Por: Luis G. Gallardo.
Hoy, cuando este culto a la deidad femenina de tronco aborigen más importante de este continente pasa por una de las más duras batallas entre sus practicantes; quienes están divididos por diversos factores, los cuales van desde posturas estrictamente misóginas, de odio político, racial; pasando por miradas netamente aborígenes y repudiando los elementos católicos, árabes, asiáticos y hasta nórdicos que hoy hacen vida activa en este culto, y que muchos de los cuales han surgido al fragor de la llamada sociedad moderna, que en este caso tomó mayor auge en la década de los años 60 del siglo pasado. Si bien es cierto, su tronco es netamente aborigen, también es cierto que desde la llegada en 1498 del conquistador europeo por un lado y con ellos el catolicismo, este culto indígena empieza a sufrir intervenciones, satanismo y toda clase de señalamientos por ser portador de prácticas tradicionales mediterráneas euro/árabes, así como también altos elementos judeo cristianos que más adelante se conjugan con la filosofía religiosa de los pueblos del África negra que en esencia hoy conforman el mestizaje social y religioso que vive nuestro culto. Toda esta antesala nos permite comprender que este culto, si bien es cierto, es de origen indígena, también ha sobrevivido producto de los aportes de otros hechos religiosos que fueron capaces de amalgamarse a esta práctica indígena. ¿Hacia donde deberíamos ir? al auto reconocimiento religioso y socio cultural de los cultores y cultistas marialionceros. ¿Qué hacer frente a esta realidad? descodificar todos los aportes aborígenes, identificando por ejemplo los diversos nombres indígenas de la madre y Diosa, la simbología presente en petroglifos, geoglifos y centros energéticos, así como los elementos naturales y con ellos volver a la lengua madre indígena para conectar con nuestra línea originaria. Además de identificar todos los aportes exógenos que consiguieron un asilo natural en este culto.
No podemos seguir creando pequeñas "santas inquisiciones", menos aún pequeños Ku klux klan, ni menos aún sagradas cofradías que persigan y condenen a todo aquel que no milita en su forma de practicar y creer en esta Diosa, menos aún señalar y criticar a quien celebra vírgenes, santos o sencillamente incluye practicas católicas, apostólicas y romanas en sus rituales a Maria Lionza. Debemos ocuparnos en entrar en los elementos que generaron lo que es hoy este culto; debemos ir a la raíz de este mestizaje para poder comprenderlo. Hoy no podríamos conseguir en ningún cultista una esencia netamente aborigen, ni menos aún africano, ni siquiera netamente católico, siquiera nórdico y menos aún propiamente euro árabe asiático. Lo antes descrito necesariamente nos lleva a entendernos mestizos. Hay que tener en cuenta que hay un inmenso grupo de practicantes que no hacen vida activa en los adoratorios naturales, sino que dichos panteones o altares residen en sus hogares lo que los hace ser marialionceros. Otro elemento a tener en cuenta es que la santería y todas las otras prácticas religiosas de orden filosófico africano, no forman parte del culto a Maria Lionza, los elementos africanos que viven y perviven en el culto surgieron en la época de la colonia uniéndose en una nueva realidad donde lo aborigen y lo africano tomaron un rumbo común y dieron una primera puntada a lo que años más tarde terminó de constituir este culto de tronco aborigen que hoy es en esencia netamente mestizo.
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