viernes, 22 de mayo de 2020

Dos días en la Serranía de Sorte donde se rinde culto a María Lionza


Altares y cirios encendidos junto a restos de bebidas alcohólicas, perfumes, prendas de vestir, etc.


Por: Juan Adochiles
Aunque parezca inverosímil para los críticos sensatos algo sobrenatural, difícil de narrar sucede en los predios de "Sorte" del Estado Yaracuy. Últimamente, la policía de los estados centrales, inició una campaña sin cuartel con positivos resultados contra los sitios donde se practica espiritismo encontrándose en un 80% con teatros de corrupción y explotación. Los promotores intelectuales actuaban con detrimento del culto mágico en beneficio propio.

Estos hechos impulsaron a los organismos judiciales a encausar sus investigaciones hacia las serranías de Sorte, donde se rinde el culto al mito de "María Lionza", pero las intenciones suscitaron controversias entre la autoridad Estatal de Yaracuy, cuyo gobernador se niega a permitir un allanamiento en la serranía de Sorte,  alegando que el terreno es declarado Monumento Nacional y, por otra parte las autoridades judiciales insisten alegando su jurisdicción sobre el territorio nacional. Estos hechos, donde en bien de la población venezolana, la PTJ, trata de intervenir cumpliendo una economía encomiable labor son dignos de aplaudirse: pero en vista de las controversias, nos adelantamos para dar a nuestros lectores una visión objetiva y veraz sobre lo que acontece en las misteriosas e incógnitas serranías de Maria Lionza.

Todo lo narrado en este reportaje, fue palpado durante 24 horas. No utilizamos sensacionalismo, sino nos servimos a la verdad, acorde con lo que hemos vivido y sentido durante la estadía en la misteriosa región.

"MARIA LIONZA"

Dejando atrás el Central Matilde de Chivacoa, a unos 15 minutos transitando por una carretera de granzón, se llega a un pequeño riachuelo. Estacionamos el vehículo en la amplia playa y contemplamos el exótico paisaje con exuberante vegetación. Al fondo se observa un sendero que penetra en las entrañas de la montaña; a los lados antes de atravesar el río, existen dos nichos simbolizando la perversidad y la verdad.

En el último arde una llama, al parecer cera dejada por algunos creyentes que anteriormente encontré regresando por el camino; la segunda construcción inspira recelo y da la impresión, por su abandonado estado, de que nadie se acerca a rendirle culto. Mientras contemplábamos absortos el paisaje y los cirios encendidos, un hombre en una bicicleta de reparto se acercaba hacia el vehículo saliendo del sendero que conduce al Trono de María Lionza.

Tras los saludos de rigor entablamos conversación indicándole al desconocido que me interesaba hablar con algún representante del culto a el fin de traer un familiar enfermo. El individuo mostrábace demasiado precavido, evitaba a toda costa entrar en detalles sobre el misterioso lugar. En su brazo izquierdo Se mostraba un gran tatuaje y el nombre de María Lionza. Posteriormente, tras regalarle 5 bolívares, voluntariamente me indicó que debía penetrar por la vereda de la derecha y al cabo de una hora, subiendo encontraría el altar de la Reina, y al torcer a la izquierda me conduciría al sitio denominado "Barinisa", donde unos médicos particulares me pueden recetar los remedios para el familiar enfermo. Me recalcó que no había nadie en la zona, salvo una familia enferma llegada de Maracaibo, y que es peligroso entrar solo sin conocer los caminos, pero que si voy con buena fe, no debía tener miedo porque nadie me tocaría. El desconocido subió en la bicicleta y emprendió viaje hacia Chivacoa.

SENDERO DEL CAMBIO 

El reloj marcaba las doce y media de la tarde. Martes 8 del presente mes. Dejando el vehículo debidamente asegurado el vehículo debidamente asegurado atravesé el riachuelo; a pocos metros se encontraba la entrada, que daba la impresión de una inmensa caverna tapada por los frondosos árboles centenarios.

Un silencio absoluto reinaba alrededor; por doquier se observaban botellas vacías de bebidas alcohólicas, vasos de cartón, velas, flores y cantidades enormes de colillas de tabaco. Tomé el sendero de la derecha; millares de mariposas amarillas volaban por doquier en la espesura del bosque, el silencio pétreo me ponía los nervios de punta. Tras doscientos metros de camino por el maravilloso paisaje me encontré de repente en un claro del bosque donde la luz del sol alumbraba un altar a la memoria del Negro Felipe, enclavado en la base de un majestuoso árbol cuya altura sobrepasaba los 50 METROS. 

Tras tomar una gráfica al lugar, emprendí el acceso a la cumbre, concorde con las indicaciones dadas por el desconocido. Era la una de la tarde las trochas empinadas de 60° y el calor hacia difícil la subida, sudaba copiosamente y a cada rato me vi precisado a descansar. A ambos lados de la vereda existen pequeños mausoleos rústicos que invocan una manta y dan gracias a Maria Lionza y, como de costumbre, desperdicios de velas, bebidas, papeles, etc. Soplaba una leve brisa de vez en cuando, se sentían que cada rato me hacían volver la cabeza, pero sin ver a nadie. Seguí  con voluntad férrea la senda, a pesar de que en algunos momentos me daban ganas de correr como un loco para salir de la zona: hasta que, finalmente, en la mitad del cerro, encontré una cerca de alambre donde un aviso rezaba: "Prohibida la entrada. Parque Nacional CM."
Descorazonado por no haber conseguido mi objetivo, trataba de buscar un medio para saltar las alambradas, ya que el candado de la puerta era imposible violentarlo y mientras me ingeniaba para resolver el problema observé a la derecha, a unos cincuenta metros, que entre la espesa vegetación resaltaba una construcción natural, de cuyas paredes los rayos  del sol  destacaban un matiz azul y luces blancas.

PALACIO DE LA REINA

Absorto y atónito por el maravilloso espectáculo que, el sol radiaba sobre la imponente mole de piedra, descendí por un pequeño sendero hasta situarme a 20 m del singular templo. Una gruta inmensa con una gran piedra natural encima, que al parecer una fuerza titánica colocó en aquel sitio, imponía todo el respeto y esplendor al altar de Maria Lionza. Centenares de lápidas en reconocimiento por los favores concedidos adornan las paredes de la gruta, una escalera de hierro conducía en lo alto, donde otra pequeña gruta se perfilaba. Por todas partes había cirios encendidos, pero no se encontraba persona alguna. Subí temeroso la escalera pero tampoco encontré a alguien en la parte posterior cirios y más cirios encendidos, aromáticos olores se respiraba en el medio ambiente.

Bajé la escalera tratando de dominarme y no dejarme impresionar por la sugestión. En el altar había varias botellas destapadas con bebidas alcohólicas; uno de los frascos cuya etiqueta indica la "Madera de Oriente" estaba consumido por la mitad. Alrededor flotaba algo misterioso, me daba la impresión de que no estaba solo, alguien me vigilaba, pero no veía a nadie. El silencio era absoluto. Me senté en aquel altar pagano, esperanzado de que apareciera algún ser viviente; pero nadie se acercó, no obstante, repito, tenía la sensación y la seguridad de que alguien me vigilaba. Dos horas duró mi estadía en el sitio, el reloj marcaba las 4 de la tarde, me serené y más seguro de mí mismo decidí hacer una investigación por los alrededores. Los cirios seguían ardiendo, el olor a incienso y otras hierbas aromáticas seguía igual que hacía dos horas, a mi llegada. Antes de iniciar la investigación alrededor observe las botellas de cuyo contenido estaba consumido casi la mitad. Sin duda debe haber sido por la evaporación debido al calor, contemplé el frasco de colonia, también con la mitad de su contenido, un impulso natural me provocó frotarme las manos en aquel líquido; lo dejé posteriormente en el mismo sitio y emprendí guiado por el instinto la observación de los alrededores.

ROCA BELLA

Internándome por senderos visibles, siguiendo los rastros dejados por huellas humanas, llegué a otra gruta junto al trono, donde, como las anteriores pero de menor jerarquía, se encontraban un altar y lápidas, como así mismo velas, licor, tabaco y flores. En una pequeña grieta vi varios sobres dirigidos a María Lionza. Me dio la impresión de que anteriormente contuvieron dinero o algunas peticiones. Mientras registraba los contornos y escudriñaba las grietas que encontraba a mi paso, sentí un grito humano y otros ruidos como si una manada de bestias se acercaron al sitio. Otra vez sentí una extraña sensación y el temor se apoderó de mí. A unos 25 metros de distancia percibía claramente el extraño ruido, me pareció que una sombra blanca de unos tres metros de altura se movía cerca de una roca. En la confusión notaba como si fuera la figura de un astronauta con una gorra negra en la cabeza; no se movía de aquel sitio salvo que oscilaba de vez en cuando.

Me encontraba prácticamente en el paroxismo de mis nervios; como paralizado contemplaba la juguetona visión, atiné a levantar la cámara y disparar el obturador. Increíble pero en el negativo al revelarlo quedó impresa la imagen. Por un instinto de conservación me retiré del sitio y como por encanto desapareció la imagen, los ruidos y los quejidos sintiéndose flotar nuevamente en el ambiente un clima de tranquilidad y sosiego. Sin saber hacia donde iba, descendía por un empinado pasadizo, ayudándome a sostener por gruesas lianas silvestres, ya que una caída por los hondos precipicios y rocas hubiera sido fatal. Sin darme cuenta del trecho que recorrí, llegué a una pequeña laguna, al parecer construida por la mano del hombre. En los peñascos y arenilla adyacente encontré diversas prendas de ropa íntima femenina. Un pantalón Blue Jean completamente nuevo, de color azul, cuyo cierre se encontraba forzado estaba tendido en una de las rocas; las otras prendas íntimas estaban diseminadas en los contornos; también había ropas íntimas de hombre. 

Ya la tarde cubría con su manto el misterioso sitio, era las 5:30. Nuevamente comenzaron a escucharse ruidos, voces de agonía, risas y pisadas de titanes; unas grandes rocas se desprendieron de lo alto rodando por la pendiente.

Sin esperar más, y con el corazón en la mano, tomé rápidamente una gráfica del sitio tratando de evidenciar las prendas. Mientras enfocaba el cuadro a través del visor, note una débil luz que sobresalía de unas matas cercanas a la laguna; agudicé el oído y sin lugar a dudas el ruido provenía de aquel sitio. Me dio ganas de emprender la fuga, pero la curiosidad se impuso y decidí averiguar que había detrás de aquella misteriosa mata. Silenciosamente y con todos los sentidos alerta alrededor, trepé hasta situarme cerca; ya los ruidos cesaron. Me asomé cautelosamente y asombrado descubrí que la luz provenía de una inmensa gruta que se encontraba estratégicamente tapada por la naturaleza con la mata. Me asomé con un pánico y lo primero que vi fue un cirio recientemente prendido, que fue colocado para alumbrar la entrada. Se notaban pisadas frescas hacia el interior. En el lecho de la laguna había piedrecitas, al parecer con residuos auríferos y plata. Oscurecía y opté por regresar lo más rápido a la senda de regreso. Por instinto de orientación, opté por seguir otro camino, ya que el transitado anteriormente era muy accidentado, además la noche me sorprendió en plena montaña. Lejos se escuchó el clásico sonido del Central Matilde llamando a los trabajadores a incorporarse al segundo turno. El reloj marcaba las 7 de la noche; ayudado por la linterna de bolsillo me encaminaba a ciegas hacia la salida. De repente, tres golpes secos retumbaron por los alrededores; daba la impresión de que grandes piedras eran arrojadas por fuerzas gigantescas contra los árboles; pensé que era sugestión mía, y sin darle mayor importancia seguí la senda, llegando tras una media hora al mismo sitio de entrada, donde un cartelito indicaba oficialmente que era un parque nacional. Sin muchos esfuerzos conseguí atravesar los alambradas enrumbándome hacia la salida por la ya conocida trocha del calvario.

CONTINUARÁ

FUENTE: Últimas Noticias 14 de marzo 1966

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