lunes, 15 de junio de 2020

ORIGEN DE MARÍA LIONZA Y SUS RIQUEZAS (1era parte)





Por: Bruno Manara
Los estudios de los antiguos mitos de la humanidad afirman que estos constituyen supervivencias de estados sociales arcaicos y bárbaros en que el hombre, todavía incapaz de pensamiento raciocinador, expresaba sus ideas a través de la fábula y la poesía.

En cuanto a los mitos amerindios en general, y a María Lionza en particular, en la década de los cuarenta Gilberto Antolínez realizó una intensa búsqueda, que culminó en su libro: Hacia el indio y su mundo (Caracas, 1945).

Si queremos comprender quién es María Lionza para él, hay que partir de la mitología tupí-guaraní, según la cual el mundo de la selva está regentado por una pareja de “dueños” o “señores” como son Caapo, Caapora o Curupira y su consorte Caasi, la Señora de la Selva. Ambos son dueños, y por lo tanto se encargan de cuidar las aguas, los árboles y los seres vivos que pueblan el bosque, contra la agresión del hombre, especialmente del hombre blanco. En el mundo precolombino tal vez estos seres se desplazaban por la selva como lo hacía cualquier indígena, es decir a pie, pero al presentarse el blanco montado en sus "venados", Caapo y Caasi aparentemente decidieron adoptar la nueva moda a fin de no quedar rebajados ante los advenedizos y se buscaron también su monta. Una danta, un venado un tigre, un cunaguaro, una onza, una lapa, un chigüire o un conejo gigante... cualquiera de estos animales se prestaba gustoso para servirles de cabalgadura; pero la danta era su preferida, posiblemente por ser la más parecida a los caballos de los conquistadores blancos.
Lo que motivó la creación de estos “dueños” del bosque dice Antolínez, un sentimiento de terror “pánico” (el mismo que causó la creación del dios pan entre los griegos, y Fauno entre los latinos), ante fenómenos y catástrofes naturales que el indígena no lograba explicarse, y que su mentalidad mágica, asociaba con alguna infracción de las leyes naturales que gobernaban la vida de los habitantes selváticos, siendo la quema del bosque y la falta de árboles, la casa abusiva y ensuciar las aguas, las faltas más graves en este sentido.
Las creencias en los señores del bosque y de las aguas, observa Antolínez, no estaban limitadas a los selvícolas amazónicos, sino que también se registraron entre las tribus caribes y arahuacas  que habitaban Venezuela, y más allá entre los chibchas de Colombia y Centroamérica, e inclusive entre los indios peruanos.
Concentrándose ahora al estudio de María Lionza, Antolínez la considera una supervivencia de la Caasi (o Wahuyara, Señora de las Aguas y de la Selva) de los arahuacos caquetíos de la zona de Chivacoa y le atribuye las mismas características de su contraparte amazónica. Llama la atención sin embargo que María Lionza no tenga su consorte masculino; pero Antolínez explica esta anomalía diciendo que, bajo el impacto de la conquista y la colonia, las ancestrales creencias autóctonas quedaron fragmentadas y dispersas, y finalmente se perdieron en su mayoría.
De todos modos, en la mente “catequizada” de los indígenas de Chivacoa sobrevivió la imagen de la Señora de la Selva y las Aguas, posiblemente por una asociación con la Virgen María, quien por su parte enriqueció la señora (Yara) aborigen con atributos nuevos, como los de Reina y Madre, que entre los cristianos se atribuyen a la Virgen María.
Antolínez lamenta que se haya perdido el nombre original autóctono de María Lionza; pero él sospecha que haya sido traducido al castellano en la designación de “María de la Onza” donde María posiblemente esté por mujer (Caasi), y la mención de la onza indicaría que este felino era su animal totémico por su monta preferida. Además, Antolínez a diferencia de otros estudiosos del mito, que hacen de María Lionza una especie de Ceres clásica, o divinidad agraria, insiste en que se trata de un mito producido por indios cazadores y recolectores, no por indios agricultores ya que estos “dueños del bosque” son propios de sociedades selvícolas.
María Lionza, Señora del Bosque, es también dueña de fabulosas riquezas que conserva en un palacio “donde se encuentra todo lo hermoso que la mente humana puede imaginar –en palabras de Óscar Yáñez-. Los salones del Palacio de la reina son infinitos y el Palacio está bajo permanente encanto, por lo cual nadie puede verlo. Lo que observamos como una roca, es quizás un trono de oro; un árbol es posiblemente una torre de alabastro..." un documento de Fray Marcelino de San Vicente (1725) da cuenta de que los indios de Chivacoa, en la hoy montaña de Sorte, poseían un misterioso santuario, que había sido un centro de culto desde tiempos inmemorables. Tal informe, pues, señala el lugar donde se originó el culto de María Lionza. Sin embargo ¿de dónde nació la idea del maravilloso Palacio encantado y las infinitas riquezas de la Reina de Sorte?

FUENTE: Yaracuy al día 15 de julio 1991

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