Por: Andreína Bravo
Un personaje histórico
En la historiografía venezolana e hispana se conocen muy pocos datos veraces, acerca de la vida y trayectoria del indio Guaicaipuro (lancero de los cerros). El cronista José Oviedo y Baños, en su obra Historia de la Conquista y Población de la Provincia de Venezuela (1723), hace la primera referencia a la existencia heroica de Guaicaipuro como jefe de la resistencia indígena venezolana. Posteriormente, salieron a la luz los materiales que en el Archivo de Indias revisara el hermano Nectario María, donde se demuestra la existencia del cacique, se hace referencia a sus familiares y se mencionan las tribus que dependían de su cacicazgo. Además, podemos señalar el trabajo de Rafael Bolívar Coronado, quien con el seudónimo Maestre Juan de Ocampo, presuntamente traduce la obra de un abate llamado Jean Moulin, titulada Guaicaipuro: el último hombre libre en las selvas del mar oceánico, escrita en 1601. El líder de Los Teques La vida del cacique Guaicaipuro transcurre entre los años 1530 y 1568, año en el que fue asesinado por los enviados de Diego de Losada. Su pueblo natal era Suruapo o Suruapay, situado en el actual San José de los Altos, en la vertiente de la quebrada Paracotos. Las virtudes guerreras de Guacaipuro comenzaron a manifestarse desde muy joven, específicamente en las batallas contra los catuches, que lo catapultarían en su creciente liderazgo. Luego de batirse con el hijo mayor del cacique de los maracayes y obtener la victoria, Guaicaipuro sería nombrado líder máximo de los Teques y los Caracas con soberanía sobre los araguas, los maracayes y los cumanagotos.
Las incursiones de Francisco Fajardo
Los españoles habían empezado a explorar las costas venezolanas desde 1498, pero sería sólo en la segunda mitad del siglo XVI que estarían cerca de enfrentarse a los indígenas y al cacicazgo de Guaicaipuro en Los Teques y el valle de Caracas. Para entonces, Venezuela estaba gobernada por Don Pablo del Collado, Gobernador y Capitán General de Venezuela entre 1559 y 1561. Collado tendría como colaborador inmediato a Francisco Fajardo (1524-1564), conquistador, hijo de español y cacica guaiquerí; nombrado Teniente General para asaltar los territorios de los caracas, “con poderes amplios para conquistar, poblar y dividir la tierra en encomiendas”.
En 1560, Fajardo llegó al valle del Guaire, lo fundó con el nombre de San Francisco; más tarde, bajó a la costa e hizo lo mismo con el puerto de Caraballeda, dándole el nombre de Villa de El Collado. El hecho que despertaría las ansias desesperadas del expedicionario, fue el descubrimiento de minas de oro en la zona de los teques. Esto iniciará un combate sin tregua entre los conquistadores, que buscaban los depósitos del preciado metal, y los pueblos indígenas de las zonas invadidas, quienes se defenderían tenazmente, con Guaicaipuro, como cacique supremo. Es así como los indígenas guerreros bajo su mando saquearon, quemaron y mataron a los moradores extranjeros que fueron asentándose en el Valle de San Francisco. La resistencia indígena abría el camino para el combate frontal.
Don Diego de Losada y el recrudecimiento de la guerra
En 1565, el Gobernador y el Capitán General de la Provincia de Venezuela, Alonzo Bernáldez de Quirós (1564-1566), designaría, en 1566, al conquistador español Diego de Losada (1511-1569) para que realizara, de una vez por todas, el sometimiento del pueblo de los caracas, empresa en la cual habían fracasado Francisco Fajardo, Luis de Narváez y Juan Rodríguez Suárez. Se destaca entre las atribuciones de Losada, “procurarse armamentos, pertrechos y provisiones de bagajes para el mejor apresto de los parapetos y herramientas de las fortificaciones, que era el principal objetivo táctico con que se pensaba probar de someter a indígenas”. Según la versión que nos relata Francisco Alejandro Vargas en su trabajo, Guaicaipuro, el cacique de Los Teques, una vez que concluyeron 12 los preparativos de la campaña, ésta arrancó desde Tocuyo al mando de Losada, reclutando en el camino otros castellanos, algunos negros esclavos e indios, pasando luego desde allí a Villa Rica (en la actualidad Nirgua, estado Yaracuy).
En Mariara, lugar hasta donde prosiguieron, Losada pasó revista a un ejército que contaba con más de 1265 infantes y con una carga de armamento considerable. Los armas, los mariches, los aruacos y muchos otros pueblos conducidos por sus líderes, acudieron al combate desafiando a los invasores con los gritos que les arrancaba el valor. Más de diez mil indios oponían resistencia a la conquista. La batalla se intensificó de tal manera al emplear Losada los cañones, que Guaicaipuro tuvo que ordenar la retirada. Estando en el valle de San Francisco, Losada y su tropa combatirían a muerte con los indígenas en las serranías.
Los aborígenes preferían pelear antes que entregarse a las inhumanas encomiendas, ya que “habían violado los primeros conquistadores los tratados, que los indígenas perdieron para siempre toda confianza en la palabra de los blancos, y en la perspectiva de convertirse en esclavos, preferían resistir hasta ser completamente exterminados”. Losada se dispuso a reedificar el Vvalle de San Francisco, donde finalmente fundó la ciudad de Santiago de León de Caracas, el día 25 de julio de 1567.
Guaicaipuro y la Batalla de Maracapana: el destino final de la resistencia
En 1568, Guaicaipuro convocaría a todos los caciques del Valle de Caracas con la idea de asediar enérgicamente a la recién fundada ciudad de Santiago de León. La estrategia era reunir a todos los caciques vecinos y crear una alianza guerrera en la sabana de Maracapana, para emprender el ataque final. Los pueblos de Naiguatá uripata, guaicamacuto, amarigua, mamacuri, querequemare, prepocunate, araguaire, chiricumay, torocaima y guarauguta, sumarían en total siete mil efectivos de combate.
No se quedó atrás la colaboración de las comunidades mariches, aricabuto, aramaipuro, carallare y petare, brindando a la coalición más de cuatro mil arqueros letales. Perfilando la escuadra con Guaicapuro, Jefe Supremo de la batalla, estaban los caciques Paramaconi, Tiuna, Urimare y Paramacay. Con lo que no contaría la alianza indígena era con la perversidad de los conquistadores. Enterados del ataque, Diego de Losada y su lugarteniente, Pedro Alonso Galeas, distrajeron una parte del ejército indígena, creando la dispersión y, en consecuencia, la pérdida de la maniobra.
Con el ejército de Guaicaipuro dividido, la lucha sería sin embargo, contundente. Cruenta y bravía, empujada por el valor y las arremetidas de ambos ejércitos, los indígenas decidieron lanzarse en masa a la ciudad, pareciendo indeciso su resultado final, “pero la supremacía de las armas españolas se impuso al esforzado coraje de los indígenas, y en breve las brillantes legiones de Guaicaipuro hubieron de moverse, perdiendo terreno a cada paso, mientras los audaces invasores seguían abriendo brechas temibles en sus diezmadas filas”.
La crónica de una muerte heroica
Las terribles derrotas infringidas al cacicazgo supremo de Guaicaipuro, mermaron el valor de las demás comunidades guerreras. Vino con ello la traición de otros caciques que se unieron al yugo del conquistador Don Diego de Losada. En esta línea consecuencial, el sistema de encomiendas empezaría a establecerse en el Valle de Caracas; la explotación, el engaño y el lucro inhumano serán las puntas de lanza de aquella pérdida trágica. Sin embargo, la semilla de la resistencia rendiría sus frutos gracias al ejemplo inmortal de aquellos guerreros indígenas. Guaicaipuro, líder fundamental de ésta, será el fantasma del conquistador Losada: allí en donde veía la oposición, la rebeldía y la potencia indígena, entraría en cólera. Losada decidiría poner precio a su cabeza y dictaría públicamente los cargos de homicidio, robo, asalto y violación en su contra; confió este delicado encargo al alcalde Francisco Infante, quien, con indios que conocían el paradero del cacique, salió de Caracas con 80 hombres. A fines de 1567 o inicios de 1568, Infante y sus hombres, conducidos por guías nativos que habían sido chantajeados, dieron con el paradero de la choza de Guaicaipuro, en las cercanías de Paracotos. Según la leyenda, Guaicaipuro prendió fuego a su choza y se suicidó antes de permitir que los españoles lo encontraran con vida. Sin embargo, la otra versión sobre su muerte, que es la que ofrece el cronista José de Oviedo y Baños, narra que tras una larga batalla por su vida, los españoles, imposibilitados de entrar a la choza, decidieron lanzar una bomba de fuego sobre el techo de paja, obligando a salir a Guaicaipuro, quien perece luchando con la espada que le había ganado a Juan Rodríguez Suárez, conquistador español ajusticiado por él en 1561.
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