Mi paisana María Lionza, diosa protectora de los animales, las plantas y las flores
por: Arístides Bastidas
Soy paisano de María Lionza y aunque no me encuentro entre sus devotos incondicionales, siento por ella el respeto que se debe a los mitos, revestidos de encantos que los hacen más atractivos que la exasperante realidad. Yo entablé relaciones con María Lionza cuando era un niño y mis padres me llevaban a los densos y frescos bosques donde todavía los visitantes siguen experimentando la invisible presencia de esta diosa popular. Nadie, ni siquiera los crueles terratenientes de la región, osaban maltratar los linderos de su reino. Según la tradición, ella velaba con celo materno por la vida de todas sus criaturas. Ella protegía con sus terribles poderes las dantas sobre las cuales cabalgaba, las mariposas que decoraban el paisaje, las flores silvestres que hechizaban a los hombres, los árboles corpulentos cuyas ramas se entrelazaban para formar tupidos techos y las aguas que mansamente corrían por cauces de arena blanca o de piedra pulida por ellas mismas a través de los siglos. (…)
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