Las ánimas, según la religión católica, son las almas de los difuntos que se encuentran expiando sus pequeños pecados en el Purgatorio, hasta que logren la purificación que les permitirá acceder al lado del Señor Todopoderoso. En este proceso purificador pueden intervenir los mortales a través de la ejecución de rezos, colocación de velas, celebración de misas, etc.
Sin embargo, en la etnología venezolana, existe otro tipo de ánima que, sin estar reñida con las creencias de la religión dominante, tienen un origen muy particular. Casi siempre se trata de una muerte violenta o de la desaparición de una persona singular, pero de características muy humildes, rayanas con la pobreza.
En el Edo. Guárico, sobre la Carretera Nacional, entre Valle de la Pascua y Chaguaramas, existe un santuario al ÁNIMA DE PICA-PICA. Establece la leyenda que un arriero había extraviado su mula y en su búsqueda se encontró (bajo una mata de Pica-Pica) con los restos insepultos de un soldado de la guerra de independencia. Se cree que fue uno de los soldados que peleó en Jácome, lugar en donde el 15 de enero de 1.815 fue hecho prisionero el General José Félix Ribas, tío político de El Libertador. Llevado a Tucupido, sería ejecutado por las fuerzas realistas.
El arriero planteó, ante los restos del soldado, que si lo ayudaba a encontrar su mula antes del amanecer, él le daría cristiana sepultura a sus restos. La mula apareció, pero el arriero no cumplió su parte. El caso es, que al poco tiempo el arriero cayó enfermo. Antes de morir, le explicó a sus hijos sobre su encuentro con el ánima del soldado. Aunque los hijos le dieron sepultura a los restos del soldado, el arriero falleció.
Otra versión indica que el ÁNIMA DE PICA- PICA pertenece a José Zambrano, un campesino de la zona que fue vilmente asesinado junto a su mula. Animal este que permaneció al lado de su propietario aún después de su muerte. Sería sepultado al pie de un árbol de Pica-Pica, de ahí el nombre con que se conoce a esta ánima.
También en el Edo. Guárico, en la población de Santa María de Ipire, existe otra ánima: EL ÁNIMA DE TAGUAPIRE. En los pueblos rurales, carentes de los más indispensables servicios, hay lugares en los que para acceder a una medicatura o dispensario médico, hay que trasladarse a pie a través de trochas, pues hasta los caminos les son vedados a muchas poblaciones rurales del país. Cuando una persona enferma gravemente, es sacada de estos lugares “en hamaca”. Es decir, dos hombres buscan una vara gruesa y le amarran un chinchorro o cobija en sus extremos. Dentro de esta improvisada camilla, es colocada la persona enferma y traslada en hombros de los vecinos, los cuales se turnan en el trayecto hasta llegar a la medicatura. Este fue el caso de Francisca Duarte.
Desde lo profundo de un hato, fue sacada en hamaca hacia Santa María de Ipire. Sus cargadores se percatarían de que había fallecido en el camino, razón por la cual se detuvieron para darle vuelta a la cobija y exponer el color oscuro hacia fuera, dando a entender a los caminantes que la persona estaba muerta. Al reiniciar la tarea, los cargadores se encontraron con que la improvisada camilla se había puesto tan pesada, que les resultó imposible dar un paso más. Por tal razón, decidieron enterrarla allí mismo, al pie de un árbol de taguapire.
También existe otra variante sobre el surgimiento de esta ánima. Francisca Duarte habría muerto de paludismo y cuando era llevada a Santa María de Ipire para su entierro, los vecinos se habían visto impedidos de llegar por la crecida de un río en el camino. Esperaron hasta al siguiente día, cuando las aguas recuperaron su cauce normal. Al querer reiniciar el cortejo, se encontraron con que el cadáver se había puesto tan pesado que impedía su alzado. Por tal razón, optaron por enterrarla en ese mismo lugar al pie de un árbol de taguapire.
Y estas no son las únicas ánimas de Venezuela. En el propio Guárico, en Altagracia de Orituco, existe otra ánima de taguapire. En Apure está EL ÁNIMA DEL AJILERITO. En Falcón, LAS ÁNIMAS DEL GUASARE. En Valencia, EL ÁNIMA DE LA YAGUARA. Y hasta la Caracas de la esquinas con nombres, tiene su esquina de Ánimas. En dicho lugar, supuestamente de noche se podían escuchar voces monótonas rezando el rosario. Se decía que eran las ánimas del purgatorio.
Hasta en nuestra historia de independencia están presentes las ánimas. Se dice que, en su juventud, José Antonio Páez fue hecho preso por negarse a servir en las tropas del rey. Cae la noche y se empiezan a oír disparos y voces cerca de la prisión. El oficial a cargo mandó a un grupo de soldados a ver qué pasaba. Estos, al increpar: ¡Alto, ¿quién vive?!, recibirían por respuesta: ¡América libre, soldados de la muerte!. Los soldados huyeron despavoridos, permitiendo de esta forma que los prisioneros pudiesen escapar. Páez diría, que eran las ánimas del purgatorio que habían acudido en su auxilio.
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