Por:
Bruno Manara
Nos complace señalar que esta
creencia tuvo también su origen en la montaña de Sorte, y está documentada
desde el siglo XVIII.
En el Archivo General de la Nación,
en Caracas, se conserva una relación de D. Carlos Alonso Mujica y Santillán,
administrador de la Real Hacienda de San Carlos, Cojedes (9 de diciembre de
1778) al intendente Abalos, en los siguientes términos:
“En el cerro Pitiguao, que habrá
día y medio de camino desde aquí, me ha dado noticia un sujeto que hay tres cuevas
como que eran habitadas de los antiguos, y se ve una laja azul, y que se ve el
oro dentro de ella, pero para subir dónde está la laja dice se necesitan
escaleras, pero que promete mucha utilidad. El mismo sujeto me ha informado que
entre Chivacoa y Zamuraco, que habrá tres días de camino de aquí, hay un charco
en una quebrada que dice se ve dentro de él una especie de figura de perro de oro
y en la misma quebrada como dos leguas para arriba, se ve en un cerro muy
pendiente y la tierra muy movediza, dos figuras de oro del porte de un hombre,
pero para subirse necesita que sea por escaleras y me dice que en la quebrada
sacan los indios mucho oro, y para descubrir esto es preciso que sea con mucha
sagacidad para que los indios no lo oculten, y se me ha brindado tal sujeto
para llevarme a estos parajes. (Intend. de Ejército y Real Hda. vol VII, f 98).
Antes de proseguir, hacemos
notar que el cerro del Pitiguao dónde se encuentran las tres cuevas mencionadas
aquí, no es el que está al norte de San Felipe (Sierra de Aroa), sino en la
actual montaña de Sorte (Tamayo, 1958) donde esas cuevas se conocen hoy como
las Tres Casitas en la quebrada de Quibayo, la Meca del culto de María Lionza y
junto a ella está una enorme y lisa piedra azulosa cortada a pique, conocida
como la fortaleza que no puede ser sino la “laja” mencionada en la comunicación
del administrador de San Carlos, pero con la particularidad de que el informe
vio riquezas “encantadas” invisibles para nosotros los mortales corrientes.
El intendente Abalos, desde
luego, se apresuró a contestarle a Mujica y Santillán y a ordenarle que hiciera
todas las diligencias posibles para reconocer los sitios y que remitiera
muestras de los metales preciosos hallados (Caracas 18/ 12/1778; ibídem, f.111);
pero el administrador con fecha 29 de diciembre se disculpó, porque entonces
estaba muy ocupado preparando su cuenta para los administradores de Puerto Cabello,
“a más de que el práctico que me ha dado la noticia me dice que le precisa
pasar primero a engañar a los indios de aquellos recintos, quienes le habían
enseñado anteriormente, para que lo lleven nuevamente para tomar señas más
vivas y abrir picas, sin que entiendan que se va hacer el descubrimiento, que
de saberlo no dudo se opondrían, y será muy difícil; a más de que siempre me es
indispensable llevar lo menos cuatro hombres de entera satisfacción bien
armados, tanto porque las montañas son muy ásperas y habrá muchas tierras, como
porque pueden venir indios al tiempo del descubrimiento y hacer algunas averías
(ibídem, ff. 158-159).
Esta investigación parece que
no pudo llevarse a cabo, pues ya no hay comunicaciones del administrador Mujica
al intendente; y además para julio de 1781 el administrador de la Real Hacienda
de San Carlos, en un informe posterior al secretario de estado, D. José Gálvez,
debía pensar en estas noticias cuando hablaba de los “nuevos y ricos
descubrimientos que sucesivamente han ido proporcionando ya me continua
solicitud” (ibídem, t. XX, f. 343); pero una vez más a nada concreto se llegó,
y en agosto de 1783 era sustituido en el cargo por D. Francisco de Saavedra.
Es cierto, sin embargo, que el
informe mencionado da fe de una creencia local que ha ido transmitiendo y, como
siempre sucede, abultándose de generación en generación, y hoy ha hecho de la Reina
María la diosa de la fortuna y la buena suerte. ¡Aquí, propiamente, está la
motivación profunda del culto moderno a María Lionza! En efecto, casi todos los
que van a Sorte lo hacen con el anhelo de congraciarse a la Reina para que los
libre de la pava y les conceda riquezas y favores. Se trata, pues, de una
versión moderna de la “auri sacra fames” (sagrada hambre de oro) que decía el
poeta latino: un culto a tono con nuestra, de codicia desaforada de dinero, y
en qué tanta importancia han adquirido los juegos de azar. No obstante, es
trágico que se haya olvidado la faceta más mejor y original del culto de María Lionza,
como es el respeto a la naturaleza. Y por cierto, tantas especies animales en
peligro de extinción entre nosotros, la quema y destrucción insensata e impune
de nuestros bosques y sabanas, junto con la contaminación ambiental en todos
sus aspectos, son situaciones que, según la lógica del mito, reclaman el severo
castigo de la reina de Sorte.
FUENTE: Yaracuy al día 16 de Julio 1991
No hay comentarios:
Publicar un comentario