El 14 de agosto del año
1988 falleció en Caracas Pedro Centeno Vallenilla, pintor, dibujante y abogado
venezolano, representante de la corriente Nativista en Latinoamérica.
Centeno Vallenilla falleció
en medio de su faena creadora, a la edad de 89 años, dejando para la presente y
futuras generaciones la estela de un valioso e histórico legado artístico.
Nacido en Barcelona, estado
Anzoátegui, fue hijo de Melchor Centeno Graü y Hercilia Vallenilla Lanz. Hacia
1883, su familia se establece en Caracas.
El 25 de septiembre de 1913,
formaliza su inscripción en la Academia de Bellas Artes, donde tendrá como
profesores a Cruz Álvarez García en escultura, Antonio Herrera Toro en pintura
y, tras la muerte de éste en 1914, a Cirilo Almeida Crespo. Este último (venido
de Inglaterra y devoto prerrafaelista), ejercerá una gran influencia en su
formación.
Siguió la carrera de Derecho
en la Universidad Central de Venezuela, doctorándose en 1926, y al egresar de
esta entró al servicio diplomático, su carrera diplomática le llevó a Roma, el
Vaticano, París o los Estados Unidos.
En 1927, viajó a Europa,
sirviendo en París desde 1932 y luego en Roma, a partir de 1932, en la
representación venezolana ante el Vaticano. De 1940 a 1944 vivió en Estados
Unidos.
A su regreso a Caracas, se
consagró enteramente a la pintura y abrió una academia en su taller de la
esquina de Mercaderes. Sus primeras exposiciones se celebraron en la Escuela de
Música de Caracas en 1932, y en la Galería Charpentier de París, en 1933.
En la década de los
cincuenta, fue contratado para realizar sus murales sobre la nacionalidad en el
Palacio Federal y en el Círculo de las Fuerzas Armadas. Otras exposiciones:
Fotografía Manrique y Cía., 1924; Ateneo de Caracas, 1943; Centro
Venezolano-Americano, 1944; Galería Acquavella, 1964, 1965 y 1967; Galería Li,
1971; Galería Bernard, 1979. De manera póstuma y como homenaje, el Museo de
Arte Contemporáneo de Caracas presentó una extensa retrospectiva de su obra en
1993.
Sus obras tienen una fuerte
carga homoerótica, los temas que trató resaltaban los temas étnicos o
mitológicos, mezclando lo religioso con lo pagano. Cuerpos fuertes y musculosos
de indios, negros, mestizos o blancos, recordándonos en ocasiones a los dibujos
de George Quaintance o Tom Finland.
Le gustaba concentrarse en
la realización de sus obras, por ello prohibía que nadie le molestara en su
estudio cuando trabajaba en su obra. Por este motivo fue encontrado muerto días
después de su fallecimiento en agosto de 1988.
Participó en la primera y
segunda exposición de artistas latinoamericanos residentes en Italia, y con su
obra Brujerías, obtuvo una mención honorífica en la Exposición Internacional de
Lieja en Bélgica. Con sus figuras pedestres de Simón Bolívar, Francisco de
Miranda, Alonso de Ojeda y Guaicaipuro; así como sus obras El pequeño dios
blanco y El trópico se inauguró la nueva sede de la Embajada de Venezuela en
Washington en 1940.
Por su obra Canto olímpico del
olivo y el fuego, con motivo de los III Juegos Deportivos Bolivarianos, obtuvo
en 1951 la medalla de oro. Dos años después recibió el primer premio del Centro
Literario Filosófico Arca del Sur de Montevideo por su Canto al hombre
americano.
Pedro Centeno Vallenilla se
considera uno de los responsables dentro del medio artístico de exaltar a
través de sus obras, la figura de María Lionza y la valoración sobre el
mestizaje, la identidad y el arquetipo de la Gran Madre que este personaje
sugiere.
Cuentan que en una
entrevista a Salvador Dalí le preguntaron, quién pudiera ser el artista que lo
sustituirá después de su fallecimiento, y al parecer, el maestro respondió: “En
un país llamado Venezuela hay un artista de nombre Pedro Centeno Vallenilla”.
Pedro Centeno Vallenilla es
considerado como uno de los responsables de enaltecer desde sus obras el
mestizaje y la identidad nacional. El artista amaba pintar, y fue su vía de
realización y expresión. Muchas fueron sus obras entre grandes lienzos y murales,
y muchos también sus dibujos, pues dedicaba largas horas a reflexionar sobre la
posición, las masas de color y los volúmenes necesarios para alcanzar el cuadro
que en su cabeza ya había pintado.
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