Luis Enrique Cerrada Molina nació el 28 de julio de 1956 y murió el 1 de octubre de 1977 de veintiún años. Su familia de origen campesino se instaló en el barrio Santa Anita, al norte de la ciudad de Mérida. Cuando contaba con dieciocho o diecinueve, o tal vez más joven, viajó a Caracas, donde vivió por seis meses.
Regresó de nuevo a Mérida, a su barrio y se hizo conocido entonces por sus andanzas criminales, convirtiéndose en el cabecilla de una banda. Su apodo, Machera, se debe a ser considerado por sus amigos, como atrevido, valiente, un hombre echado pa’ lante; este apodo se identificará luego con su culto. Identificación con el muerto milagroso Machera es uno de los muertos milagrosos más importantes de Mérida.
Su tumba es una de las más visitadas diariamente en el cementerio de El Espejo y durante el Día de los muertos, el dos de noviembre, esta tendencia se acentúa. Gente de todas las edades se apresta a “saludar” a este muerto y a cumplir o solicitarle algún favor: “Ayúdeme en los exámenes, “socorra a mi mamá enferma”, “consígame esa casa”, “que me den ese dinero para el carro”, “gracias por aquel día que me sacó ese malandro encima” o simplemente “gracias por haber conseguido que esa niña tan bella se acercara a mí”.
También es venerado en el lugar donde murió, en el barrio Santa Anita, donde se hizo una pequeña capilla a su culto; además es venerado e invocado en los altares de María Lionza y de manera íntima o privada. Los devotos al culto no solo son numerosos, pertenecen a distintos grupos sociales: malandros, policías, estudiantes de todos los niveles, amas de casa, profesionales, viejitas, señores y uno que otro profesor de la Universidad.
Cada quién tiene un relato que contar sobre el muerto, ya sea sobre su vida o milagros; esto la acerca afectivamente a sus devotos, y así los relatos crecen tanto como su figura sagrada; un familiar cercano contaba: “… Era mi primo, nos llevábamos muy bien, viajamos junto a Caracas, era mi pana, por eso yo vengo siempre el Día de los Muertos y me quedo aquí con él todo el día, es una promesa”. La fotocopia de su cédula la regalan o la venden los “guardianes de su tumba” como reliquia, objeto que real o simbólicamente estuvo en contacto con el muerto.
También lo hacen con unas pequeñas piedras blancas, esas con las que se hacen los pisos de granito y algunas tumbas del cementerio. Sirven de protección a quienes las llevan consigo, preferiblemente se guardan en la cartera contra los delincuentes o atracadores; sirva para proteger a aquellos que con frecuencia salen hasta altas horas de la noche a beber y a divertirse.
También son muy solicitadas las estampitas y su novenario, que contiene las oraciones que los devotos utilizan para rezarle, solicitarle favores y amparo: “Protegedme, amparadme, liberadme de todo mal y peligro, consolad a los que sufren, dadnos la paz en nuestra casa y por donde vayamos, dadle la paz a los presos”.
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Robin Hood o azote de barrio Todos los relatos de los devotos señalan los rasgos del malandro: Robaba, se drogaba, se dice que mató a varias personas e incluso es acusado de violación. Whitman Chipias (1983), En su trabajo de tesis, recoge los expedientes policíacos de Machera, por los que fue acusado. Entre estos hay un apartado llamado “los elementos identificables de la personalidad” allí se anota que era “mitómano”, un rasgo curioso que nos hace suponer que era hablador, exagerado y mentiroso; en una palabra, un fabulador. Algo de esto seguramente tuvo que ver con su famoso apodo.
A sus acciones delictivas espectaculares se les agregan las caracterizadas por su solidaridad, encontrando varias anécdotas al respecto que alimentan el culto: “…una vez robo un camión de pollos y lo repartió entre su gente, entre la gente pobre”. “Robaba farmacias para darle medicinas a quien necesitase”, “le daba potes de leche a madres con hijos que no tenían plata”. Se dice que fue muy querido en su comunidad, “no se metía con su gente”.
Su generosidad se ilustra en los relatos cuando se afirmaba que “robaba a los ricos para darle a los pobres”, es decir, un “Robin Hood”, como frecuentemente lo llaman los devotos. Muerte: La muerte de Machera y sobre todo la forma en que murió causaron gran revuelo en la ciudad.
Murió tras una persecución digna del cine. Con ayuda de los vecinos, se montó por los techos de los ranchos del barrio hasta quedar encerrado en la casa de su familia y luego ser acribillado por más de cien balas, no sin antes haber matado a varios policías, a los que despojó de sus armas. Su muerte sin embargo es recordada tristemente.
A pesar de ser un criminal en una de las estampitas hace hincapié en que dios lo perdonó: “Con el permiso de Dios a quien rogamos te haya perdonado, porque bien sabemos que, a pesar de tus errores, dentro de ti había un alma buena y un corazón noble”. Siendo uno de los delincuentes más buscados por la policía de la ciudad. La prensa de Mérida, luego de su muerte reseñó lo temido que era por su habilidad y el gusto por las armas. Dice el vigilante: “Luis Enrique Cerrada era temido por su rapidez en el manejo de las armas de fuego, diciéndose que siempre portaba hasta 3 revólveres y abundante cantidad de proyectiles, tal como se pudo observar luego que se produjera su muerte, cuando agentes de la PTJ al requisar su ropa, se encontraron 20 proyectiles de revólver 38mm, un revólver oculto entre la bota derecha como refuerzo, más de revólver en el cual disparó sobre los PTJ”. Tras su muerte estas armas se transformaron en relatos de un solo y mágico revólver, el cual, según se afirma, tenía “secreto”, es decir investido con poderes mágicos, este fue guardado como una reliquia, cuentan los relatos, por uno de los policías que lo atrapó. Esta impregnado del poder de Machera proveyendo beneficios a su poseedor.
El articulo descrito es el resultado final de una investigación realizada por el Licenciado en Historia y magíster en Etnología de la Universidad de los Andes, Francisco Franco, profesor del Dpto. de Antropología y Sociología sobre el culto. Escuela de Historia. Facultad de Humanidades y Educación. No tergiversamos el resultado de la mismas, solo adaptamos el artículo de acuerdo a los parámetros establecidos por Hechos Criollos para ponerlos a la comprensión de nuestra audiencia.
Johan Rivas
Franco, F.: (2009) Muertos, fantasmas y héroes. El culto a los muertos milagrosos en Venezuela. Mérida, estado Mérida. Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y tecnológico (CDCHT), Grupo de Investigación de Historia sobre las Ideas en América Latina (GRIHAL) y el Consejo de Publicaciones de la Universidad de los Andes, pp.268-280.
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