domingo, 5 de julio de 2020

Don Fermín Calderón en el culto a María Lionza



Don Fermín Calderón, el hombre que más fortuna tuvo en el estado Yaracuy a finales del siglo XIX. Considerado uno de los máximos creyentes en la Diosa aborigen de la Montaña Sagrada, la Reina María Lionza. Hoy día muchos creyentes lo asimilan a la entidad Don Juan del Dinero. 


Tomaremos el relato publicado por Bruno Manara (1995), quien toma como referencia al periodista Hermann Garmendia en sus obras "María Lionza" (1964) y en "María Lionza, ángel y demonio" (1980) la historia de Don Fermín: 


"Poca antes de la primera Guerra Mundial vivía en Chivacoa un próspero empresario,  a quien el designa con los pseudónimos de Don Andrés Iriarte y Don Andrés Rodríguez, que todo el mundo recuerda como D. Fermin Calderon, hombre altruista y generoso protector de los poetas populares y los «artistas del pentagrama criollo y sancochero», dueño de muchos comercios y negocios y de la hacienda San José, que sería el núcleo del futuro central Matilde. No obstante las revoluciones, las crisis financieras y la baja en el precio del café, que hundió a muchos negociantes y hacendados de la época, sus empresas emergían incólumes de cualquier embate de la adversidad. La razón era -al menos, todo el mundo lo decía y él nunca se preocupó por desmentirlo- que él tenía hecho un pacto con María Lionza, ya que en el tiempo de su juventud le había vendido el alma a cambio de riquezas.

Eso más o menos, sucedió de la siguiente manera. El ahora dueño de prósperos negocios, cuando joven era un zagaletón de alpargata sin otro porvenir que envejecer detrás de una yunta de bueyes acarreando caña en los verdes tablones de una hacienda. Muy familiarizados con la Montaña, adonde solía incursionar a solas, llegó a darse cuenta de sus secretos. Ya el sabía, por vagas referencias, que una Reina, de belleza incomparable de mirada magnética y capaz de asumir diversas formas, tenía su palacio encantado debajo del agua. Pues bien: en una de sus incursiones, el muchacho avistó el Ciervo de Piedra, de cascos de oro, caramera llameante e indicio cierto de la vecindad de María Lionza. Siguió el maravilloso animal y llegó al Palacio Encantado. Allá pudo ver a la Diosa en toda su belleza y rodeada de sus damas de honor.

Desde aquel momento, Fermin Calderón mostró excepcional interés hacia María Lionza, y por referencias de los viejos del lugar supo de los tesoros de la Reina y aprendió la manera adecuada de alagar su corazón y obtener sus favores.

En otro de sus viajes a la Montaña, encontró a un extraño anciano, a quien la leyenda pinta como íntimo devoto de  María Lionza e intermediario suyo en la tierra. Era un «banco», piache o moján de la reina. Le pidió al joven que lo siguiera y lo llevó hasta una casita escondida en la selva, donde una muchacha de unos quince años, hija del anciano y llamada Virgen de María Lionza, enflaquecida y consumida de fiebre palúdica, se debatìa entre la vida y la muerte. El anciano rogó al joven que, en el caso de que él muriera antes, se hiciera cargo de la niña y, cuando ella muriera, la enterrara en el sitio que le iba a indicar. María Lionza -aseguró- le pagaría el favor al momento.

El viejo misterioso murió unos días después, y la hija para entonces estaba ya en estado preagónico, sacudida de fiebre tercianas. Fermín cuido de ella unos días, hasta que murió, y fue a enterrarla donde se le había indicado, pero a los primeros golpes, el pico tropezó con una botijuela llena de resplandecientes morocotas de oro -y así comenzó su fabulosa fortuna. Sin embargo él nunca olvido de donde había venido su suerte. Por eso, anualmente. en ciertos dìas fijos, el próspero hombre de negocios solía reunirse con peones y músicos populares en un paraje a orillas del Yaracuy, donde realizaba ciertos actos rituales que le dieron fama como propagador del culto; y vertía  tinajas llenas del mejor cocuy bobareño en las turbulentas aguas del río, en cuyo remansos encantados aparecía María Lionza.

Llegó, finalmente, también para Fermìn Calderón la hora de la muerte, y su fabulosa fortuna desapareció como por  encanto de entre las manos de sus herederos. ¡Y la gente sabía la razón! Las riquezas que María Lionza concede a sus escogidos, vuelven a sus cajas patrimoniales cuando muere el beneficiario". 

Fuente

Manara, B. (1995) María Lionza, su entidad, su culto y la cosmovisión anexa. Dirección de Cultura de la UCV.

No hay comentarios: