martes, 16 de junio de 2020

ORIGEN DE MARÍA LIONZA Y SUS RIQUEZAS (2da parte)



Por: Bruno Manara

Nos complace señalar que esta creencia tuvo también su origen en la montaña de Sorte, y está documentada desde el siglo XVIII.

En el Archivo General de la Nación, en Caracas, se conserva una relación de D. Carlos Alonso Mujica y Santillán, administrador de la Real Hacienda de San Carlos, Cojedes (9 de diciembre de 1778) al intendente Abalos, en los siguientes términos:

“En el cerro Pitiguao, que habrá día y medio de camino desde aquí, me ha dado noticia un sujeto que hay tres cuevas como que eran habitadas de los antiguos, y se ve una laja azul, y que se ve el oro dentro de ella, pero para subir dónde está la laja dice se necesitan escaleras, pero que promete mucha utilidad. El mismo sujeto me ha informado que entre Chivacoa y Zamuraco, que habrá tres días de camino de aquí, hay un charco en una quebrada que dice se ve dentro de él una especie de figura de perro de oro y en la misma quebrada como dos leguas para arriba, se ve en un cerro muy pendiente y la tierra muy movediza, dos figuras de oro del porte de un hombre, pero para subirse necesita que sea por escaleras y me dice que en la quebrada sacan los indios mucho oro, y para descubrir esto es preciso que sea con mucha sagacidad para que los indios no lo oculten, y se me ha brindado tal sujeto para llevarme a estos parajes. (Intend. de Ejército y Real Hda. vol VII, f 98).

Antes de proseguir, hacemos notar que el cerro del Pitiguao dónde se encuentran las tres cuevas mencionadas aquí, no es el que está al norte de San Felipe (Sierra de Aroa), sino en la actual montaña de Sorte (Tamayo, 1958) donde esas cuevas se conocen hoy como las Tres Casitas en la quebrada de Quibayo, la Meca del culto de María Lionza y junto a ella está una enorme y lisa piedra azulosa cortada a pique, conocida como la fortaleza que no puede ser sino la “laja” mencionada en la comunicación del administrador de San Carlos, pero con la particularidad de que el informe vio riquezas “encantadas” invisibles para nosotros los mortales corrientes.

El intendente Abalos, desde luego, se apresuró a contestarle a Mujica y Santillán y a ordenarle que hiciera todas las diligencias posibles para reconocer los sitios y que remitiera muestras de los metales preciosos hallados (Caracas 18/ 12/1778; ibídem, f.111); pero el administrador con fecha 29 de diciembre se disculpó, porque entonces estaba muy ocupado preparando su cuenta para los administradores de Puerto Cabello, “a más de que el práctico que me ha dado la noticia me dice que le precisa pasar primero a engañar a los indios de aquellos recintos, quienes le habían enseñado anteriormente, para que lo lleven nuevamente para tomar señas más vivas y abrir picas, sin que entiendan que se va hacer el descubrimiento, que de saberlo no dudo se opondrían, y será muy difícil; a más de que siempre me es indispensable llevar lo menos cuatro hombres de entera satisfacción bien armados, tanto porque las montañas son muy ásperas y habrá muchas tierras, como porque pueden venir indios al tiempo del descubrimiento y hacer algunas averías (ibídem, ff. 158-159).

Esta investigación parece que no pudo llevarse a cabo, pues ya no hay comunicaciones del administrador Mujica al intendente; y además para julio de 1781 el administrador de la Real Hacienda de San Carlos, en un informe posterior al secretario de estado, D. José Gálvez, debía pensar en estas noticias cuando hablaba de los “nuevos y ricos descubrimientos que sucesivamente han ido proporcionando ya me continua solicitud” (ibídem, t. XX, f. 343); pero una vez más a nada concreto se llegó, y en agosto de 1783 era sustituido en el cargo por D. Francisco de Saavedra.

Es cierto, sin embargo, que el informe mencionado da fe de una creencia local que ha ido transmitiendo y, como siempre sucede, abultándose de generación en generación, y hoy ha hecho de la Reina María la diosa de la fortuna y la buena suerte. ¡Aquí, propiamente, está la motivación profunda del culto moderno a María Lionza! En efecto, casi todos los que van a Sorte lo hacen con el anhelo de congraciarse a la Reina para que los libre de la pava y les conceda riquezas y favores. Se trata, pues, de una versión moderna de la “auri sacra fames” (sagrada hambre de oro) que decía el poeta latino: un culto a tono con nuestra, de codicia desaforada de dinero, y en qué tanta importancia han adquirido los juegos de azar. No obstante, es trágico que se haya olvidado la faceta más mejor y original del culto de María Lionza, como es el respeto a la naturaleza. Y por cierto, tantas especies animales en peligro de extinción entre nosotros, la quema y destrucción insensata e impune de nuestros bosques y sabanas, junto con la contaminación ambiental en todos sus aspectos, son situaciones que, según la lógica del mito, reclaman el severo castigo de la reina de Sorte.

 

FUENTE: Yaracuy al día 16 de Julio 1991

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