sábado, 7 de mayo de 2022

"La Montaña encantada"

 



Publicamos una transcripción que hicimos de un documento antiguo, de la pluma de Francisco Tamayo, botánico, escritor e investigador larense, dedicado además al estudio del folklore y el léxico venezolano, especialmente el de la región del estado Lara.  

Es en su obra "El signo de la piedra", donde encontramos el siguiente relato, donde refiere otra ubicación del palacio de "María Lonza" (distinto a la Montaña de Sorte) y con la particularidad de que en esta historia, tiene dos hijos. 



Francisco Tamayo (1968)

Universidad Occidental. Barquisimeto.

Las montañas están dispuestas como en anfiteatro abierto al noreste. En el seno está el valle con el mosaico leve de cañaveral, y el tono crispado de los cardones y de los cujíes. 

La sierra de La Portuguesa, está dispuesta del suroeste al sureste, la Sierra de Barbacoas al noroeste. En el resto de espacio van los cerros de cal, color blanco sucio y escasamente poblados de sarmentosos arbustos. 

Las altas montañas son fértiles porque allí caen abundantes lluvias. Están poblados de selvas vírgenes que a lo lejos tienen un tono azul porque ponen manchas        el follaje de los yagrumos. Allá arriba están las fuentes del río. Se inicia por pequeños manantiales de aguas límpidas y frías; por ahí y por ella se forman lagunas en donde tienen asiento los "encantos". Hacia San Quintín en Sarare, hay una laguna encantada con una gran serpiente que lleva en el dorso una gruesa macoya de paja; el ofidio es el "dueño" de la laguna y por ella se pasea al atardecer y cuando el día está lluvioso. Cerca hay otro "encanto" se trata de una gruta que posee una poza cristalina, pero en el recinto no puede hablarse porque el "dueño" se enoja y desata contra el visitante imprudente millaradas de bravas avispas. Para los lados de San Isidro, en Guarico, hay también una laguna, cuyo "dueño" es una enorme serpiente defensora de los lirios y las begoñas que nacen en las riveras. 

Los "encantos" lacustres son restos de antiguas creencias anímicas de los indígenas. 

Por la quebrada de El Chupadero hacia arriba, hacia la montaña, la corriente se abre campo entre peñascos abruptos y después de extiende en un remanso apacible. El lugar con su cascada, su lago y el tupido boscaje es asiento de otra leyenda, según la cual no se puede tocar el musgo y los helechos que cubren las rocas porque se corre el riesgo de quedar allí "encantado" para siempre al servicio del duende que es "dueño" del precioso paraje. 

Por esas montañas deambulan muchos duendes enamoradizos y vengativos. Las doncellas de la región temen andar por caminos extraviados, porque pueden ser objeto de persecución de uno de esos diminutos personajes. 

Una intrépida y valiente muchacha que se atrevió a transitar por allí acompañada de su menudo perro faldero, cuando en esto cruzó el camino un lindo guache color melado. Inmediatamente fue perseguido por el perro y enseguida por la niña; corrieron Dios sabe cuanto, pero el hecho es que fueron a  parar a la orilla de la laguna encantada donde el guache, acosado, degolló al perro de una tarascada y luego cayó al agua donde se ahogó. Fue un momento de dolor por la muerte del animal amigo y de temeroso recogimiento por la belleza del lugar y por la oculta presencia del duende. El chorro blanco de la cascada esparcía su música por todo el ambiente, los pájaros cantaban sobre los guamos, y en las peñas estaban los musgos y los helechos formando una cobertura como de terciopelo y encaje. Pero no era para quedarse contemplando esa enorme belleza, porque podía aparecer el duende y encantar a la doncella. Se echó atrás y emprendió la carrera para su casa donde apenas se podía referir lo ocurrido por el cansancio de la intensa carrera. la madre de la criatura, que era muy creyente, la rezó y la santiguó repetidas veces para librarla del hechizo. 

Todas las aguas de la montaña tienen su "dueño", y este interrumpe la fluccio´n de las mismas cuando así lo quiere; entonces es preciso ofrendarle tabaco, cocuy, carne y pan de tunja para que dé curso nuevamente al agua. No se puede echar suciedades en las quebradas porque se enoja el "dueño". Los niños que no se han bautizado no se pueden llevar al arroyo porque el misterioso personaje que anima las aguas "los deja exprimidos" luego de sacarles el alma. 

La reina María Lonza tiene su palacio en el interior de un cerro de la región. Se la describe de aspecto señorial y de prácticas bondadosas. Ella sabe dónde están los perdidos. Se le ofrenda cocuy, chimó y tabaco. Concede riquezas a cambio de los servicios del alma en sus dominios subterráneos. Tiene rebaños asistidos por las almas de sus protegidos. La Reina lleva corona y manto de oro. La solicitud de favores se hace por escrito, bajo sobre, y va acompañada de ofrendas; todo ellos lo debe llevar el interesado a una peña que existe en lo alto del cerro; después ha devolver por la respuesta que también será escrita. 

Para ir donde habita María Lonza se va por el camino de Villanueva, de Guarico, adelante más allá del Cacahual, en donde hay un cerro que se cubre de nubes cuando le duele la cabeza a la Diosa.

A cambio de las ofrendas concede una moneda de 5 bolívares que se va duplicando indefinidamente. María Lonza tiene dos hijos, varón y hembra respectivamente, los cuales suelen enamorarse de los visitantes de sexo contrario y entonces dejan a estos encantados dentro de los dominios de la Reina para llevar con ellos vida marital. 

La montaña era antes más selvática, pero se fue destruyendo el arbolado para plantar café y hacer conucos. Cada año hay menos selva y a la par van disminuyendo los ojos de agua y los manantiales. Sin embargo, aún cuando sean rastrojos conservan la belleza y lozanía de su vegetación. En los cafetales se cosecha la dulce legumbre de los guamos y la sabrosa pumarrosa. En el zarzal maduran las moras de ácidos frutos. En las sabanas se cosechan guayabitas sabaneras y las diminutas drupas del maíz de zorro. Ya en la selva se obtienen caimitos de carne blanda.

La gente de la montaña cree más en las supersticiones que en la religión pura. El culto de María Lonza lo heredaron de sus antecesor el indio; y le tienen fe porque en realidad hace milagros.




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