Francisco Da Antonio
Octubre de 2005
Desnudas, como una ráfaga de eróticas tensiones, cabalgando en pelo sobre dantas indómitas, Elizabeth y la Reina avanzan desde un extraño tiempo. La memoria no alcanza el intenso galope de los cuerpos cimbreantes entre lechos blanqueados por las aguas y las hojas de las sierras empapadas de líquenes orgánicos y las erectas varas de selváticas voces, murmullos y quejidos, el vuelo de los pájaros al paso del insólito potro y sus heroicas dueñas, como un viento ancestral de enloquecidas hembras y erguidos personajes.
Más allá de los rostros de miradas brahamánicas, de las míticas formas de la cabalgadura, de las rosas sangrantes de las defloraciones, flamígeras estampas de lo feroz y lo terrible, consagración pagana de medievales textos, devoradoras sierpes, copa de las delicias donde se sacian víctimas y oficiantes de las mitologías, quimeras de la historia, holocaustos y crímenes sepultados por gritos y consignas odiosas, desasistidas sombras resurrectas, el tiempo las devuelve como joyas radiantes, seductoras y amigas de dulces aventuras de las formas y los cuerpos floreciendo de nuevo por milagro de las antiguas musas del Jordán y del Ganges, del Mar de los Sargazos y los soles Caribes encendiendo las hogueras fulgentes al paso impredecible de las desnudas diosas aquí, frente a nosotros, en estas salas, entre los oficiantes de la Reina y las crípticas, lúcidas y enigmáticas imágenes de Elizabeth Pazos.
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MARÍA LIONZA ALQUÍMICA
Por: Elizabeth Pazos
La imagen de María Lionza, considerada como símbolo de transformación, alude a sus posibilidades de transmutación alquímica, entendiendo tal proceso desde la perspectiva espiritual integradora de las tres razas que han conformado la identidad psíquica del venezolano actual. Con ello aludimos a nuestros orígenes indígenas autóctonos, su mezcla con los blancos venidos de Europa y la amalgama que se dio luego de la presencia negra africana que nos conformó.
En esta muestra que hemos llamado María Lionza alquímica se intenta reelaborar la imagen que nos legó el Maestro Alejandro Colina, integrándola a grandes patrones pertenecientes no sólo al inconsciente local sino a un colectivo universal, ya que creemos que la razón última de su existencia enlaza con las búsquedas trascendentes de la humanidad y como tal, se inscribe dentro de la tradición arquetipal occidental y en el mundo representado por África, Asia y Oceanía.
La imagen de María Lionza llama al contacto con la tierra y todos sus habitantes, siendo la figura de la danta su vínculo inmediato con el reino animal. Esta representación enlaza con las creencias de las tribus orinoquences y rionegrenses, quienes, según nos relata Gilberto Antolinez, se llamaban a sí mismos hijos de la danta, por lo que esta representa su animal totémico. Según la cosmogonía piaroa-sáliba, la makusi y makiritare, la fuerza vital del hombre puede residir en cualquier animal, por lo que su alma se encuentra ligada a la danta. Por esta razón su caza está prohibida. Según los Warire, etnia ubicada en el Amazonas, el dios creador se llama Wahiri y es el danto, animal de hábitos nocturnales y formas fantásticas que sería quien según los Warire dio la vida a todas las cosas a través del pensamiento, el cual precedió a la palabra y a todo lo que existe. Para ello Wahiri se encerró en su choza y creó máscaras, tras las que se encontraba lo esencial, concepto muy similar a la noción de maya o ilusión manejada por el imaginario hindú. De esta forma se realza la idea de mera apariencia que caracteriza al mundo y sus pobladores, denotando además la profunda conexión con el mundo espiritual que caracteriza nuestras etnias.
El culto actual de María Lionza se encuentra fuertemente marcado por las prácticas espiritistas propuestas por Allan Kardek; probablemente es la práctica que más se ajusta en nuestros tiempos a los cultos de posesión propiciados por efecto de los alucinógenos, utilizados comúnmente por las etnias aborígenes como medio de acceder a la divinidad a través de estados de conciencia alterados. Parte de los videos que se exhiben corresponden a rituales realizados por sus devotos en Quibayo: al realizarlos pudimos accesar al mundo de confluencias en el que navegan en paralelo tradiciones católicas y adaptaciones afroamericanas, por ello sirven no sólo como acto devocional para el creyente, sino se elevan como documento del sincretismo religioso que caracteriza el culto actual de María Lionza.
Sin embargo, debemos acotar que los orígenes del culto y reverencia a María Lionza no necesariamente se corresponden con una zona específica del país: es posible seguir su rastro desde el Río Negro y el Orinoco y enlazarlo con la tradición de los caquetíos, originarios pobladores de la zona de Yaracuy donde se encuentra ubicada la montaña de Sorte y Quivayo, sede principal del culto a la Reina.
Creemos que la presencia y existencia de María Lionza bien podría estar esparcida por todo nuestro territorio aborigen, ya que en el fondo de las tradiciones indígenas de lo que ahora conocemos como Venezuela, subyace la presencia de diosas que permanecen escondidas en los recovecos de nuestras selvas y montañas, muchas veces recorriendo sus territorios cabalgando animales salvajes. Según otras creencias mitológicas, estas figuras femeninas muchas veces se transforman en presencias serpentiformes, emparentando sus imágenes con la de la boa, que -según el mito marialioncero- rapta a la doncella y la lleva con ella a vivir en un palacio subacuático.
Tras esta narración mágico-religiosa se encuentra una forma de adorar a la Gran Madre en lejanos territorios geográficos como la antigua Creta y la cuenca mediterránea. A través de estas formas sinuosas, emparentadas con el mundo lunar que caracteriza las imágenes que provienen, permean y pueblan el inconsciente, la presencia de María Lionza se perpetúa y repite, no sólo en América, sino también en el mundo.
Rendimos este homenaje en honor a estas múltiples y cambiantes imágenes universales de lo femenino, a través de la presencia de documentales que atañen a nuestros vínculos indígenas y su incorporación a la simbología alquímica, con la cual entrelazamos su imagen y también mediante la creación de diseños realizados con pétalos de flores provenientes de nuestro entorno: son nuestra forma de aludir a los grafismos realizados durante los rituales de sanación, llamados velación por los devotos de María Lionza en su montaña.
A estas creaciones efímeras -llamadas mandalas según la tradición oriental- le hemos dado mucha importancia como forma de expresar nuestros vínculos con lo femenino y necesidad de honrar la naturaleza; por ello hemos realizado mandalas desde hace años, trasladándonos no sólo al Ávila, frente al Mar Caribe o las montañas de los Teques, porque también hemos llevado las energías de la Diosa hasta el corazón de América del Norte, desde la zona de los grandes lagos en el Canadá hasta las planicies de Missouri, Kansas y Cleveland. Algunos testimonios han quedado de estas incursiones, las cuales invitamos a disfrutar a través de las fotografías incluidas. Por ello honramos a la Diosa encarnada en María Lionza y te invitamos a acompañarnos en la creación de un nuevo mandala.
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