La
sabiduría de la líder indígena ganó el respeto de su pueblo, que confiando en
su estrategia se unió a la sublevación
Por: Lorena Almarza
DESCOLONIZAR
Tras
cuatrocientos cuarenta años de su muerte, Apacuana, guía espiritual de los
Quiriquires y guerrera, es reconocida como protagonista de la lucha de nuestros
pueblos aborígenes contra el colonialismo. Un episodio de su historia es
registrada en fuentes escritas por “los vencedores”, de modo que, la acción del
bravío pueblo Quiriquire junto a Apacuana, aunque es presentada en minusvalía,
testimonia la participación activa de las mujeres en roles de dirección y de
combate. Su historia es la de miles de hermanas indígenas, que junto a sus
comunidades, lucharon contra el invasor para defender su libertad y su cultura.
Su historia es nuestra historia, en ella, la semilla del protagonismo femenino
en los proyectos de emancipación.
Sobre
la participación de las mujeres indígenas contra el invasor, Iraida Vargas
afirmó que “en dicha actividad participaban todos los miembros de cada
comunidad, hombres y mujeres, con tareas definidas (…) Tanto las mujeres como
los hombres indígenas manejaban los arcos y las flechas (…) Las mujeres
participaban así mismo en los preparativos para las batallas, como también
asistían a los combates, igualando y, a veces, superando a los hombres (…)”.
Apacuana:
mujer, india, madre, curandera y rebelde; su historia de lucha y resistencia
sacude la historia patriarcal y misógina de Occidente. Hoy, su heroísmo y
sacrificio es reconocido y en acto simbólico es llevada al Panteón Nacional,
convirtiéndose en la primera mujer indígena en ingresar al máximo altar de la
Patria.
LOS
QUIRIQUIRES
La
conquista y ocupación de los Valles del Tuy se inició el último cuarto del
siglo XVI, una vez que los españoles lograron apaciguar a Los Teques, tras el
asesinato de Guaicaipuro. Lo cierto es que en este afán de dominio y
sometimiento, disfrazado de encomienda y pacificación, los españoles lograron
avanzar hacia el Valle de Salamanca, conocido hoy día como los Valles del Tuy,
con los conformados por los municipios Cristóbal Rojas, Rafael Urdaneta, Tomas
Lander, Independencia, Simón Bolívar y parte de Paz Castillo.
En su
avanzada fueron muchos los enfrentamientos que tuvieron lugar, y aunque
nuestros pueblos indígenas defendieron con pasión aguerrida sus territorios y
su cultura, el Valle entero se regó con su sangre, pues se trató de una lucha
asimétrica en la cual, los conquistadores, además de una gran experiencia en el
arte de la guerra, contaban con caballos, perros amaestrados, arcabuces,
corazas, armaduras y escudos. De hecho, en la región de Tácata, comunidades
enteras, incluidos sus líderes, fueron muertos, como Yoraco, o inevitablemente
rendidos como el cacique Parayuata.
De
modo que, “pacificado el valle de Tácata” en 1577, según refirió Oviedo y
Baños, el encomendero Garci-González de Silva, decidió proseguir a tierras de
los Quiriquires, acompañado de Francisco Infante, el mismo que por cierto
planificó la captura y muerte de Guaicaipuro. Es importante mencionar que en
1574, Infante y otros colonizadores habían llevado a cabo varias incursiones a
este territorio, las cuales fracasaron, entre otras causas a lo intrincado de
la geografía.
Según
Alfredo Jahn, “Quiriquire o Kiri-kire no es otra cosa que el plural, por
duplicación, de la voz Kiri que existe aún en casi todos los dialectos
caribes”. Por su parte, Fernando Arellano refirió que “a los Quiriquire los
llaman con este nombre porque en donde viven hay muchos árboles a manera de
chaparros que se llaman Quiriquires; y otros dicen que se llaman Quiriquires
porque en su tierra, y en otras, suelen andar grandes bandadas de unos
pajarillos (…) y por ser los pájaros muchos y esta nación no poca, los otros
indios los llaman Quiriquires, como si dijesen son muchos como pájaros (…)”.
Para
Oviedo y Baños, los Quiriquire eran una nación Caribe, y en su relato nos
revela que para defenderse usaban trampas con enormes púas de madera
envenenadas, macanas, lanzas y cuchillos de elaboración rupestre; y que a su
vez, como estrategia, preferían atacar de noche y siempre en conjunto con otras
comunidades o pueblos vecinos. En cuanto a su socialización, destaca que
estaban estrechamente relacionados con los Tomuza y Mariches, con los que estaban
emparentados, y también con los Tácatas, los Meregote o Meregota, los Kariña y
los Jiraharas. De igual modo el fray afirmó, que Los Quiriquires y Los Teques,
con quienes colindaban al norte, eran enemigos. De hecho, cuando Infante
intentó entrar en el Valle, utilizó a mil indígenas de Los Teques.
CURANDERA
Y ARBOLARIA
Desde
niña fue elegida para ser “la piache” o guía espiritual de su pueblo. Esto
significó un largo proceso de formación en el arte de la guerra, la capacidad
para dialogar y resolver problemas; así como la asimilación de un amplio
conocimiento de su territorio, geografía, recursos, y de los saberes y
conocimientos ancestrales de su nación, entre los que destacan: las virtudes de
las plantas, rituales y cultura. Apacuana, hermosa mujer de larga cabellera
negra, era profundamente respetada y querida en su comunidad, pues atendía las
penas del cuerpo y del alma con sus yerbas, bebedizos y su palabra amorosa.
Ella mantenía conectada la voz del pasado, el presente y el futuro, y una de sus
tareas fundamentales fue cultivar el orgullo de ser Quiriquire, avivar el
espíritu de rebeldía y mantener conciencia viva sobre el peligro que
representaba la cercanía o presencia de los colonizadores en sus tierras.
DEL
ENFRENTAMIENTO
Según
contó Oviedo y Baños, para el año 1577, los encomenderos españoles
Garci-González de Silva e Infante llegaron a tierras de los Quiriquires, pero
“fueron tan eficaces las persuasiones y consejos con que los animaba al
rompimiento una vieja, llamada Apacuana, madre del cacique Guasema, grande
hechicera y arbolaria (…)” que convenció a los suyos de la sublevación que
lleva a cabo con estrategia, creyendo pertinente la visita de los encomenderos
en sus tierras.
Fue
así que convinieron no atacarlos de inmediato sino esperar la noche antes de su
partida, cuando “(…) con gran seguridad se echaron a dormir en sus hamacas;
pero los indios (…) luego que los sintieron dormidos se apoderaron de las
espadas y demás armas que tenían en la casa para quitar la esperanza a la
defensa, y embistiendo con Francisco Infante y los otros dos soldados, que
estaban más a la mano, les dieron crueles heridas, a tiempo que Garci-González,
despertando con el ruido (…) corrió a buscar su espada, llevando al brazo
revuelta una frazada (…) y echando mano de un leño de los que ardían en el
fuego embistió con sus contrarios, asegurando la vida (…) habiéndolo cogido en
peso los indios y llevándolo cargado, acertó a alcanzar con la mano un acicate
(…) y cobrando nuevo brío con la ayuda de aquel instrumento débil, fueron tales
los golpes y heridas con que maltrató a los indios, jugando el acicate a un
lado y a otro, que se vieron obligados a soltarlo, saliéndose de la casa
apresurados con atropellamiento tan violento (…) Entonces Garci-González (…)
acudió a desatar un perro de armas (…) y como si con aquella diligencia hubiese
adquirido esfuerzo para sujetar un mundo, armado con la frazada, el acicate y
el perro, salió a buscar a los indios (…) iba hiriendo con desesperación a
unos, mientras el perro con coraje despedazaba a otros (…)”.
Relató
el fray que Garcí-González logró escapar y llevó consigo a Infante sobre sus
hombros, y tras recorrer cinco leguas llegó a territorio de Los Teques, quienes
los auxiliaron y los curaron. Al parecer, los Quiriquires persiguieron al
encomendero pero al llegar a tierra de Los Teques, debieron retroceder.
Una
vez recuperados los encomenderos se organizó la venganza y fue enviado Sancho
García con indígenas de Los Teques. Avanzaron a territorio de los Quiriquires y
los tomaron por sorpresa en medio de una junta. Más de 200 indígenas fueron
aniquilados y el cacique Acuareyapa es muerto de un lanzazo por la espalda.
Entre muchos capturados estaba Apacuana, a quien ahorcan inmediatamente por ser
reconocida como la iniciadora de la sublevación. Su cuerpo fue dejado colgado
en el árbol a modo de escarmiento para quienes intentaran organizar otra
revuelta.
Tras
otros enfrentamientos, los conquistadores lograron la rendición del pueblo
Quiriquire. Para 1592, ya habían alcanzado el control de buena parte de los
Valles del Tuy.
Pese a
que este relato hace énfasis en las hazañas de los conquistadores, frente a “la
maldad y belicosidad de los indios, persuadidos por una mujer”, es precisamente
de gran valor, pues constituye una muestra de la existencia de la igualdad de
género en nuestros pueblos indígenas.
FUENTE
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