Por: Gabriel Jiménez Emán
El ser humano ha
mostrado, a través de toda su historia, la necesidad imperativa de crear mitos.
Mitos que reflejen su potencialidad generatriz y encarnen parte de su voluntad
por construir representaciones simbólicas de la realidad que vayan más allá de
lo puramente circunstancial, otorgando perennidad a sus expectativas, proyectos
y sueños. La capacidad imaginante del ser humano ha creado fábulas y leyendas,
dioses y mitologías, estructuras simbólicas que le permiten explicarse las cosas
no solamente por medio de la lógica racionalista, sino también gracias a una
serie de eventos sobrenaturales o intuitivos que pueden constituir mundos
cerrados, acabados y suficientes como los que configuran los mitos. Toda
sociedad, grande o pequeña, en mayor o menor grado, se ha trazado la búsqueda
de una identidad interior a través de cosmogonías que le posibilitan el acceso
a mundos imaginados, y ellos tienden a forjar una perfecta correspondencia con
sus dioses. En el caso de las religiones, éstas se encargan de encauzar la fe
de los creyentes, de sopesar su trascendencia imprimiéndole un valor a la vida
aún cuando ésta haya desaparecido, para resguardarla luego en el espejo íntimo
de la memoria.
Esto es lo que sucede
con nuestro mito de María Lionza, el cual ha sincretizado buena parte de una
serie de fuerzas telúricas, nocturnas, lunares y acuáticas, selváticas y
femeninas que tienen lugar en unas montañas ubicadas en el valle de
Yaracuy llamadas Sorte y Quivayo, a donde
acuden sus fieles todos los años en fechas de Semana Santa, el 12 de octubre o
en el mes de agosto a rendirle el debido tributo, mientras ella y las fuerzas
que la sostienen a su vez ejercen un poderoso influjo en la mente y el cuerpo
de los creyentes de todo el país y de otros países suramericanos, con
irradiación suficiente para convertirse en nuestro primer mito femenino y
pagano que, al entrar en contacto con el santoral popular y las deidades
católicas, ha terminado por constituirse en el mito venezolano por excelencia y
ha venido cobrando cada día mayor cantidad de adeptos, seguidores y estudiosos.
Se ha abordado el fenómeno haciendo uso de diversas formas analíticas y
artísticas, antropológicas, históricas, literarias, plásticas, musicales y
cinematográficas, creando para la diosa una rica iconología que ha promovido
los más dispares acercamientos, siendo los más afortunados los que se han
emprendido desde el universo plástico en grabados, dibujos, pinturas,
esculturas, tallas populares. María Lionza ha sido centro de la inspiración
popular, espontánea, culta o refinada, pero siempre sugerente.
De esta voluntad de
expresión no podía faltar el lenguaje de la historieta, un lenguaje que toma de
la narración, la plástica y el cine, de lo visual y de lo escrito, para
conquistar sus lectores, que es justamente lo que ocurre en este libro. Se
trata de un conjunto de historias sobre la diosa surgidas unas de las leyendas
populares y otras más apegadas al mito; unas de la tradición oral y otras de la
iconología inspirada en la célebre escultura de Alejandro Colina. Pero casi
todas tienen en común una solvente eficacia gráfica o un dominio plástico
evidente, que van desde las versiones minimalistas o anecdóticas hasta otras
más elaboradas o barrocas.
Alexis Ziritt
Edixon Rodriguez
En la primera parte del
libro se advierte justamente lo consignado en las realizaciones de Alexis
Ziritt y Edixon Rodriguez; mientras que
en “El llamado de la diosa” de Iván Santiago la historia se contemporiza, se vuelve
actual al ser interpretada desde el contexto de hoy, con el interés adicional
de involucrar al dibujante del propio comic como parte del argumento, en una
suerte de viaje por el tiempo, para conectarse finalmente con la diosa. Con
seguridad es la historia más original del conjunto.
Luego tenemos a Yili
Arana en “Yara Super Star” haciendo una crítica social con mucho humor negro y
mordacidad, cuando expone a un grupo de empresarios de la publicidad lanzando a
María Lionza como un producto en una campaña turística, para despojarlo de su verdadero
sentido. “María Lionza dentro de ti” se llama el trabajo de Jesús Torrealba,
donde nos presenta un trabajo de escasa anécdota y mucho efectismo, y su tema
central es la femineidad receptora (“desbordante de feromonas”) como potencial
de energía.
Walter Sorg
Siguen en un mismo
bloque de comics los que podríamos llamar los minimalistas: Reinaldo León con
su estilo tenebroso, en blanco y negro, artísticamente impecable, con muy pocas
palabras o rotulaciones. Ricardo Aguilar con “Sólo un sueño” entra en una
atmósfera ingenua, lírica diríamos, protagonizada por un niño y su abuelo en un
viaje en automóvil. Mientras que Walter Sorg, el más minimalista de los tres,
reduce su trabajo al puro dibujo, sin utilizar palabras, en un hermoso
tratamiento del rostro humano donde se resaltan los detalles de los ojos para
crear efectos en un espejo y lograr un loable virtuosismo dibujístico.
Luis Molina en su
trabajo “Caravana a Sorte” se adentra en el mundo de los trances e iniciaciones
rituales, usando a un niño como móvil de la narración en un estilo plano,
simplista.
Si nos referimos a los
invitados internacionales, debemos mencionar
al colombiano Carlos Idrobo, quien ha trabajado su comic con un azul
índigo muy hermoso, que le imprime la debida atmósfera misteriosa a una narración
densa, muy intensa en la creación de personajes sombríos, una versión muy bien
llevada y redactada de nuestro mito.
Desde México, Francisco
Arce (guión) y Rubén Darío (arte) del Grupo 656 Comics de Juárez nos pasean por
una narración urbana en Ciudad Juárez, donde la violencia moviliza la historia,
colocando a un par de jóvenes que llegan a esa ciudad en una situación de
peligro extremo en manos de delincuentes, y entonces surge al final un
personaje vengador que salva a la muchacha de la humillación, en un sostenido
trabajo narrativo.
En la mayoría de estos
artistas se pone de manifiesto un exigente criterio plástico y una destreza
notable para lograr los respectivos efectos, que en el comic deben producirse
en simultaneidad de planos, en una simbiosis muy particular de elementos donde
palabra e imagen deben dar la sensación de movimiento, como si estuviésemos
presenciando cine impreso. Sería necesario entonces indicar que con este libro
se abre un capítulo nuevo para la interpretación artística de nuestro principal
mito popular, y a la vez abre una invitación a otros artistas y dibujantes para
que incursionen, a través del comic, en las diversas historias y relatos que se construyen a diario en el
rico imaginario popular de los venezolanos.
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