estatua de una recia india montada en un tapir, en cuyas patas se enrosca una serpiente. La mujer desnuda levanta su pelvis al cielo.


La estatua de más de nueve metros de altura representa a María Lionza y es venerada por numerosos creyentes que le llevan ofrendas florales, velas y monedas, cruzando a toda velocidad cuatro carriles para automóviles.


"Un visitante frecuente incluso ata una cuerda a la estatua y escala la base. Luego se sube a ella y le coloca flores alrededor de su cuello y de los brazos levantados", relata Nelson Guitriague, de 30 años, que vende dulces caseros cerca de la estatua.

"Dado que (María Lionza) es una entidad tan divina, nadie en este centro está suficientemente preparado para ser su médium. Pero estamos esperando su visita", explica Sergio Rodríguez mientras fuma un habano y bebe ron.


Lila García Sánchez ha traído a su nieta enferma Rebeca, de seis años, para someterla a una "limpia del aura".


Sentada dentro de un círculo de talco, cirios, cocos y listones, Rebeca se asoma bajo una maraña de rizos mojados, enredados en pétalos de flores rojas, mientras dos curanderos la rocían con vino, ron, licor de anís y cerveza.


Vestido con una túnica de satín morado, un médium recoge dos cocos y los rompe por sobre la cabeza de Rebeca, a quien baña con el agua, antes de triturar la corteza en el piso.


"El agua transfiere energía positiva a la persona", dice Rodríguez. "La corteza absorbe lo negativo y es destruida para librar a la gente de sus problemas".


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