Por: Yolanda
Josefina Salas Dávila
¿Quién que transita por los
predios de Sorte no se pregunta sobre los antecedentes históricos y culturales
de esta geografía mítica poblada de seres encantados, lagunas y cuevas
sagradas?
Una revisión de la toponimia de
la región arroja información significativa. En 1782, el nombre de Nuestra
Señora María de la Onza del Prado de Talavera aparece en el informe del obispo
Mariano Martí designando una de las parroquias de Nirgua. Y en el informe de
Hablaos, del año de 1778, se señala a la serranía de María Alonzo como límite
divisorio entre Yaracuy y Lara. Luego, a comienzos del siglo XIX, en el
documento Estadística de la Provincia de Barquisimeto 1833-34 aparece el topónimo
María Alonso, designando un cerro alto, que es el mismo que en los mapas de
este siglo aparece como montaña de María Lionza, en cuya margen derecha está
ubicado el cerro de Sorte. Se sabe que en la ladera de esta montaña se fundó en
1694, en el lugar de Chivacoa, una encomienda de indios Caquetíos y Chipas. Y
del censo realizado por el obispo Martí en el año de 1782, nos enteramos que
predominaban los descendientes de Caquetíos por encima de la población blanca,
negra y mulata. El mismo obispo reseña además la renuencia de los indígenas a
ser adoctrinados y sometidos a “pueblo de misión”. Otros documentos de la época
reportan el uso ceremonial de cuevas y de otros lugares sagrados en las
montañas cercanas al pueblo de Chivacoa.
¿Qué
nos cuenta el mito?
Gilberto Antolinez no solo se
ocupó de historiar la filiación cultural del sistema de creencias asociado a la
mítica figura María Lionza, vinculándolo con concepciones indígenas
prehispánicas, conservadas en la memoria de una población mestiza de origen
predominantemente
indígena, sino que la misma reconstrucción
y recreación literaria de la leyenda que él ofreciera se convirtió en un mito
fundacional de identidad nacional, que resalta las raíces culturales y étnicas
sobre las que debía fundarse la nación.
Una versión resumida del mito
contada por Antolinez y publicada en 1945 narra la historia de una hermosa
doncella encantada de los Nívar que Antolinez escuchó de
mozo. Sucedió que un piache de
los indios Jirajara-Nívar presagió que vendría al mundo una doncella, hija de
cacique, de ojos de color de agua, que de verse espejados, harían surgir una
monstruosa serpiente que causaría la ruina de los Nívar. Poco antes de la
invasión española, llegó el tiempo que la profecía se cumpliera. Nació la doncella
de pupilas color aguamarina y jade. Para superar el descontento de sus
tributarios, que pedían a la doncella como ofrenda para ser sacrificada al
genio
dueño tutelar de la laguna, el
jefe decidió recluirla en un lugar secreto bajo la guardia de 22 jóvenes
guerreros, que debían impedir que la doncella viese su rostro reflejado en
lámina espejada o agua alguna.
Llegó el día nefasto que los
jóvenes guerreros cayeron en un sueño profundo causado por el vaho de la sierpe
de las aguas que clamaba por su víctima propiciatoria.
La doncella caminó a tientas,
cegada por la luz, hasta la laguna sagrada, donde, por primera vez, vio reflejado
su rostro, pero de las pupilas se asomaban un par de abismos que conducían al
inframundo. Y de pronto, de los abismos, empezó a surgir un movimiento en
remolino y el rostro reflejado de la doncella tomó forma de serpiente y de las
espirales crecía un cuerpo que terminaba en cola batiente. La anaconda, “dueña del
agua”, estaba allí. Un grito de la doncella se oyó retumbar en toda la falda de
la Sierra Nívar, hasta que ella se sumergió en las aguas y desapareció en el
preciso lugar donde sus ojos se vieron reflejados.
La laguna desbordaba sus aguas
a medida que el Dueño del Agua ocupaba su lugar, los Nívar tuvieron que huir de
la terrible inundación causada por la furia del monstruo, dejando atrás sus
casas, templos y sembradíos.
Tanto creció la serpiente que
estalló, un gran coletazo la desmadejó: la cola quedó inerte en Sorte, cerca de
Chivacoa y la cabeza en Tacarigua, donde hoy en día está el altar mayor de la
catedral de Valencia.
Bibliografía
Barreto, Daisy. 1998. María
Lionza. Genealogía de un mito. Caracas.
Tesis Doctoral. Universidad
Central de Venezuela.
Publicado originalmente en:
http://www.venezuelatuya.com/religion/
http://www.elmaisanco.com.ve
Biodiversidad Elmaisanco-La Marroquina, Vol. 2 Nº 1, Pag. 6
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