Escultura del parque "Negra Hipólita" en la ciudad de Valencia, Edo. Carabobo
Por: Carmelo Paiva Palacios
PRESENTACIÓN
El
presente trabajo fue publicado, por primera vez, en el Boletín de la Academia
Nacional de la Historia, Tomo LXXVII, Nº 307, Caracas, Agosto-Septiembre de
1994, en las páginas 130-138 y la página 147.
Ese
mismo año de 1994 fue editado, en forma de folleto, con el sello de la
“Librería Estelar” de Caracas. Ahora,
esta tercera edición, a 180 años del regreso triunfal del Libertador Simón
Bolívar (por última vez en vida) a su ciudad natal. Transcurridos
244 años del nacimiento y 172 de la desaparición física de la negra Hipólita,
nodriza del Libertador. Se
trata íntegramente del texto dado a conocer en el Boletín de la Academia
Nacional de la Historia; aunque se agregaron unas pequeñas notas al pié de
página con el fin de explicar, especialmente, el nombre homenajeado y precisar
el lugar del fallecimiento del Libertador.
I.- EN
EL DINTEL DE LA GLORIA
La
grandeza de una persona tiene su medida y equivalencia en la obra
que le haya correspondido participar. Una humilde mujer que pudo haber
pasado inadvertida se agiganta en el tiempo por haber contribuido en la
crianza de un personaje de inmensa significación en la construcción de las
naciones del continente americano. La negra Hipólita es recordada por su papel
de nodriza de Simón Bolívar, el Libertador. Ella desempeñó a cabalidad el
trabajo que le correspondió en los primeros años de la vida de quien es
reconocido por la historia como Libertador y Padre de cinco naciones en la
América del Sur.
Hipólita
fue uno de los pilares principales que sostiene el escenario de los primeros
años de Bolívar y dejará indelebles señales porque está comprobado que en la
psicología de un hombre participa activamente todo lo que le rodea en la niñez.
Entre los pocos personajes del recuerdo de años infantiles que aparecen
mencionados en los escritos de Bolívar destaca la figura de la negra Hipólita,
a la que considera y reconoce como madre y padre.
Es
imprecisa la fecha de su nacimiento y se da por probable el 13 de agosto del año
1763, en San Mateo1, localidad del hoy Estado Aragua, y bautizada con el nombre
inscrito en el santoral católico2 para conmemorarse en el mencionado día.
Esclava de la familia Bolívar Palacios en la hacienda “El Ingenio”3 en San
Mateo; pero la vida rutinaria de trabajo en su lar nativo se suspende cuando,
en los días finales del mes de julio de 1783, se le trae a Caracas para que
sirva de nodriza a un niño recién nacido en la casa de sus amos, vendrá a
desempeñar la obra que significará su grandeza y hará perdurable su nombre.
En los
tiempos de zafra, es decir de cosecha en una hacienda, si era necesario
incrementar el número de trabajadores, los amos acostumbraban trasladarlos
desde alguna otra propiedad. Es así como Mateo, también siervo de la familia
Bolívar, oriundo de la hacienda “Santo Domingo de Macaira” localizada en la
jurisdicción del cantón Caucagua, conoce, se enamora y contrae matrimonio con
la joven Hipólita. Ella estará en fecha de parto al momento de nacer el cuarto
hijo de doña María de la Concepción Palacios de Bolívar.
Durante
una década cesará de su ocupación ordinaria en la hacienda y estará en forma
exclusiva al cuidado y crianza del niño Simón. Ella desde joven fue buena como
jinete, por lo tanto no representará ninguna dificultad impartir las primeras
lecciones de cómo montar y jinetear a un niño que con el correr de los años
cabalgará las distancias y caminos más sorprendentes que pueda imaginarse.
Hipólita
era una mujer sencilla, ordenada, que ponía su empeño y tezón en atender
cabalmente las tareas que le fuesen asignadas. Respetuosa y fiel, valiente y
abnegada servidora que ganó merecidamente la confianza de sus amos.
Bolívar
decreta y concede la libertad a los esclavos casi desde el comienzo de la lucha
independentista y después, en 1821, a los pocos que le quedaban. Pero la negra
Hipólita sigue fiel porque era un lazo de amor y agradecimiento mutuo el que la
unía a esa excepcional familia.
II.- SU PAPEL DE NODRIZA
El
cuarto hijo del matrimonio formado por el coronel don Juan Vicente Bolívar y
Ponte, y doña María de la Concepción Palacios y Blanco, nace en Caracas el 24
de julio de 1783. La madre es muy joven todavía (se había casado el primero de
diciembre de 17734, ya para cumplir la edad de quince años por haber nacido el
9 de diciembre de 1758); sin embargo, no puede amamantarlo pues se tiene que
alejar del niño a la presentación de los síntomas de la grave enfermedad del
pecho que años después la llevará a la tumba. Por unos pocos días el niño fue
alimentado por la vecina y amiga de su madre, doña Inés Mancebo de Miyares5
(esposa de don Fernando Miyares González, quien después fue gobernador nombrado
por el Rey para la Provincia de Maracaibo a principios del siglo XIX y, más tarde,
Gobernador o Capitán General de Venezuela).
Pocos
días después de nacido, se traerá desde San Mateo a una joven esclava negra que
en esos días también había sido madre. Se trata de Hipólita, joven de unos
veinte años rebosantes de buena salud, de agraciada estampa, alta, bien formada
y ágil, con opulentos senos que desde entonces y hasta bien crecido alimentarán
al niño Simón. Era de por sí una significativa distinción para una esclava el
que le correspondiera amamantar a los hijos de sus amos. En el caso de Hipólita
la situación es por demás singular porque le corresponderá suplir las faltas
del padre y de la madre.
El 18
de enero de 1786, a los sesenta años de edad, muere el padre y queda huérfana
esa familia de niños (María Antonia, 9 años; Juana, 7; Juan Vicente, 5; y
Simón, 3 años), con una madre de precaria salud que sólo le sobrevivirá seis
años, pues morirá en 1792 cuando contaba la edad de treinta y cuatro años6. De
modo que antes de cumplir los nueve años, Simón había perdido a sus
progenitores y tendrá que conformarse con el afecto maternal y la constante
magnificencia de su esclava nodriza.
Hipólita
no solamente hizo de madre alimentándolo, sino que como fiel y abnegada
servidora de la familia se encargó completamente del niño dirigiendo y cuidando
sus primeros pasos, enseñándole las primeras palabras, sustituyendo al padre y
compensando los mimos que la madre enferma no podía prodigarle. Efectivamente,
ella se consagró al pequeño Simón exclusivamente y sobrepasa en su desempeño la
responsabilidad que como nodriza le correspondía.
Comprobación
de ello es el reconocimiento que le hace Bolívar ya adulto cuando la llama
madre y en carta dirigida a su hermana María Antonia refiriéndose a Hipólita
expresa: “su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella”.
Después
de la muerte de doña María de la Concepción, ese mismo año contraerán
matrimonio las dos hermanas7: María Antonia con don Pablo Clemente y Palacios,
el 22 de octubre de 1792; y dos meses más tarde, Juana con don Dionisio
Palacios y Blanco. El niño Simón queda bajo la potestad y tutorías de su abuelo
don Feliciano Palacios8 y de su tío Carlos Palacios, y encargados de su
educación en diferentes momentos figuran9, principalmente, el Padre capuchino
Francisco de Andujar, Licenciado Miguel José Sanz y don Simón Rodríguez. Pero
la abnegada negra Hipólita siempre estará cumpliendo su papel, y evitará que
sea mayor el trauma psicológico que pudo ocurrirle al niño al perder a sus
padres en tan tierna edad. Se había ido a vivir con María Antonia y por eso el
chico se fugaba de la casa de sus tutores y buscaba refugio en el hogar de su hermana
mayor, donde encontraba las caricias y el regazo de su nodriza.
Disfrutaba
las innumerables narraciones fantásticas y la protección y apoyo a sus
infantiles travesuras.
III.- INFLUENCIA EN LA FORMACIÓN DEL
CARÁCTER DE BOLÍVAR.
Lo
amaba como a un hijo propio y al mismo tiempo lo respetaba como a un amo. La
falta de los cuidados naturales que doña Concepción, la madre debilucha ya y
prematuramente agotada no podía prodigarle, fue compensada con creces por los
mimos excesivos y amorosos de la esclava.
No
hubo capricho ni solicitud que la fiel y abnegada negra Hipólita no estuviera
pronta a satisfacer, ni antojo al cual escaseara la disposición de darle gusto.
Esta circunstancia es por demás importante y significativa para la formación
del alma del futuro Libertador. Resulta fácil suponer que desde entonces se
creyó con derecho a mandar y a ser obedecido. Es muy probable que, desde
aquellos momentos, entendió la satisfacción de todos sus deseos como un hecho
normal y natural no sujeto a controversias. El torrente impetuoso de las
energías de una raza fuerte, como era característica de la familia Bolívar,
encontró en las facilidades y mimos de su infancia canales expeditos, en los
cuales sus fuerzas vitales aprendieron a vivir vertiéndose hacia fuera,
saboreando desde temprano los encantos del mundo exterior. Su personalidad se
va desarrollando robustecida por un profundo sentimiento de optimismo, que le
será decisivo en las singulares luchas de su vida excepcional.
Son
muchas las crónicas y noticias que se refieren a sus años infantiles donde
abundan en anécdotas sobre los caprichos y singularidades que se observaban en
el menor de los Bolívar, en ellas se le presenta como el niño voluntarioso y
difícil de soportar, en la espera de que quienes le rodeaban estuvieran
dispuestos a someterse a sus deseos so pena de despertar las intemperancias del
fuerte carácter que todos reconocerán desde sus años juveniles hasta los
postreros de su existencia terrena.
El
inmenso amor que Hipólita sentía por Simón Bolívar es correspondido firmemente
por éste. Son múltiples las muestras de ello en palabra y acción. Valga
recordar, por ejemplo, las tiernas palabras donde el Libertador menciona a “su”
madre Hipólita, precisando a su hermana María Antonia que “no he conocido otro
padre que ella”10. A ese amor lo acompaña la permanente y fiel disposición de
la servidora. Ella sabía ocupar muy bien su lugar y estaba en todo tiempo y con
dedicación total a atender sus necesidades y caprichos para evitar que fuese a
crecer con resentimientos o traumas ante la falta de calor y apoyo paterno del
que carecerá desde una muy corta edad.
Se
criará Simón Bolívar en un ambiente de amor, respeto y aceptación de gentes
negras y blancas, ricos y pobres, amos y esclavos. Ese ambiente y la gran
contribución de Hipólita, será también crisol donde se moldeará el espíritu, el
modo de ser y actuar del futuro paladín de la libertad del continente. Es por
ese ambiente y formación que con toda pujanza “defiende a los chiquito, a los
negrito, a los blanquito, contra el grandulón”, como escribe en un poema Andrés
Eloy Blanco11.
Es
preciso reconocer que Hipólita no solamente hizo de madre alimentándole, sino
que se encargó completamente del niño dirigiendo sus primeros pasos,
sustituyendo al padre que faltó en 1786. Efectivamente ella se consagró al
pequeño Simón exclusivamente. No lo abandonó un momento. Vigorosa y joven, con
toda la intensa afectividad de su raza, fue bien acogida entre la numerosa
esclavitud de la familia Bolívar-Palacios para el oficio de nodriza de Simón,
oficio que ella cumplió con esa capacidad de entrega leal y rotunda de que es
capaz la raza negra. Pues en ninguna otra raza se da aquella disolución del
propio yo en aras de otro afecto, la entrega plena de una vida a otra
existencia como si la propia no tuviera un fin distinto.
IV.- CON BOLÍVAR EN LA LUCHA.
No
estará presente cuando, tras la fulgurante Campaña Admirable12, regresa el general
Simón Bolívar a la capital de Venezuela el 7 de agosto de 1813 y es aclamado y
reconocido con el título de “Libertador”, porque la negra Hipólita vive
trabajando en la Hacienda San Mateo. Pero al saber que su amo ha salido a
combatir, viene solícita a acompañar al ejército bolivariano en los
enfrentamientos de finales de septiembre de 1813 en Puerto Cabello13, en la
Batalla de Araure del 5 de diciembre, en la que el Libertador Bolívar obtiene
uno de sus mayores triunfos frente al ejército conjunto de los feroces jefes
realistas coronel José Yañez y general José Ceballos. Será mayor la
participación de Hipólita en los hechos guerreros que en febrero y marzo tienen
como escenario a San Mateo14 con costosos triunfos que el ejército comandado
por Bolívar se acredita sobre las fuerzas que responden al mando de los
sanguinarios generales realistas José Tomás Boves y Francisco Tomás Morales.
Se multiplicaba
la valentía y arrojo de la nodriza del Libertador: Pendiente y dispuesta a
atender a su amo en lo que se refiere a su alimentación, al lavado y planchado
de sus ropas; pero también al mismo tiempo prestando ayuda, socorriendo y dando
ánimo a los heridos. ¡Cómo de útil para todos esos menesteres le resultaba su
experiencia de buena jineteando caballos, adquirida en los años de su juventud!
La
vida de la guerra no era lo que más le atraía. Estaba allí más por admiración a
Bolívar, por el orgullo que sentía ante la valentía y don de mando mostrado, a
la edad de treinta años, por quien de niño se alimentó de su pecho y cuyo
carácter contribuyó a formar. Corto pero intenso fue el tiempo en que Hipólita
está presente con Bolívar participando en lucha por la independencia. Era como
una especie de inseparable asistente, quien desafiaba peligros y seguía a su
hijo de crianza con heroica decisión, con integral apego, en vigilancia contra
posibles atentados. Hipólita se multiplicaba, se tornaba beligerante, abría sus
blancos ojazos en seguimiento asiduo del infatigable capitán. Iba y venía de un
sitio a otro para consolar viudas que acababan de perder a sus maridos, animar
a los desalentados y a los vacilantes, reanimar a los acobardados, infundir a todos
la fe y la esperanza en la hora fatal del vencimiento.
En los
años posteriores no volverá a estar con Bolívar en el campo de batalla15. Ella
se queda en San Mateo y cuando esta hacienda deja de estar bajo la
administración directa de los Bolívar, se radicará en Caracas, en la jurisdicción
de la Parroquia San Pablo y tendrá su casa en un barrio situado donde está hoy
día la urbanización El Silencio.
V.- DE
BOLÍVAR PARA HIPÓLITA
La
distancia no era óbice para que el Libertador se mantuviese pendiente
y preocupado por atender la situación de su siempre querida Hipólita.
Estando en Guayaquil, el 29 de mayo de 1825 envía una carta a su sobrino
Anacleto Clemente encargándole que del producto del arrendamiento
de la Hacienda San Mateo se pase mensualmente “treinta pesos
para que se mantenga mientras viva”16. Debió ser éste un ingreso permanente
que asegurara el sostener un nivel de vida más que regular; sin embargo,
consideraciones que no vienen al caso en esta oportunidad, lo hacen
inexistente pasado cierto tiempo. Tan pronto como recibe noticias de la
irregularidad, escribe a su hermana María Antonia desde el Cuzco, el 10 de
julio de 1825 diciéndole: “te mando una carta de mi madre Hipólita, para
que le des todo lo que ella quiere, para que hagas por ella como si fuera tu
madre, su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que
ella”17.
Cuando
vuelve a Caracas en busca de frenar el movimiento que años después significará
la separación de Venezuela de la Gran Colombia, toma personalmente providencias
en beneficio de su antigua nodriza que ahora rebasa los sesenta y cuatro años;
y antes de partir instruye por escrito, el 2 de julio de 1827, a su hermana
María Antonia con una especial recomendación para que del dinero que quedaba en
su poder entregara a Hipólita cuarenta pesos. Meses después María Antonia le
escribirá al Libertador, desde San Mateo, explicándole los motivos18 que le imposibilitaron
a cumplir las órdenes que le dejara en favor de Hipólita.
Otra
demostración de la preocupación del Libertador está en la carta dirigida en
septiembre, desde Bogotá, a su amigo caraqueño José Ángel Álamo. Precisamente,
el 3 de noviembre de 1827, Hipólita Bolívar envía una carta al mencionado señor
Álamo en los siguientes términos: “Mi estimado señor: He recibido una carta de
mi amo Simón, fecha 21 de septiembre de Bogotá en que me dice que me recomienda
a su merced para que me supla la suma de 30 pesos mensualmente. Creo que su
merced lo verificará y espero que su merced tendrá la bondad de contestarme lo
más pronto posible, porque estoy muy necesitada y debiendo mucho, porque desde
que mi amo se fue no he recibido ni medio de mesada. Me alegraré que su merced
se halle sin novedad y mande a su humilde servidora”19.
La
instrucción dada era que se podía librar contra el Libertador por la pensión de
un año, más o menos. Álamo cumple con la solicitud y prueba de ello es que el
19 de diciembre de 1827 en carta enviada desde Bogotá le dice: “Muchas gracias,
mi querido Álamo, por la bondad con que Ud. Ha atendido la recomendación que le
hice a favor de la viejita Hipólita: no esperaba menos de la buena amistad de
Ud.”20.
Hipólita,
en Caracas, vivía en el número 5, tercera casa hacia la izquierda, de la calle
de La Amargura en la Urbanización El Silencio.
Nunca
abandonada ni arropada por la miseria. Allí era visitada por María Antonia
Bolívar, su hija Valentina Clemente de Camacho y por las hijas de ésta. Allí
vivirá hasta la fecha de su fallecimiento. Por cierto que esa su casa es
derribada a finales de julio de 1942 para la reurbanización de El Silencio; la
puerta de dicha casa era de tablero o cuadritos de buena fabricación y fue
donada a la Casa Natal del Libertador por el Banco Obrero (el doctor Diego
Nucete Sardi, Director Gerente de dicho Banco hace la entrega y la recibe el
señor Emilio Beiner a nombre del doctor Vicente Lecuna)21. Dicha puerta una vez
restaurada; pero dejándole todo su aspecto antiguo, con la clara certeza de
constituir un recuerdo de valor histórico, fue colocada en una pared de la izquierda
de la Casa Natal, que era donde vivían las mujeres del servicio22.
VI.- BOLIVARIANOS Y CONTRARIOS
Desde
el año 1825 ya está tomando cuerpo el sentimiento que traerá la desintegración
de la obra unificadora del gran Libertador. En Venezuela, el 30 de abril de
1826, las tropas y autoridades de la ciudad de Valencia reconocieron a Páez
como Jefe Militar, y pocos días después tanto Caracas como el resto del país le
reconocieron como único Jefe. El 7 de noviembre una asamblea popular reunida en
Caracas propuso la separación de Venezuela de la Gran Colombia y el
reconocimiento de Páez como Jefe Civil y Militar. Las plazas de Cumaná, Angostura
y Maracaibo eran fieles al gobierno constitucional y reconocían por única
autoridad legítima la del Libertador.
Al
tener Bolívar noticia de la gravedad de la situación, puesto que parecía
aproximarse una guerra civil, se pone en marcha hacia Venezuela.
Llegó
a Maracaibo, sigue a Coro, Puerto Cabello, Valencia y Caracas. El retorno de
Bolívar cambia el panorama hostil que antes prevalecía.
El
miércoles 10 de enero de 1827 es la entrada triunfal en Caracas23.
Los
caraqueños lo reciben con entusiasmo y cariño (arcos de palmas verdes,
guirnaldas y banderolas dan a las calles un aspecto de feria; las ventanas,
balcones y plataformas temporales estaban repletas de damas que lanzaban flores
de todas clases y agua de rosas sobre los héroes). Al pasar cerca de la
Catedral reconoce a su nodriza en la numerosa y apiñada población que le
vitorea. Los tantos años y vicisitudes que habían transcurridos no habían
causado mella en su memoria. Tanto la recordaba que la distingue entre la
multitud y presuroso desciende del coche en que viajaba atravesando el tumulto
de personas para abrazarse de su vieja Hipólita. Lágrimas de gozo y con cuánta
alegría y emoción responderá la nodriza a tan especial demostración de afecto.
En los días siguientes de los seis primeros meses de ese año, es decir hasta
julio, Hipólita sentirá la satisfacción y añorada cercanía del gran hombre a
quien, en su etapa vital de lactante alimentara con su pecho, sus manos
sostuvieron la debilidad de sus inaugurales pasos, enseñara a reconocer y
pronunciar las primeras palabras, guiara en sus juegos infantiles y patrocinara
sus travesuras de inocente.
Pero
el Libertador retorna a Bogotá24 y como consecuencia de las intrigas palaciegas
y envidias de “una banda de tránsfugas, que nunca hemos visto en los combates”
(como los califica en una magistral carta que envía a Páez desde Coro fechada
el 23 de diciembre de 1826), vuelve a renacer en Caracas y en casi toda
Venezuela el sentimiento antibolivariano, alimentado hasta por quienes ejercen
funciones gubernamentales. Ese ambiente hostil se convierte en insoportable
calvario para aquellos convencidos de la nobleza del sentimiento patriótico y
del desprendimiento que anima al Padre de la Patria.
La
negra Hipólita siempre estuvo presente y dispuesta a la defensa contra las
frecuentes calumnias, críticas implacables o adversos enjuiciamientos que todo
el mundo se creía autorizado para lanzar contra un jefe en desgracia,
especialmente quienes en la prosperidad se aprovecharon de sus favores.
VII.- SUS ÚLTIMOS AÑOS
Hipólita
es ferviente bolivariana. Son más de sesenta años de vida dedicada en
sentimiento y acción a cultivar el cariño por la familia Bolívar que es la
suya, no sólo por llevar con orgullo ese noble apellido, sino por su convencimiento
de la pureza presente en las acciones de “su hijo” Simón y lo descalificado por
pérfidos que son quienes siembran y sostienen el sentimiento antibolivariano en
nuestro país.
Los
achaques propios de una sexagenaria son acrecentados por el inmenso dolor que
lacera su alma ante la ingratitud de los caraqueños y los gobernantes para con
el hombre que con mayor desprendimiento y entereza se ha sacrificado por el
bien de la patria. Son como golpes que van mellando el filo de un espíritu
fuerte. Ella no está sola. Vive acompañada de sus descendientes y con la
constante visita y cuidados de María Antonia Bolívar, de su hija Valentina
Clemente de Camacho, de las hijas de ésta y otras amistades integrantes de la
familia Bolívar que tienen palpables gestos y muestras de sincero cariño a la
que fue siempre fiel y abnegada servidora integrada a la familia. Con verdadero
interés escuchan de sus labios narraciones de sucesos vividos en tiempo ya
remotos o de las travesuras del niño Simón.
La
noticia de la muerte del Libertador, ocurrida25 en Santa Marta, Colombia, el 17
de diciembre de 1830 es destacada en algunos panfletos que circulan en Caracas
con expresiones que por denigrantes retratan a cuerpo entero la bajeza de sus
autores. La mezquindad de unos pocos pero que ejercen influencias en el poder
público venezolano, aumenta la amargura del cáliz que en esa hora beben los
amigos y familiares del Abel americano. Pero es mayor ese acíbar para la
abnegada negra Hipólita, cuya leche alimentó el inicio de su vida y con su amor
y entrega contribuyó a modelar el grandioso espíritu y la avasalladora voluntad
de los cuarenta y siete años de vida terrena de Simón Bolívar, del moderno
Macabeo que vaticinara, cuando recién nacido lo tomó en sus manos, el buen
sacerdote don José Félix de Xerez y Aristeguieta, miembro influyente de la
familia, poco antes del momento de su bautizo.
La
abatía también el triste recuerdo de cuando le correspondió atender en su
enfermedad y momentos postreros a la frágil figura de María Teresa Rodríguez
del Toro, la juvenil esposa que trajo Bolívar desde España para formar hogar en
su hacienda de San Mateo. La fiel vieja Hipólita no olvidaba que la muerte
frustró su deseo de acunar en su regazo a la descendencia del chico que
alimentó de su pecho, en papel de nodriza.
Poco a
poco se fue mermando su energía vital. Lo que no disminuyó nunca fue su sincero
amor por Bolívar y su responsabilidad en sentimientos y prácticas de la
religión católica. En su propio hogar y en la Iglesia de San Pablo dedicaba
tiempo prolongado para la oración y su tranquilidad espiritual.
Exhala
su último suspiro el día veintiséis de junio de mil ochocientos treinta y
cinco, con avanzada edad y próxima a cumplir setenta y dos años.
El
jueves 25 de junio de 1835, durante el día y toda la noche fueron de copiosas
lluvias. Las nubes se desgranaban y el agua que caía en la ciudad se reflejaba
y parecía a las lágrimas de los familiares que velaban los momentos postreros
de la negra Hipólita Bolívar, la nodriza del Libertador.
El
viernes 26 que era día de luna nueva, y también el sábado 27, fueron días
soleados y hermosos, muy apropiados para acompañar, sin prisa, el triste
cortejo hasta su última morada. Fue después de las ocho de la noche del sábado
cuando volvió a diluviar.
En el
folio 47 vuelto, del tercer libro de entierros generales para asentar las
partidas de los adultos y párvulos que fallecieron en la Parroquia de San Pablo
de la ciudad de Caracas, desde 23 de diciembre de 1833 hasta el 26 de
septiembre de 1839, se inserta una con el tenor siguiente: “En la ciudad de
Caracas a veintisiete de junio de mil ochocientos treinta y cinco, yo el
infraescrito Teniente de Cura de la Parroquia de San Pablo di sepultura
eclesiástica con entierro rezado al cadáver de Hipólita Bolívar, adulta, viuda
de Mateo Bolívar, recibió los Santos Sacramentos de penitencia, el sagrado
viático y extrema unción y para que conste lo firmo, Jacinto Madeleine”.
VIII.- BIBLIOGRAFÍA
EDUARDO
BLANCO: Venezuela Heroica. Editorial Diana, México.
R. BLANCO
FOMBONA: Mocedades de Bolívar, Editorial Nuevo Mundo
ANDRÉS
ELOY BLANCO: La Juanbimbada. Editorial Cordillera, Venezuela.
SIMÓN
BOLÍVAR: Obras Completas. Editorial LEX, La Habana, Cuba, 1947.
Diario
“AHORA”. Caracas, Venezuela.
Diccionario
de Historia de Venezuela. Ediciones Fundación Polar, Caracas Venezuela.
JOSÉ
GIL FORTOUL: Historia Constitucional de Venezuela. Ediciones del Ministerio de
Educación. Caracas, Venezuela.
INDALECIO
LIEVANO AGUIRRE: Bolívar. Ediciones de la Presidencia de la República y de la
Academia Nacional de la Historia. Caracas, Venezuela.
AUGUSTO
MIJARES: El Libertador. Edición de la Academia Nacional de la Historia y
Presidencia de la República. Caracas, Venezuela.
SIR
ROBERT KER PORTER: Diario de un diplomático británico. Ediciones Fundación
Polar. Caracas, Venezuela.
NOTAS
1 Población
perteneciente a la Provincia de Caracas que fue fundada el 30 de noviembre de
1620.
2 San
Hipólito (13 de agosto), un mártir de la Iglesia Católica que vivió en el siglo
III. En tiempos del emperador Maximiano, murió en la isla de Cerdeña y su
cuerpo, años más tarde, fue llevado al Cementerio de la Vía Tiburtina y
enterrado frente a la tumba del Diácono San Lorenzo.
3 Situado
en terrenos de la que fue, desde finales del siglo XVI, encomienda otorgada a
don Simón Bolívar el viejo (o sea que dicha hacienda perteneció a la familia
Bolívar durante más de 350 años. En 1827 el Libertador señala en una carta que
su hermana María Antonia estaba pensando en venderla. Así que fue vendida a
particulares. Posteriormente, en tiempos del gobierno de Juan Vicente Gómez,
fue adquirida por éste.
4 Según consta en
el folio 200 del libro 8º de matrimonio de blancos llevado en la Catedral de
1746 a
1782.
5 Así lo
recordará el Libertador, por ejemplo, en carta de agosto de 1813, desde
Caracas, al coronel J. A.
Pulido, Gobernador de Barinas, y también en carta
al coronel J. Félix Blanco, Intendente del Orinoco,
dirigida desde Caracas el 28 de junio de 1827.
6 Había nacido el
9 de diciembre de 1758 (hija de don Feliciano Palacios y Sojo, y doña Francisca
Blanco
y Herrera); y fallece, también en Caracas, a los
primeros días del mes de julio de 1792.
7 Los
pretendientes eran sus primos hermanos: la madre de Pablo Clemente (doña María
Petronila
Palacios y Sojo) era tía abuela de María Antonia.
Por su parte, el padre de Dionisio Palacios (don
Bernabé Francisco Palacios y Gil de Arratia) era
hermano del abuelo por vía materna de Juana. Por ello
debieron solicitar y obtener las dispensas o
autorizaciones formalmente otorgadas por las autoridades
eclesiásticas.
8 Ya anciano y
enfermo; antes de su fallecimiento en diciembre de 1798, designará para tutores
de sus
nietos a: don Juan Félix Palacios y Blanco para el
primogénito (Juan Vicente), y para Simón el tío
Esteban, pero como éste se hallaba en España, será
el hermano don Carlos Palacios y Blanco.
9 También, entre
quienes fueron sus maestros caraqueños, pueden citarse como educadores a:
Carrasco y
a Vides, en lecciones de escritura y de aritmética;
a Fray Jesús Nazareno Zicardia, al presbítero José
Antonio Negrete, profesor de Historia y de
Religión; Guillermo Pelgrón, preceptor de Latinidad; y
lecciones de Historia y de Geografía que le dio
Andrés Bello.
10 Carta enviada
desde El Cuzco, en 1825.
11 Reláfica de la
Negra Hipólita, Nodriza de Bolívar. En el libro “La Juanbimbada”.
12 Bolívar había
sido autorizado por el Congreso de Nueva Granada, el 30 de marzo, para invadir
a
Venezuela, y conduciendo su ejército sale de Cúcuta
(Colombia) el 14 de mayo de 1813 y tras seguidos
triunfos durante cuatro meses (especialmente en
Cúcuta, Mérida, Trujillo donde firma el Decreto de
“guerra a muerte”, y Taguanes) llega a su ciudad
natal. Valga recordar que en Valencia encontrará una
comisión ( el marqués de Casa León, el presbítero
Marcos Ribas, Francisco Iturbe, Felipe Fermín Paúl y
José Vicente Galguera) enviada por el Capitán
General Manuel del Fierro para ajustar y firmar las
cláusulas de una capitulación.
13 Bolívar se
propuso tomar la Plaza de Puerto Cabello, porque por este punto podían los
españoles recibir refuerzos. Pide ayuda a Mariño por mar y por tierra, pero
éste no acude a tiempo; entonces, como Reyes Vargas está en Calabozo con más de
mil hombres, Bolívar ve el peligro y divide sus tropas: envía seiscientos
hombres al mando de Manuel García de Sena, contra Reyes Vargas, y con el resto
pone sitio a Puerto Cabello. El 29 de septiembre en las afueras de Puerto
Cabello combatirá contra Domingo Monteverde y el siguiente día triunfará en la
Batalla de Bárbula sobre el ejército realista que dirigía el coronel Remigio
Bobadilla.
14 El 23 de
febrero de 1814, diez días después de la heroica defensa de La Victoria por el
general José Félix Ribas, acampó Bolívar con su estado mayor y con su guardia
en el pueblo de San Mateo. Establece su cuartel general porque es un punto
estratégico para vigilar los movimientos del poderoso ejército enemigo
reconcentrado en la Villa de Cura. Para el 26 de febrero, las fuerzas
patrióticas reunidas en San Mateo ascienden a mil quinientos infantes, con
cuatro piezas de campaña de grueso calibre y seiscientos jinetes. Los días 26,
27 y 28 los patriotas dirigidos por Bolívar triunfan sobre los realistas a cuyo
frente está el general José Tomás Boves; los días 1º y 2 de marzo en los
combates ocurridos en la hacienda de San Mateo. Del 4 al 9 en el sitio de las alturas
de San Mateo, las derrotas las sufre el general Francisco Tomás Morales. Los
días 16 y 17 de marzo las fuerzas de Bolívar triunfan sobre Boves en el camino
de San Mateo. El 20 nueva batalla en San Mateo y el día 25 otra en las alturas
de San Mateo triunfando Bolívar en ambas contra el sanguinario José Tomás
Boves.
15 Es de recordar
que desde junio del año 1814 hasta marzo del año 1816, el Libertador Simón
Bolívar no
estará guerreando en territorio venezolano. Después
de la “Emigración” hacia el oriente de Venezuela, el
8 de septiembre sale Bolívar desde Carúpano con
rumbo a Cartagena, desde allí a las islas del Caribe
(Jamaica, Haití) y en marzo de 1816 viene a
Margarita con su expedición libertadora.
16 Obras completas
de Simón Bolívar, tomo I, Editorial LEX, La Habana, Cuba, 1947. (p. 755, carta
a
Anacleto Clemente).
17 Op. Cit. (p.
1124, carta a María Antonia Bolívar).
18 Por cierto que
el Libertador Simón Bolívar le escribe a su hermana, el 20 de diciembre de
1827,
diciéndole que ha quedado satisfecho con los
motivos que le había comunicado.
19 Op. Cit. Tomo
II (p. 173, carta autógrafa de Hipólita que se encuentra en la colección de
Arístides
Rojas).
20 Op. Cit. (p.
229, carta a José Ángel Álamo).
21 Información del
diario “AHORA”, Caracas, sábado 1-8-1942.
22 Valga hace
notar que, la Negra Hipólita, en su papel de nodriza ocupaba una habitación
situada
después del Oratorio familiar, es decir, distante
de las habitaciones de los demás servidores.
23 Por las
polvorientas calles de Palo Grande y de San Juan (que desde ese momento
recibirá el nombre de “Calle del Triunfo”), en un coche de paseo tirado por dos
caballos y precedido por las autoridades constituidas, rodeados de oficiales,
edecanes, etc. En Antímano se habían incorporado a la vistosa comitiva, los
jinetes del “Escuadrón de Lanceros”, la guardia personal de Páez.
24 El 6 de julio
parte, camino a La Guaira. Algunos de sus amigos le acompañan al muelle. Entre
ellos se encuentran: el coronel Ayala, Gobernador de La Guaira; su Estado
Mayor, general Pedro Briceño Méndez, el señor José Rafael Revenga, los
coroneles Wilson y Santana, el doctor Charles Moore, su médico personal; y los
diplomáticos Sir Robert Ker Porter y John Williamson, de Inglaterra y de
Estados Unidos de Norteamérica, respectivamente. Embarca en la fragata inglesa
“Druid” que comanda el capitán Ernie Chambers y antes del mediodía zarpa con
destino a Cartagena.
25 En la quinta de
San Pedro Alejandrino, propiedad de don Joaquín de Mier, y localizada a pocos
kilómetros de la ciudad que fue fundada en 1525 por
Rodrigo de Bastidas y es capital del Departamento
de Magdalena. Había llegado a Santa Marta a las
siete y media de la noche del 1º de diciembre y el día 6
se traslada en coche a la propiedad del español
llamado Joaquín de Mier. El día 10 recibió, del obispo de
Santa Marta, doctor José María Esteves, los Santos
Sacramentos.
FUENTE
LA NEGRA HIPÓLITA, NODRIZA DEL LIBERTADOR
EDICIONES
LIBRERÍA ESTELAR
CARACAS,
2007.
No hay comentarios:
Publicar un comentario