ENTREVISTA A:
Nelson
Garrido: "Siempre me mantengo del lado de la luz"
por: Rafael Serrano
julio 25, 2005
Siempre
dispuesto a luchar por la libertad, Nelson Garrido, premio nacional de artes
plásticas (1991), conversa con nosotros en esta tercera entrega de entrevistas
a fotógrafos venezolanos, para que conozcamos por su propia voz la naturaleza
de su trabajo y las relaciones entre éste y su postura ante la vida.
-¿Cómo
son tus inicios en la fotografía?
-La
fotografía es el resultado de lo que se ha vivido. Por eso pienso la pregunta
como ¿Cuándo empezaste a vivir cosas que hacen que seas fotógrafo? Por
cuestiones de orden político mis padres fueron exiliados y tuve la gran suerte
de vivir fuera de Venezuela. Yo tenía 13 años y mi papá a pesar de ser militar
siempre estuvo muy ligado al mundo del arte, pero por su profesión le daba pena
asumirlo. Él pintaba y yo firmaba sus cuadros. En ese entonces hacíamos cosas
cinéticas y por lo de la pena, él me mandaba donde Carlos Cruz Diez para que me
explicara cómo pintar y yo se lo contara a él. Ése es mi gran maestro; Cruz
Diez me mandó a leer y a cultivarme para acercarme a la imagen.
-¿Cuándo
decidiste asumir la fotografía?
-La
asumí a los 16 años. Después de Francia nos mu-damos a Chile en el 69 y conocí
gente que determinó mucho mi formación. Conocí personas como Nicanor Parra, a
quien le llegaban fotógrafos profesionales para retratarlo por La Obra Gruesa,
y él dijo "las fotos me las hace Nelson", después de eso me metí en
una cantidad de cosas.
-A ti se te conoce por tu trabajo comercial
de cultura popular y aparte por tu trabajo personal. ¿Es
necesario mantener esa división en la fotografía?
-Para
mí es lo mismo; una la hago para vivir y la otra vivo para hacerla. Mucha gente
cree que hay dos Nelson Garrido: uno muy serio que tiene 20 años haciendo el
trabajo de cultura popular venezolana, publicando en revistas y en libros, y
otro que es más joven y medio loco que fotografía perros muertos. No siento
ningún tipo de contradicción porque es muy difícil vivir de la obra autoral, además
me encanta no vivir de ella porque así lo económico no la determina. Si viviera
de mi obra tendría que ceder al mercado en función de mis necesidades. Así no
hay necesidad de bajar el lenguaje, y al mismo tiempo me nutro mucho de la
cultura popular ya que la incluyo en mi obra personal. Me parecen mucho más
contemporáneos ciertos altares de María Lionza o de la Cruz de Mayo que ciertos
planteamientos del Salón Pirelli que me parecen previsibles y hasta bobolongos.
-¿Te
nutres a nivel estético?
-Estético
y hasta ideológico. En lo popular hay un hecho contemporáneo, el problema es
que siempre se habla de lo po-pular como algo referido al pasado. Por ejemplo,
las fiestas de diablos de hace treinta años no tienen nada que ver con las de
ahora, se han ido actualizando y por eso se mantienen. Esa parte contemporánea
de lo popular hay que rescatarla porque lo popular no fue, sino que es.
-¿Esa
fuente de nutrición la usas para cuestionar nuestra identidad como venezolanos?
-No
pretendo cuestionar. Al contrario, lo que me importa es hallar lo universal en
los he-chos cercanos, creo que en lo popular hay una cantidad de puntos que
pasan a ser hechos universales. No cuestiono lo popular sino que lo revitalizo
y lo reconceptualizo dentro de normas estéticas universales; por eso en mi obra
siempre están María Lionza, José Gregorio etc. Yo cuestiono profundamente la
Iglesia Católica, pero por la religiosidad popular siento un profundo respeto y
me identifico mucho con ella.
-Usando los mismos códigos y patrones de
composición de la imaginería religiosa pareciera que subviertes y cuestionas la
religiosidad católica.
-Hago
un cuestionamiento profundo porque trastoco el imaginario cristiano y me nutro
de él. Cuando hago San Martín de Porres que se representa con un perro y con un
ratón, pongo a Pluto que es un perro y a Mickey Mouse que es una rata. Hago una
lectura de lo religioso y reconceptualizo sus códigos con los contemporáneos.
Por supuesto que la obra es un detonante de provocación.
-¿Cuál
es la intención?
-Que
la gente se cuestione y piense sobre lo que cree que cree. Además, estamos en
una sociedad bombardeada por millones de imágenes, si tú no haces imágenes que
trastoquen los códigos de lectura normales, éstas no se fijan en la memoria.
Estoy seguro de que mucha gente que ha visto mis imágenes no sabe mi nombre,
pero se acuerda ellas.
-¿Ésa
es la única manera de vencer la barrera de las imágenes?
-Creo
que es la única manera. Los mismos medios de co-municación están empezando a
usar los códigos que se usaban en su contra. La estética de la violencia es muy
contemporánea y ya está muy comercializada, la cosa es cómo hacer que la imagen
venza eso que la sociedad está tratando de reciclar. Para mí es importante
difundir mi trabajo en ámbitos distintos a los museos y a las galerías para
romper con los círculos de especialistas. Me encantaría que mis fotos salieran
en papel toilet y que la gente cuando fuera a cagar se limpiara con ellas. ¡Yo
me sentiría honradísimo!
-Actualmente el lenguaje artístico
pareciera estar en un atolladero. En nombre del arte se hacen obras totalmente
vacías de contenido
-Estamos
en un total atolladero. Pero el problema es cómo reaccionar de manera activa
porque el arte ha sido convertido en un producto de consumo en el que no hay fundamento
ni ideológico ni teórico. La obra es simplemente la manifestación de la
ideología ante la vida que tiene quien la crea y no al revés, el problema es
que el fetiche ha agarrado el puesto de la idea. La obra es una excusa para
transmitir ideas, otra cosa no tiene ningún sentido.
-¿Cuál
sería la sociedad ideal de Nelson Garrido?
-Sería
una sociedad sin poder, una cosa totalmente utópica, en la que no haya
instancias de poder, ya sea entre maestro y alumno, padre e hijo, esposa y
esposo, sociedad y presidente. Lo más importante es la lucha contra el poder,
la práctica de la libertad y el respeto a las minorías. Trato de inyectar esa
práctica de la libertad todos los días de mi vida aunque no sea cosa fácil. Si
no se pelea todos los días por la libertad, la pierdes. Uno mismo cae en las
tentaciones de poder y se equivoca mucho. Las trampas son muchas: los títulos,
los premios, el dinero, etc. Yo entiendo que tú veas el engaño, el problema es
cuando la gente se lo cree. Uno tiene que borrar su historia personal para no
tener ese peso. Por eso hay que considerar que la acumulación de hacer el bien
no garantiza que hagas el bien. La revisión diaria de tu acción hace que te
mantengas del lado de la luz y en eso soy casi fundamentalista. Siempre con la
luz.
TOMADO
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