"En América, nosotros somos diferentes. No somos vacíos.
Estamos llenos, somos pletóricos de significados diferentes",
explica a BBC Mundo el antropólogo Rony Velásquez
(Fotos de la Montaña de Sorte, Anahí Aradas)
Ramón Eduardo Arias, "46 años en la carrera de espiritista, 51 años de edad", según se presenta él mismo, cree en Dios por sobre todas las cosas. Va a misa, si es necesario. Asiste a novenarios, cuando alguien fallece. Es más, fue monaguillo durante 14 años, en paralelo a su "oficio".
Pero el altar de la azotea de su hogar está dedicado a la reina María Lionza, el negro Felipe y el cacique Guaicaipuro, las tres potencias de un culto popular venezolano -el espiritismo marialoncero-, similar a la santería, que conjuga elementos de la religión católica con creencias de los pueblos aborígenes originarios y de los africanos, que llegaron a estas tierras bajo la condición de esclavos.
Ellos así lo pidieron y después de todo, fueron ellos quienes lo ayudaron a ampliar y mejorar su casa, en un humilde sector del este de Caracas, le cuenta Arias a BBC Mundo. Ellos: los hermanos, los espíritus, que siempre acompañan y siempre proveen. Dios mediante.
"Yo no discrimino a nadie", agrega este hombre, quien no se inmuta cuando se lo confronta con el mandamiento católico que ordena "amar a Dios sobre todas las cosas", no tener "dioses ajenos delante de mí" y no inclinarse ante imágenes ni honrarlas, según narra el libro del Éxodo.
¿Pero qué le ofrece el espiritismo que la religión tradicional no?
"La alegría, la satisfacción de ver que a ti te llegue una persona que, por medio de Dios ante todo, hagas la invocación y logres ayudar a alguien; cuando ves a la anciana que ha ido a tantos médicos y ninguno ha logrado nada, y con una oración, una hierba, ves cómo se va diferente".
Sin correteos
Arias dice que se encontró con los espíritus cuando era un niño. Para entonces había visto desfilar nueve muertos -entre ellos los de su padre y de su madre- por la puerta de su casa, la misma en que hoy cuenta su historia.
"Siete familias (familiares) y dos inquilinos", dice, mientras tira al piso la colilla del tercer cigarrillo que se ha fumado en 20 minutos. "Era como si este lugar estuviera embrujado".
Un hombre misterioso de avanzada edad –del que sólo recuerda su nombre: William– le ofreció ayuda en un piso de hospital, donde su padre acababa de morir a causa de un infarto. William lo acogió en "una chocita por Barlovento", en la costa central, y le enseñó todo lo que tenía que saber: "Cómo era un oráculo para la salud, para hechicería, brujería, para gente que tenga problemas en su casa".
William también le indicó que las almas de sus familiares habían "sido compradas" (sus tumbas profanadas y sus restos utilizados para "trabajos") y por eso merodeaban la casa. Para contrarrestar lo sucedido utilizó "voladura de pólvora, alcanfor, muchas velas, muchos novenarios en la iglesia, misas, visitas al cementerio… Les rezaba y les ponía agua bendita".
"Mi niñez la viví a nivel espiritual. No me la pasaba en la calle de arriba para abajo", nos cuenta, a la sombra de la ropa tendida y a la vista de los ranchos (construcciones precarias) que trepan las faldas de la montaña en el populoso barrio de Petare.
"En la mañana iba a la iglesia, ayudaba al cura a servir la misa, y en la tarde iba al colegio. En la noche agarraba un libro espiritual, hacía parte de mi tarea y agarraba y fumaba tabaco en esta parte donde estamos sentados, cuando esto era un barranco. Ahí estaba yo solo a las 9 o 10 de la noche, porque me nacía. Porque sentía bulla… brrr… brrrr… como si me estuvieran diciendo qué hacer", relata.
Sin crimen y sin castigo
Finalmente, el cura de la iglesia de Ramón Eduardo Arias supo de sus andanzas en el espiritismo pero eso no le ameritó un regaño. Más bien una decepción.
"Un día yo venía del cerro, de un centro espiritual y me quería confesar. El padre no me puso en el confesionario, sino que nos sentamos en los bancos. Me dijo 'bueno, habla'. O sea, yo no lo vi muy bien. Le dije: 'Padre, soy espiritista. Yo quiero mucho a la Iglesia, pero a mí me gusta el espiritismo, es como si lo llevara por dentro'".
"Lo único que me preguntó es '¿qué Virgen tienes?'. Yo le dije que la Virgen del Carmen, de Fátima y de las Mercedes. Él me preguntó qué significaban para mí en la religión del espiritismo y le expliqué que aquella persona que lo puede ayudar a uno a nivel de salud. 'Ok, ya estás confesado, que Dios te bendiga', me dijo". Arias señala que en ese momento no entendió la respuesta del sacerdote y asegura que desde entonces no se ha confesado más nunca formalmente.
"Yo le diría (al sacerdote), con todo el respeto, que no me critique para no criticarlo. Porque si vamos a ver lo de las imágenes, ¿cómo me va a decir él que así era San Pedro, la Virgen María, Jesús o José?"
"No, eso es mentira. Si buscas las sagradas escrituras originales, hay tantas cosas que cambiaron con puño y letra y no sabemos. Entonces tú dices ¿quién profana a quién? Yo también creo en Dios, pero tengo mi fe en Dios y en ellos. Sí existen, no son leyendas", explica.
Para él, "caben todos". "¿Cuántos no acompañaron a Jesús? Era el mundo entero. La tribu que tenía Jesús era inmensa".
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