Nace en Mérida en 1710
Muere en Mérida (Edo. Mérida) en 1740
A raíz de haber asesinado al sacerdote merideño doctor Francisco de la Peña y Bohórquez, fue consagrado como «ánima milagrosa» por la tradición y la mitología popular. Fueron sus padres Cristóbal de Rivera y Simbrana y Juana de Soluguren. Su familia se estableció en Mérida a comienzos de 1700, proveniente de Bogotá, donde tenían una posición social privilegiada. Gregorio contrajo matrimonio con Josefa Ramírez el 30 de diciembre de 1738, sin embargo, la unión tuvo problemas desde el comienzo debido al carácter violento de Gregorio, quien vejaba constantemente a su esposa de palabra, llegando incluso a perseguirla un día armado de una puñal, por lo cual la señora huyó y se refugió en el convento de las clarisas, donde sus hermana y una tía, así como una hermana de sus esposo, eran religiosas. Ante estas circunstancias Rivera, se dirigió al convento para persuadir a su abadesa, para que le entregara a su esposa; pero al no conseguirlo, se trasladó a la casa del presbítero Peña y Bohórquez, capellán del convento, familiar del Santo Oficio y vicario juez eclesiástico, con el fin de pedirle que ordenara el regreso al hogar de Josefa.
Furioso ante la negativa del sacerdote de acceder a su pedimento, le dio muerte de un disparo de carabina el día 5 de marzo de 1739. Dicho asesinato causó una gran conmoción en la ciudad, especialmente en las familias más distinguidas, a las cuales estaban ligados los Peña, Bohórquez y Rivera. Por tal motivo, las autoridades eclesiásticas sancionaron en el acto la excomunión mayor de Gregorio Rivera, quien huyó a caballo hacia las montañas del sur de la ciudad. Según la leyenda, después de cabalgar toda la noche, Rivera se encontró de repente que estaba en la plaza, frente a la iglesia matriz de Mérida; desesperado, se internó nuevamente en los montes vecinos y en permaneció en ellos hasta que arrepentido, decidió entregarse a las autoridades. De regreso a la ciudad fue finalmente, fue condenado a muerte tras realizarse un juicio. De acuerdo con la tradición popular, luego de su muerte, Gregorio Rivera, reveló a una religiosa de Bogotá, que a él se le había concedido la gracia de hacer aparecer las cosas perdidas a quien elevara sufragios por su alma. Desde entonces su tumba es frecuentada por devotos que agradecen o solicitan algún favor a su alma, tenida por milagrosa. En 1955, Tulio Febres Cordero, publicó un libro titulado El alma de Gregorio Rivera, en el que se estudia su vida.
ORACION A JOSE GREGORIO DE LA RIVERA
Santificado José Gregorio de la Rivera, Tu que fuiste predestinado por el mártir del cerro del Gólgota y luego confirmado por el vaticano para que fueras el guardián de la Hacienda de tu devoto y el custodia de su dinero, de sus joyas y piedras de la buena suerte, y el don de hacer aparecer los objetos perdidos; que nos haces pagar la moneda que nos adeudan, conociendo de estas virtudes de que has sido investido, acudo a Ti para pedirte este favor. (Aquí se pide el favor de que se desea obtener). Te imploro me concedas este favor para honra y gloria tuya. Amén.
Se le prende una vela. Esta oración no se debe prestar ni enseñar.
¿Cuándo pedirle un favor?
Cuando algún objeto se te extravíe o pierda.Cuando te DEBEN DINERO y no te lo quieran pagar. Cuando quieras proteger tus propiedades, joyas, dinero, etc.
Anécdotas: la leyenda de Gregoria Rivera por Oscar Yanez
OSCAR YANES
¿Dónde están las llaves?
Los cuatrocientos cincuenta años de la ciudad de Mérida me han hecho recordar la historia (para muchos leyenda) del anima de Gregorio Rivera, quien asesinó por celos a su virtuosa esposa y hoy, según creencia extendida por Venezuela, es invocado por miles de personas cuando la memoria falla y no sabes donde están las llaves o no encuentras una prenda de gran valor.
Gregorio Rivera, es el ánima que ayuda todo lo que se ha perdido. ¿Por qué? Porque él mismo recuperó con el arrepentimiento su alma "que ya estaba perdida".
Gregorio espiaba a su mujer durante las 24 horas del día. Algunas veces decía, que se iba para Mucuchies o Tovar y se presentaba en la casa media hora después de abandonar el hogar. Un día encontró a la esposa, que había salido del baño y estaba arreglándose y montó en cólera.
-¿Para dónde vas? ¿Con quién estás saliendo? ¿Cuénteme lo que hace cuando yo estoy afuera? La mujer cansada y furiosa, le gritó: -¡Basta, Gregorio, basta! ¡ya me tienes cansada con esos malditos celos...!- Fue entonces cuando Gregorio Rivera sacó un puñal y trató de matarla. Ella escapó hacia la puerta de la calle y logró salir gritando:
-¡Auxilio! Auxilio! Me quieren matar-. Corrió entonces hacia el convento de las Clarisas y pidió a las monjas que le abrieran, "porque mi marido me quiere asesinar... "
Estaba prohibido entonces darle asilo en los conventos a mujeres casadas, salvo cuando se encontraran en peligro de muerte.
El capellán autorizó protección para la señora de Gregorio Rivera, pero pasaron unos diez minutos y se presentó el hombre gritando desde la calle que "le devolvieran a su mujer".
La Madre Superiora, fue a abrir la puerta, pero después del suceso contó, que se detuvo, pues tuvo un horrible presentimiento y pensó que "al abrir el portón me asesinarían".
Gregorio Rivera, siguió desde la calle insultando a las monjas y pidiendo que "me devuelvan a mi mujer". A los cinco minutos se cansó de tocar y gritar y se fue para la capilla que estaba cerca pero al entrar vio al capellán que arrodillado estaba rezando, y sin pensarlo dos veces le disparó por la espalda y lo mató.
Gregorio dejó el templo, tomó el caballo y huyó. Salió de la ciudad de Mérida y toda la noche galopó hacia la Sierra pero se dio cuenta que lo perseguía una bestia horrible, que según sus propias palabras, "lanzaba fuego por la boca".
Corrió toda la noche y de pronto perdió el sentido; cuando despertó se encontró en la puerta de la iglesia, a pocos metros de donde había asesinado al sacerdote. Lo apresaron y lo condenaron a muerte. Nunca supo como regresó, pero dijo a los jueces: "mi alma se perdió, pero quiero recuperar lo perdido". Gregorio Rivera fue ajusticiado y a los pocos días apareció una perla que se había desaparecido en un río. El propietario contó que invocó su ánima. Después se siguieron acumulando historias de cosas perdidas que aparecían cuando se rezaba por el ánima de Gregorio. En Mérida hay una capilla con un vitral en donde aparece Rivera y si se te perdió algo, recuerda esta historia.
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